Mons. Héctor López: Testimonio de fe, servicio, fraternidad y trabajo con la juventud
Con una vocación forjada en medio de una familia piadosa y de su formación académica con los Salesianos, tras 56 años de ministerio sacerdotal y 36 años de ministerio episcopal, monseñor Héctor Julio López Hurtado, obispo emérito de Girardot, continúa irradiando alegría, compromiso y pasión por la evangelización, especialmente en el trabajo con los jóvenes y la vida consagrada. Servicio que, desde hace algunos años, tras haberle sido aceptada su renuncia al gobierno pastoral de la Diócesis de Girardot, por razones de edad, brinda en la Diócesis de Engativá, por solicitud de monseñor Francisco Antonio Nieto Súa, obispo de esta jurisdicción eclesiástica.
“A Dios gracias por este servicio, porque yo digo: Si no hubiera tenido estas oportunidades -de seguir sirviendo-, yo no sé qué hubiera hecho…”, afirmó con notable emoción, acompañada de la experiencia de años de ministerio y compromiso con la pastoral y la acción evangelizadora en la Iglesia católica colombiana.
Actualmente, también sirve en la parroquia San Juan Bosco, en el norte de Bogotá. Acompaña a comunidades juveniles y vida religiosa presente en la zona.
“Me he sentido siempre feliz de haber escogido este camino, de haber trabajado bastantes años con la juventud en los colegios nuestros y en otros apostolados de muchas clases: misiones, encuentros juveniles, comunidades parroquiales, diócesis… A mí lo que más me gustaba era ir a visitar a las comunidades, contactar con la gente, transmitirles amistad, mostrarles de alguna manera el rostro de Dios”, manifestó en medio de una entrevista con los medios de comunicación de la Arquidiócesis de Bogotá, en la que compartió su inspirador testimonio de fe y servicio generoso.
Una vocación cultivada en su hogar, y una respuesta generosa al Señor
Oriundo de Tunja (Boyacá), monseñor Héctor recuerda con gran cariño el ejemplo de su mamá, mujer muy piadosa, a quien acompañaba siempre a la santa misa; y el testimonio de religiosos salesianos con quienes estudió y que le maravillaban al verlos siempre “metidos entre nosotros, trajinando, viviendo nuestra vida (…) Algo fue quedando en mí… me empezó a entrar el gustico. Entonces ¡Sí!, fui llamado por Dios; entiendo mi vocación desde ese momento”, siendo un niño de 11 años.
Dos anécdotas se destacan, de manera especial, en su historia vocacional:
La primera, una experiencia relacionada con el llamado que el Señor le hizo; y la otra, unas palabras proféticas de su madre el día de su ordenación.
“¿Cómo fue la vocación?”, narró: “Un día estaba en el Colegio Salesiano, en el patio, con una cantidad de compañeros de curso, unos 12, y empezamos a hablar qué queríamos hacer y ser… Uno dijo que iba a ser bombero, otro que torero, otro que no sé qué… En esos días, mi mamá nos contó que había llegado un tío de Estados Unidos, graduado de ingeniero. A mí se me quedó la palabra ingeniero y entonces dije: «voy a ser ingeniero», sin saber qué era.
En desarrollo de la charla, otro compañero dijo: «Yo me voy para Mosquera». Y, ¿qué eso?, le pregunté, y me dijo: «Es el Seminario de los Salesianos para ser sacerdote». En ese momento yo sentí que algo como que me subía, salía de mí y dije: ¡Yo también! ¡yo también! Y entonces llegué a la casa al mediodía y conté en la mesa, en ese momento éramos tres hermanos nada más; entonces mi papá serio me dijo: «Bueno, ustedes saben que yo nunca me he opuesto a lo que quieran ser, todo es que hagan las cosas bien». Mi mamá me dijo: «si va a ser un buen sacerdote Sí! si no, ni lo piense». Esas palabras me grabaron muchísimo”.
Fueron seis hermanos, de ellos, dos han dedicado su vida al Señor, al servicio a la Iglesia católica y a las comunidades: Mons. Héctor y su hermana, religiosa salesiana, quien vive en Bogotá.
Segunda anécdota que marcó su camino vocacional:
“La ordenación fue así… Yo estaba para venir a esta casa, que era del estudiantado teológico, pero el superior tuvo una necesidad de cambios de personal y me pidió que me quedara un añito más en ese trabajo que llamamos nosotros tirocinio, que es un tiempo de práctica pedagógica… Yo feliz, porque estaba trabajando con los muchachos…De otra parte, en ese tiempo había un compañero que estudió alemán por su cuenta y el padre que le ayudó se entusiasmó de ver su progreso y, entonces, le dijo al superior que iba a conseguir una beca para que él fuera a Alemania, el compañero le dijo: «que sean dos»… Y pues me llamaron que iba a Alemania”.
Estando en este país de Europa occidental, continuó su formación en un Seminario Salesiano que se proyectaba como internacional.
Emitió la profesión religiosa en la Sociedad Salesiana de Don Bosco el 29 de enero de 1958 y recibió la ordenación sacerdotal en Benediktbeuern el 30 de junio de 1968.
Ese día “tuve una alegría muy grande: Mi mamá pudo ir a la ordenación”, señaló, agregando: Allá a cada uno le colocaron una casulla para la celebración. A mí me tocó una de color morado; otros tenían blanco, rojo… era lo que se podía, porque éramos 22 para ordenar…. Bueno pasó todo, mi mamá no hablaba alemán, lógicamente no entendía nada, pero yo no sé de dónde sacó, nunca le pregunté, pero ese día me dijo: «¡Ay mijo!, dicen que el que se ordena de color morado llega a ser obispo», figúrese…”.
Desafíos y alegrías en el ministerio
Entre los desafíos de su ministerio destaca la evangelización, especialmente, en las ciudades y pueblos grandes donde la dispersión de la fe representa un reto constante. Sin embargo, encuentra su mayor alegría en la fraternidad y comunión con otros sacerdotes, así como en el contacto directo con las comunidades a las que ha servido.
Una mirada al conflicto colombiano
Al recordar su paso por las Diócesis de Granada y Girardot, monseñor López reflexionó sobre la complejidad del conflicto colombiano y el impacto de los grupos armados en las comunidades. A pesar de los desafíos y realidades que se tejen, destacó la resiliencia y la capacidad de perdón de las personas afectadas por la violencia; el trabajo para promover la educación en áreas remotas; así como la presencia, el servicio pastoral y evangelizador de la Iglesia católica.
Un llamado a la esperanza y al servicio
Sobre los retos relacionados con la participación de los jóvenes en la vida de la Iglesia y el acompañamiento en la maduración de su fe, el obispo enfatizó en la importancia de la paciencia, la persistencia y el trabajo en comunidad, creando redes humanas, experiencias compartidas, para reconectar con ellos.
Finalmente, refiriéndose a la respuesta vocacional, afirmó que "vale la pena decirle sí a Dios" y que el verdadero llamado es responder a un plan divino.
“Que bonito poder decirle, día a día: ¡Aquí estoy para hacer tu voluntad! Es pensar que es un llamamiento de Dios … Él siembra en el corazón, lo escoge, y uno simplemente responde; esa es la alegría”.
A continuación, entrevista a monseñor Héctor Julio López Hurtado, obispo emérito de Girardot:
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