Parroquia Jesucristo Obrero, faro de vida espiritual y comunitaria
Ubicada en la Carrera 3C No. 32-10, localidad Santa Fe, acogiendo las familias y habitantes de los barrios La Perseverancia y de la Unidad Residencial La Merced, esta parroquia “ha sido mimada y consentida por Dios, porque han pasado por acá ilustres sacerdotes”, que han dejado su impronta misionera, fraterna y evangelizadora, afirma el padre Feliciano Tejedor Tejedor, párroco desde el 2018.
El sacerdote, destaca el aporte, servicio generoso y comprometido de comunidades religiosas que acompañaron la vida pastoral en los inicios de la parroquia, entre ellos: los padre jesuitas, redentoristas, salesianos, y los padres del Sagrado Corazón de Jesús y de María. También la presencia de sacerdotes arquidiocesanos.
“El reto ha sido mantener viva la espiritualidad, porque uno puede hacer bulto, pero despertar la fe en la comunidad es de lo más duro”, afirma.
Dando una mirada a la obra que se ha gestado en este sector de la capital colombiana, el sacerdote señala que en las comunidades aún se siente el espíritu de cada una de estas congregaciones, y que desde el momento en el que asumió este encargo pastoral ha profundizado en el trabajo con las familias, visitando cada casa y compartiendo el rezo del santo Rosario. También, ha buscado acercarse a las oficinas, que funcionan en la zona.
“Esta es una población flotante, entonces uno encuentra en una casa fácilmente viviendo tres familias, y hay partes donde viven más. El estrato es 1 y 2; yo diría que del 100 por ciento casi el 95 por ciento son trabajadores independientes, es decir, que trabajan en el día a día, casi que la mayoría están repartidos a lo largo de la séptima vendiendo en sus puesticos, otros son emboladores. Hay muy poquitos profesionales que tengan trabajo en empresa”, explicó.
En relación a la dinámica y desafíos pastorales el sacerdote precisó que se ha apoyado en las herramientas que la Arquidiócesis suministra. Inicialmente, siguiendo el plan de evangelización, fortaleció las visitas y el reconocimiento de la historia y de las oportunidades de mejora. Buscó profundizar la pastoral litúrgica, “que ellos conozcan a Dios a través de la Palabra”. Se reforzaron los equipos y grupos parroquiales: acólitos, lectores, catequistas, ministros extraordinarios de la comunión, pastoral social, entre otros. “La pandemia nos ha tumbado muchas cosas, aunque yo aquí no paro”, advierte.
Se cuenta, además, con las hermanas de la caridad, que hacen parte de la fundación de la Madre Teresa de Calcuta. “Ellas calladitas hacen un trabajo impresionante, en el que uno ve circular la gracia de Dios. Tienen un hogar para las mujeres abandonadas en la calle; y apoyan el trabajo con ancianos y personas en estado de vulnerabilidad extrema.
A través de la Fundación Obra Social ‘Nuestra Señora de Belén’, cuya misión apostólica lideran las exalumnas Bethlemitas, se brinda apoyo con refuerzo escolar, manualidades, capacitación musical a los niños de escasos recursos del sector; apoyo y motivación a los grupos de oración como la Legión de María.
Un aporte fundamental para esta comunidad, de la mano de la formación en la fe, ha sido el esfuerzo por arrebatar de la delincuencia y de las drogas a niños y jóvenes de sector.
“He logrado vincular algunos muchachos al SENA (Servicio Nacional de Aprendizaje) para que estudien. Se han logrado proyectos sociales; universidades se han vinculado para brindar oportunidades a esta juventud, lo que es profundamente valioso, pues aquí están ‘los ninis’, ni estudian ni trabajan, han caído en las drogas y en la delincuencia; desafortunadamente han pasado de ser consumidores a ser expendedores. Esto es muy triste y preocupante, yo veo que cada vez van avasallando más a las familias, pero yo sí creo y tengo una firme esperanza en las palabras de San Pablo a sus comunidades: «donde abundó el pecado allí sobreabundó la gracia», y yo creo que esa es la razón para que la parroquia se mantenga presente”.
La parroquia Jesucristo Obrero, “caracterizada por ser el centro de la vida espiritual de la comunidad”, fue fundada canónicamente mediante decreto arzobispal No.9, del 18 de agosto de 1948. Fue inaugurada en solemne eucaristía presidida por monseñor Ismael Perdomo Borrero, concelebrada por el padre Arturo Montoya, S.J., rector del colegio San Bartolomé de la Merced, quien fue el primer párroco.
El párroco
El padre, Feliciano Tejedor Tejedor nació en Tópaga (Boyacá), el 31 de marzo de 1959, en el hogar conformado por Jorge Emigdio Tejedor y Elvia Luisa Tejedor. Realizó estudios de secundaria (1977 – 1980) en el Seminario la Milagrosa de Chita (Boyacá) y en el Colegio José Acevedo y Gómez de Monguí (1975 – 1976), Filosofía (1981 – 1983) y Teología (1985 – 1988) en el Seminario Mayor de Bogotá. Estudió Idiomas (1998) y Evaluación Educativa (1999).
Fue ordenado sacerdote en Tópaga (Boyacá) el 10 de diciembre de 1988, por el beato Jesús Emilio Jaramillo, obispo en ese entonces de la Diócesis de Arauca, para el servicio en esa jurisdicción eclesiástica.
Incardinado a la Arquidiócesis de Bogotá, mediante Decreto No. 390 del 5 de septiembre de 2012.
Servicio pastoral en esta Arquidiócesis
Capellán en el SENA – Centro de Construcción e Industria de Madera (SENA) (2003), adscrito en san Rafael Arcángel (2006), administrador parroquial en santo Tomás Apóstol (2009), párroco en Santo Tomás Apóstol (2010), párroco en San Pedro Claver (2012), párroco en Jesucristo Obrero (desde el 1 de octubre de 2018).
A continuación, conozca detalles del dinamismo pastoral y evangelizador en esta comunidad. También, historia vocacional, vida y ministerio de su párroco:
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