«Que la Iglesia sea capaz de reconciliación en las periferias existenciales»

En su primer encuentro con los obispos de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), el papa León XIV insistió en la centralidad de la fe, la misión de paz y el compromiso por la dignidad humana como fundamentos del servicio episcopal.
Una marcada atención al tema de la paz, un objetivo alcanzable y no «una utopía espiritual», con programas de educación a la no violencia en las diócesis; iniciativas de mediación en conflictos locales; proyectos de acogida que «transforman el miedo en una oportunidad de encuentro»; cooperación con las autoridades civiles en las cuestiones más relevantes para el bien común; respeto de la dignidad humana frente a los desafíos que corren el riesgo de «aplastarla», como la IA, la biotecnología, los medios de comunicación social; diálogo con todas las realidades eclesiales (parroquias, asociaciones y movimientos) como espacios de «escucha intergeneracional»; y avance en el Camino Sinodal, sin miedo a hacer «opciones valientes, fueron aspectos destacados por el Pontífice durante la audiencia en el Aula de las Bendiciones, un espacio entre la Basílica y la Plaza, en la que participaron más de 200 obispos.
Que cada comunidad se convierta en "casa de paz"
En un momento cargado de tensiones internacionales y de violencia recrudecida, el Papa habló a la CEI instando a una «atención pastoral» sobre el tema para convertirse en «artesanos de paz en los lugares de la vida cotidiana». Centró su mirada en las parroquias, en los barrios, en las zonas del interior del país, en las periferias urbanas y existenciales, en todos esos lugares «donde las relaciones humanas y sociales se hacen difíciles y el conflicto toma forma, quizá de manera sutil, y aseguró, «debe hacerse visible una Iglesia capaz de reconciliación.
«Espero que cada diócesis pueda promover caminos de educación a la no violencia, iniciativas de mediación en los conflictos locales, proyectos de acogida que transformen el miedo al otro en oportunidad de encuentro. Cada comunidad debe convertirse en una “casa de paz”, donde se aprenda a desactivar la hostilidad a través del diálogo, donde se practique la justicia y se valore el perdón», insistió.
«La paz no es una utopía espiritual», concluyó el papa León, «es un camino humilde, hecho de gestos cotidianos, que entreteje paciencia y valentía, escucha y acción. Y que reclama hoy, más que nunca, nuestra presencia vigilante y generadora».
La persona es relación y misterio, no un sistema de algoritmos
El Pontífice pidió la misma presencia y vigilancia para todos aquellos «desafíos que cuestionan el respeto de la dignidad de la persona humana»: la Inteligencia Artificial, la biotecnología, la economía de los datos y los medios de comunicación social que «están transformando profundamente nuestra percepción y experiencia de la vida». Un escenario ante el que «la dignidad de la persona humana corre el riesgo de ser aplastada u olvidada, sustituida por funciones, automatismos, simulaciones». «Pero la persona no es un sistema de algoritmos: es criatura, relación, misterio». Por eso es urgente que «el camino de las Iglesias en Italia incluya, en simbiosis coherente con la centralidad de Jesús, la visión antropológica como instrumento esencial del discernimiento pastoral».
«Sin una reflexión viva sobre lo humano -en su corporeidad, en su vulnerabilidad, en su sed de infinito y capacidad de vinculación- la ética se reduce a un código y la fe corre el riesgo de desencarnarse».
Cultivar el diálogo
Otra de las recomendaciones de León XIV a la Conferencia Episcopal Italiana fue «cultivar la cultura del diálogo», porque, subrayó, «es bueno que todas las realidades eclesiales -parroquias, asociaciones y movimientos- sean espacios de escucha intergeneracional, de confrontación con mundos diferentes, de cuidado de la palabra y de las relaciones» y porque «sólo donde hay escucha puede nacer la comunión, y sólo donde hay comunión la verdad se hace creíble».
Avanzar en la sinodalidad
Citando a san Agustín, el Papa exhortó a los obispos italianos -que en marzo vivieron su Asamblea sinodal que finalizó con el aplazamiento de un documento final- a ir "adelante en la unidad, sobre todo pensando en el Camino sinodal.
«Permanezcan unidos y no se defiendan de las provocaciones del Espíritu. La sinodalidad se hace mentalidad, en el corazón, en los procesos de decisión y en los modos de actuar».
Cuidado de los laicos
«¡Miren al mañana con serenidad y no tengan miedo de las opciones valientes!» fue el aliento del Papa León. Nadie -añadió- podrá impedirles estar cerca de la gente, compartir la vida, caminar con los últimos, servir a los pobres. Nadie podrá impedirles que anuncien el Evangelio, y es el Evangelio lo que somos enviados a llevar, porque es lo que todos, nosotros los primeros, necesitamos para vivir bien y ser felices».
«Procuren que los fieles laicos, alimentados por la Palabra de Dios y formados en la doctrina social de la Iglesia, sean protagonistas de la evangelización en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en los ambientes sociales y culturales, en la economía y en la política».
Colaboración con las autoridades civiles
Recordando «el vínculo especial» que une al episcopado italiano con el Papa, León XIV aseguró que se inspira en «los principios de colegialidad» en el ejercicio de su ministerio junto a los prelados: «Colegialidad entre ustedes y colegialidad con el Sucesor de Pedro», dice, recomendando que el mismo principio de comunión se refleje también en «una sana cooperación con las autoridades civiles».
La CEI es, de hecho, un lugar de confrontación y síntesis del pensamiento de los obispos sobre las cuestiones más relevantes para el bien común. Cuando es necesario, orienta y coordina las relaciones de los Obispos individuales y de las Conferencias Episcopales regionales con estas Autoridades a nivel local
En una Italia en la que se extienden el secularismo, «una cierta desafección hacia la fe» y la crisis demográfica, el Papa León -citando primero a Benedicto XVI y luego a Francisco- pidió a los obispos “audacia” para «evitar acostumbrarse a situaciones tan arraigadas que parecen normales o insuperables». Es decir, pidió «profecía», de esa que «no exige lágrimas, sino opciones valientes, propias de una verdadera comunidad eclesial: llevan a dejarse “turbar” por los acontecimientos y las personas y a sumergirse en las situaciones humanas».
Un nuevo impulso a la evangelización
De ahí la llamada a «un renovado impulso en el anuncio y la transmisión de la fe», para poner «a Jesucristo en el centro» y, siguiendo la estela de la Evangelii gaudium, «ayudar a los hombres a vivir una relación personal con Él, a descubrir la alegría del Evangelio».
Este es el primer gran compromiso que motiva todos los demás: llevar a Cristo «en las venas» de la humanidad.
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