Tanto San Mateo 24 como San Marcos 13, ponen en boca de Jesús un discurso conocido como escatológico, apocalíptico o sobre la parusía, que no tiene la finalidad de describir el futuro, sino de orientar a los discípulos hacia él e invitarlos a vivirlo en vigilancia, con lucidez, a estar en vela, a no dormir. Lo que importa en definitiva no es el cómo será ni el cuándo, sino cómo vivimos aquí y ahora.
Jesús habla a sus discípulos sobre su venida al final de los tiempos, al final de la historia del mundo, y los invita a estar atentos, vigilantes, haciendo camino como generadores de esperanza, madurando, reavivando todos los días la experiencia de Dios.
Lo que caracteriza al cristiano es su manera de enfrentarse a la vida desde la esperanza arraigada en Cristo. Si pierde esa esperanza, lo pierde todo. Ya no es cristiano. A Jesús le preocupaba que el fuego inicial se apagara y sus seguidores se durmieran.
Vivir atentos a la realidad; despertarnos a la fe con responsabilidad personal y social; la comunidad cristiana tiene que vivir en tensión de espera, espera activa y comprometida, y no como espectadora pasiva de la historia, como extraña a la tarea de construir el Reino de Dios y el sentido más profundo de nuestra vida. No puede desentenderse del diario acontecer como quien cae en un olvido ingenuo; vivir más atenta a la presencia misteriosa pero real de Dios entre nosotros; enfrentar esa realidad enraizada y edificada en Cristo Jesús.
Dicho con otras palabras, no podemos vivir ajenos a la venida del Señor en el diario vivir, ajenos a la injusticia, al crimen y a la corrupción generalizada, a los dolores de parto del mundo, a la idolatría, a la rebeldía del hombre contra Dios.
El llamado del Evangelio de este primer domingo de adviento es a despertar y a vivir con lucidez: “Vigilad, velad, estad preparados”. Nunca es tarde para escuchar la llamada de Jesús a vivir vigilantes, a liberarnos de tanta frivolidad, de tanto circo, y a asumir la vida con honestidad, con seriedad y una buena dosis de responsabilidad personal, familiar y social.
Discernimiento de los signos de los tiempos que estamos viviendo en la Colombia de hoy: no lamentos sino vigilancia activa, esperanza, madurez, lucidez. Vivamos así este tiempo de Adviento.
Padre Carlos Marín G.
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