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Los divorciados casados civilmente pertenecen a la Iglesia

5 de octubre de 2014
Los divorciados casados civilmente pertenecen a la Iglesia

Después de escuchar la invitación del Papa a «hablar con valentía y escuchar con humildad», el Sínodo de la Familia dedicó la primera mañana a escuchar el extenso…

Ante los 253 participantes –cardenales, obispos, trece matrimonios, y laicos a título individual- , el cardenal húngaro, que sufrió en el pasado la persecución comunista, recordó que «no debatiremos cuestiones doctrinales sino prácticas, pues este Sínodo es de naturaleza exquisitamente pastoral».

Monseñor Erdö se refirió enseguida a los matrimonios en dificultad o rotos, y a los divorciados que han contraído un segundo matrimonio civil señalando que «sería erróneo concentrarse sólo en recibir los sacramentos; hay que mirar a un contexto más amplio».

Según el cardenal de Budapest, «hay que distinguir entre quien ha roto de modo culpable un matrimonio y quien ha sido abandonado. La Iglesia debe cuidarlos de modo particular. Los divorciados casados civilmente pertenecen a la Iglesia y tienen el derecho a ser acompañados por sus pastores».

Al mismo tiempo dejó bien claro que «aunque el amor haya desaparecido, el vínculo matrimonial es indisoluble mientras vive uno de los esposos». Respondiendo a algunas posturas alarmistas, el cardenal Erdö reafirmó «la sacramentalidad del matrimonio y su indisolubilidad. No está en cuestión la doctrina de la indisolubilidad, reconocida incluso por quienes han tenido un matrimonio fracasado y buscan un nuevo inicio».

Compatible con esa certeza es facilitar el proceso de reconocimiento de la nulidad matrimonial en los casos donde se hubiese dado pues los tribunales eclesiásticos no «anulan» matrimonios sino constatan que fueron nulos por algún defecto, incluso en casos en que los contrayentes hayan convivido largo tiempo y tengan hijos.

Pero Erdö insistió también en que el Sínodo debe ocuparse de todos los temas, mirar a la familia con esperanza y misericordia, y anunciar la belleza de la fidelidad incluso cuando la cultura dominante la socava de modo continuo.

A pesar de las dificultades y de la falta de apoyo estatal en muchos países, «la familia es casi la última realidad acogedora en un mundo determinado casi exclusivamente por las finanzas y la tecnología. Una nueva cultura de la familia puede ser el punto de partida para renovar la civilización humana».

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