Seamos católicos felices, aún en medio de la cruz: cardenal Luis José Rueda

Aún no había salido el sol del todo cuando, desde distintos rincones de Bogotá, comenzaron a llegar las voces, los pasos, los cantos y los rezos. Eran cientos de peregrinos de más de 40 parroquias que, con Rosario en mano y alegría en el corazón, emprendieron camino hacia el corazón espiritual de la capital: la Basílica Metropolitana - Catedral Primada de Colombia.
La cita fue el sábado 27 de septiembre. Allí, en plena madrugada y desde sus barrios y templos, los fieles del arciprestazgo punto 6 —una de las divisiones territoriales pastorales de la Arquidiócesis de Bogotá— salieron en peregrinación jubilar, en el marco de este Año Santo, convocado por la Iglesia católica.
“La Catedral, casa de todos”
La llegada ocurrió hacia las 8:00 a.m., cuando los peregrinos cruzaron la Puerta Santa —símbolo del perdón y la gracia de Dios— con profunda devoción. A su paso, los recibió monseñor Sergio Pulido, párroco de la Catedral, quien los acogió en un ambiente de oración y recogimiento.
La mañana continuó con uno de los momentos más significativos de la jornada: el sacramento de la reconciliación. Al menos 40 sacerdotes, junto al cardenal Luis José Rueda Aparicio y los obispos auxiliares: monseñor Edwin Vanegas y monseñor Alejandro Díaz, escucharon las confesiones de los fieles durante horas. “Confesando, y confesándonos también nosotros”, diría después el cardenal en su homilía, reconociendo que esta práctica espiritual fue también vivida por el clero presente.


Rosario, catequesis y encuentro
Luego de la reconciliación, se rezó el Rosario de la Esperanza, guiado por el padre Pulido, y se compartió una catequesis, momento de formación del encuentro, dirigida por monseñor Edwin Vanegas, centrada en la virtud de la esperanza como camino espiritual y compromiso eclesial.
El ambiente era fraterno y sencillo, pero profundamente significativo. Se respiraba una alegría serena, de esas que no depende del ruido ni de la euforia, sino de la certeza de saberse pueblo de Dios en camino. La Catedral, convertida en casa de todos, era también lugar de reencuentro, de escucha y de renovación.


“Seamos católicos felices que rompen con el pesimismo (…) Católicos misioneros, peregrinos de la esperanza”
Durante su homilía, el cardenal Luis José hizo un llamado contundente a vivir el Año Santo de la Esperanza con alegría auténtica y compromiso misionero.
Tras destacar que esta jornada espiritual se ha convertido en “una intuición del Señor para nuestra Iglesia arquidiocesana”, precisó que “quisiera pensar que el jubileo de la esperanza nos lleva a tomar conciencia de ser cristianos católicos felices”.
Al respecto, explicó que ser católicos felices no significa que seamos católicos sin problemas, sin luchas. “¡No! Eso sería ingenuo”.
Una alegría realista, no ingenua
El cardenal insistió en que la felicidad cristiana nace no de la ausencia de dolor, sino de la certeza de que Cristo camina con su pueblo. “Estamos en el mundo, sin ser del mundo”, subrayó, recordando que el creyente vive sus alegrías y dolores en medio de la ciudad, la familia, el trabajo. “Católicos felices en el jubileo de la esperanza”, reiteró como consigna.
Inspirado en la primera carta a los Corintios, recordó que Dios elige a los débiles, a los necios del mundo, para confundir a los fuertes.
“Somos llamados —dijo— y eso es motivo de felicidad. Porque todo lo que somos y lo que tenemos, lo hemos recibido de Dios. Y eso nos llena de júbilo”.
Jesús, fuente de esperanza y misión
Retomando el Evangelio de san Mateo, el arzobispo recordó que Jesús es el buen pastor y peregrino de la esperanza, cuya compasión se convierte en motor de acción. La compasión produce esperanza; es un sentimiento que se expande, que se abre y moviliza.
Hoy, aseguró, "Jesús sigue recorriendo la ciudad en los pies de los catequistas, de los papás, de las mamás, de los animadores de la evangelización, de los ministros ordenados…”.
Al referirse al sufrimiento y al cansancio que muchos arrastran en silencio, expresó: “Usted vino a poner el cansancio, la fatiga, los agobios de su vida en Jesús. Él no le va a quitar la cruz, pero sí le va a ayudar a cargarla”. Frente a la tentación del suicidio o la desesperanza, fue directo: “¡No! Jesús es el cireneo que nos ayuda a llevar nuestra cruz. Y eso debe llenarnos de alegría”.
Un llamado a renovar la misión
La homilía concluyó con un claro llamado pastoral: ser católicos felices, activos, misioneros y esperanzados, aún en medio de las dificultades. “Que se les note la peregrinación cuando vuelvan a casa. No estamos en año de luto, estamos en año de jubileo”, animó con fuerza.
Pidió acompañar a los párrocos, sembrar esperanza en las comunidades, y sobre todo, rogar por nuevas vocaciones: “El trabajo es mucho, los obreros son pocos. Pero que esos pocos —usted y yo— seamos obreros de la esperanza, de la paz, de la misericordia”.
Propuesta hacia el futuro: un jubileo permanente
En un gesto que evidenció su deseo de mantener vivo el espíritu del Año Santo, el cardenal propuso extender la experiencia jubilar más allá de 2025. “Deberíamos inventarnos algo para seguir reuniéndonos todos los meses del año 2026”, dijo con entusiasmo, refiriéndose a las jornadas de catequesis, oración, confesión y Eucaristía vividas en las peregrinaciones.
La homilía del cardenal resonó como un manifiesto de esperanza en medio de un mundo fragmentado y fatigado. Invitó a dejar atrás el pesimismo y abrazar la alegría evangélica como señal de que Dios camina con su pueblo. “Católicos felices, no porque no tengamos problemas, sino porque todo lo hemos recibido de Dios. Y eso basta para vivir el jubileo”.
La próxima peregrinación jubilar por arciprestazgos será el próximo 1 de noviembre, cuando otro grupo de parroquias del territorio arquidiocesano camine hacia la Catedral con el mismo espíritu de renovación, comunión y esperanza.
Fuente Disminuir
Fuente