El señor cardenal Rubén Salazar Gómez visita por primera vez la parroquia San Jerónimo Emiliani

El pasado 18 de abril se tuvo el privilegio de la presencia del cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá en la parroquia San Jerónimo Emiliani, la cual visita…
Estuvieron acompañándolo monseñor Alberto José Ojalvo Prieto, los párrocos del arciprestazgo 5.6 los padres Alejandro Olivera de San Cipriano; Héctor Arbeláez de la Santa Cruz; Juan Carlos Fracica, del Santísimo Redentor; Guillermo Gómez, del Niño Jesús de Praga; Luis María Carreño y José Luis Madero, de San Jerónimo Emiliani y el padre de San Felipe Neri. Fue un momento muy especial para la comunidad parroquial.
La homilía fue acerca del evangelio San Juan (10, 1-10), el buen pastor en la cual reflexionó que “…desafortunadamente nosotros vivimos en una ciudad, llena de cemento, en donde no hay prados, donde no hay pasto, donde no hay fuentes de agua. Prácticamente creo que los niños de hoy nacen sin tener idea que es una oveja, y por lo tanto, hablar de pastor y de ovejas como que no nos resulta muy comprensible.
Sin embargo, en la antigüedad y todavía en algunas regiones del mundo, el pastor es aquel que guía a un número de ovejas en un rebaño. Y que les da todo lo que ellas necesitan, las alimenta, las cuida, las sana, hace posible que las ovejitas puedan vivir y vivir plenamente. Vivir en abundancia con todo lo que ellas necesitan.
Esa imagen la tomó el Señor sobre sí para decirnos que Él es el Pastor, que no solamente busca que las ovejas tengan vida, sino que Él da su vida muriendo por nosotros para que podamos tener la vida y la vida misma de Dios, la vida en abundancia, la vida plena. Esa vida que vence definitivamente a la muerte y al pecado de nosotros y nos permite vivir plenamente como hijos de Dios y como hermanos los unos de los otros.
La vida que el Señor nos da, es la vida de Dios y Dios es amor. Por eso estar vivos nosotros es ser capaces de recibir el amor de Dios en nuestro corazón y de dar el amor de Dios a los demás. Nosotros por nuestra condición humana y nuestra condición pecadora tendemos al egoísmo, a enterrarnos dentro de nosotros mismos, tendemos a la indiferencia frente a los demás. Los demás no nos importa, y si nos importa, nos importa para valernos de ellos, para aprovecharnos de ellos, para utilizarnos para nuestros propósitos y por eso somos injustos y violentos y vivimos en un mundo en donde todos los días de alguna manera crece la injusticia y la violencia. Porque crece la indiferencia, crece el egoísmo.
En ese contexto el Señor nos arrebata de la muerte del pecado de la muerte del egoísmo y de la indiferencia y nos da la posibilidad de recibir permanentemente la vida que Él nos da, la vida que Él nos alcanzó con su muerte y con su resurrección y hacernos por lo tanto, capaces de amar.
Y Él para que podamos tener esa vida que Él nos alcanzó una vez por todas con su muerte y su resurrección y que recibimos una vez por todas en el bautismo nosotros, nos dio dos maravillosos sacramentos que son como el alimento permanente que nosotros tenemos para poder tener la vida del Señor. El sacramento de la penitencia porque aun cuando por el bautismo somos arrebatados del pecado y de la muerte, sin embargo, seguimos viviendo en ese mundo, seguimos viviendo en un mundo en el que existe el pecado y nos contagiamos del ambiente del mundo y por eso necesariamente tenemos que entrar purificándonos, purificándonos, acercándonos al Señor para que Él nos perdone nuestros pecados, para que Él vaya limpiando nuestro corazón”.
Al finalizar impartió la bendición especial. Los fieles de la parroquia estaban tan contentos que se acercaron para pedirle la bendición, a saludarlo, a cogerlo.
Lo invitamos a escuchar la homília completa a continuación:
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