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La Capilla Sixtina ya se encuentra en Bogotá

26 de abril de 2019
La Capilla Sixtina ya se encuentra en Bogotá

Una reproducción de la 'Capilla Sixtina', obra de Miguel Ángel Buonarroti, se encuentra por primera vez en Bogotá expuesta en la capilla del colegio Nuestra Señora del…

 Cuando Martin Biallas, fundador y CEO de Special Entertainment Events (SEE), visitó en el Vaticano la Capilla Sixtina, fue una experiencia que le dejó un sin sabor. Debido a las largas horas de espera, la incomodidad de poder admirarla en medio de centenares de personas, la imposibilidad de tomar una fotografía y los pocos minutos que duró la visita. 

Esta fue la razón por la que decidió crear una exhibición de la Capilla Sixtina que pudiera llevar por el mundo y que las personas lograran entrar en verdadero contacto con la obra de Miguel Ángel. 

La exposición tiene 34 reproducciones de tamaño real de los frescos que dejó plasmados Miguel Ángel en la bóveda de la Capilla Sixtina. La similitud con los frescos originales es tal que la exhibición lleva dos años recorriendo el mundo.

Los visitantes podrán sumergirse en la Capilla Sixtina gracias a un recorrido guiado, de textos explicativos, audio guías y también con una aplicación para celulares la cual, mediante tecnología de realidad aumentada, permitirá mezclar el mundo real con el virtual al enfocar la mayoría de las reproducciones.

La muestra ha recorrido, desde 2016 hasta la fecha, varios países del mundo como Estados Unidos, Austria, Alemania y Panamá. Estará expuesta hasta el 20 de mayo en la capilla del colegio Nuestra Señora Del Buen Consejo en Bogotá, ubicada en la calle 104 #17-22 en horarios de 9:00 a.m. a 7:00 p.m.

 

Capilla Sixtina

La Capilla Sixtina debe su nombre al papa Sixto IV della Rovere (1471-1484), que quiso edificar un nuevo ambiente de grandes dimensiones en el lugar donde surgía la “Capilla Magna”, aula fortificada de edad medieval, destinada a las reuniones de la corte papal. En ese tiempo la corte contaba

con unos 200 miembros y estaba compuesta por un colegio de 20 cardenales, representantes de las órdenes religiosas y de las familias más importantes, del complejo de los cantores, de un gran número de laicos y de criados. La construcción sixtina también debía responder a las exigencias defensivas de dos peligros que entonces amenazaban: la Señoría de Florencia, regida por los Médicis, con quienes el papa estaba en permanente tensión, y los turcos de Mahmut II, que en esos años amenazaban las costas orientales de Italia. Su realización empezó en 1475, año del Jubileo proclamado por Sixto IV, y se concluyó en 1483 cuando, el 15 de agosto, el mismo papa inauguró solemnemente la Capilla, dedicada a la Virgen de la Asunción. El proyecto del arquitecto Baccio Pontelli utilizaba hasta un tercio de su altura las paredes construidas en época medieval.

Según algunos especialistas, las medidas del aula (40,23 metros de largo, 13,40 de ancho por 20,70 de altura), tendrían la finalidad de reproducir las del gran templo de Salomón en Jerusalén, destruido por los romanos en el año 70 d.J.C.

La entrada principal de la Capilla, en el lado opuesto a la actual, más pequeña, está precedida por la grandiosa Sala Regia, destinada a las audiencias. Unas ventanas cimbreadas (arqueadas en la parte superior) aseguran la iluminación del ambiente y el techo, con bóveda en cañón, se une a las paredes laterales de lunetas (o bovedillas) y enjutas triangulares. El coro, en el lado derecho, en un tiempo alojaba a los cantores, mientras que el banco de piedra puesto sobre tres de los lados del salón -queda libre sólo el del altar- era para la corte papal. La refinada balaustrada quattrocentista coronada por candelabros, separa el ambiente reservado al clero del destinado al público. A fines del Cinquecento esta balaustrada fue trasladada hacia atrás para ampliar el primer espacio. La espléndida pavimentación en mosaico, aún hoy intacta, es de 1400, y sigue modelos medievales. Terminada la estructura arquitectónica en 1481, el papa Sixto IV llamó a los más famosos pintores florentinos, Botticelli, Ghirlandaio, Cosimo Rosselli y Signorelli; de Umbría, a Perugino y Pinturicchio para la decoración de la Capilla. Estos artistas decoraron las paredes laterales, divididas en tres franjas horizontales, y marcadas verticalmente por elegantes pilastras salientes.

En la parte inferior, los frescos imitan cortinas de brocado damasquinado con los escudos papales; en esta franja y sobre ellos se colgaban tapices (algunos de estos, obra de Rafael y de sus ayudantes en el segundo decenio

del Cinquecento, ahora se encuentran en la sala dedicada al artista en la Pinacoteca Vaticana); en la franja intermedia, la más importante, se pintaron escenas bíblicas con episodios de la vida de Moisés y de Cristo, ambos concebidos como libertadores de la humanidad; en la superior, a la altura de las ventanas, Sixto IV hizo que se incluyeran los retratos de los primeros pontífices en hornacinas monocromáticas: eran una demostración de la continuidad entre su mandato y el de sus antecesores. El cielo o techo de la Capilla, como muestra un famoso dibujo del Cinquecento, hoy en los Uffizi de Florencia, hasta la altura de las lunetas había sido decorado con estrellas doradas sobre fondo azul por el pintor Pier Matteo d’Amelia.

Tocó al sobrino de Sixto IV, el emprendedor Giuliano della Rovere, más tarde papa Julio II (1503-1513), hacer que se completaran las decoraciones pictóricas del interior de la Capilla y, en el ámbito de una grandiosa renovación de la ciudad, llamó a Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) a Roma. El artista, ya famoso en Florencia y al que della Rovere anteriormente había encargado otras obras, si bien mediando discusiones iniciales, aceptó decorar “al fresco” la bóveda. La obra fue realizada en cuatro años de duro trabajo, (de 1508 a 1512), y su tema es la historia de la humanidad en el período que precede al nacimiento de Cristo. La pintura de la pared con el “Juicio Final” fue realizada más tarde por el mismo artista: de 1536 a 1541, a petición del papa Paulo III Farnesio (1534-1549), que le había confirmado el encargo del anterior papa Clemente VII (1523-1534). Esta vez el tema representado es el Hado ineluctable, amenaza que se cierne sobre todos los hombres, pues sólo Dios es el árbitro del destino humano

 

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