León XIV destaca el valor de la obediencia como escuela de libertad en el amor

El Papa León XIV ha destacado el valor del voto de obediencia de los institutos de vida religiosa como “una escuela de libertad en el amor”, que pone los cimientos de la fidelidad más allá del sentimiento.
Durante un encuentro con participantes en los Capítulos Generales y Asambleas de diferentes congregaciones e institutos, el Pontífice reflexionó acerca de “algunos aspectos unificadores” del legado de los fundadores de los Misioneros de la Preciosa Sangre, la Sociedad de María (maristas), los Frailes Franciscanos de la Inmaculada y las Ursulinas de María Inmaculada.
En primer lugar, subrayó la importancia de la vida en comunidad “como lugar de santificación y fuente de inspiración, testimonio y fuerza en el apostolado”.
A este respecto, León XIV expuso a los presentes: “No en vano el Espíritu Santo inspiró a quienes os precedieron a uniros a las hermanas y hermanos que la Providencia había puesto en su camino, para que en la comunión de los buenos se multiplicaran y crecieran. Así fue al comienzo de vuestras fundaciones y a lo largo de los siglos, y así sigue siendo ahora”.
En segundo lugar, León XIV puso énfasis en el valor de “la obediencia como acto de amor” en el contexto de la consagración religiosa.
Apoyándose en palabras de San Agustín, recordó que la obediencia es hija de la caridad: “No creo lo que se aferra a la tierra si no veo lo que cuelga de la rama. ¿Tienes caridad? Muestrame su fruto. Déjame ver la obediencia” decía el santo de Hipona.
León XIV admitió que “hablar de obediencia no está muy de moda”, porque se considera que supone una renuncia a la propia libertad.
“No es así”, afirmó, antes de explicar que “la obediencia, en su sentido más profundo de escucha activa y generosa del otro, es un gran acto de amor con el que se acepta morir a sí mismo para que el hermano pueda crecer y vivir”.
“Profesada y vivida con fe, traza un camino luminoso de donación, que puede ayudar mucho al mundo en que vivimos a redescubrir el valor del sacrificio, la capacidad de relaciones duraderas y una madurez en el estar juntos que va más allá del ‘sentir’ del momento para cimentarse en la fidelidad. La obediencia es una escuela de libertad en el amor”, añadió.
El tercer aspecto destacado por el Pontífice está relacionado con la “atención a los signos de los tiempos”, que definió como una mirada “abierta y solícita a las necesidades reales de los hermanos” sin la que las congregaciones presentes no habrían existido.
“Vuestros fundadores y fundadoras fueron personas capaces de observar, evaluar, amar y ponerse en camino, aun a riesgo de grandes sufrimientos, aun a costa de perder a los suyos, para servir a los hermanos en sus necesidades reales, reconociendo en la necesidad del prójimo la voz de Dios”, recordó el Pontífice, quien animó a trabajar “en la memoria viva de esos comienzos valientes” para identificar sus potencialidades “tal vez aún inexploradas, para ponerlas en valor al servicio del ‘aquí y ahora’”.
Al despedirse de los religiosos, León XIV alabó el trabajo escondido que desempeñan: “Queridos amigos, sé cuánto bien hacéis cada día, en tantas partes del mundo, un bien a menudo desconocido a los ojos humanos, ¡pero no a los de Dios! Os doy las gracias y os bendigo de corazón, animándoos a continuar vuestra misión con fe y generosidad”.
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