Monseñor Rueda: 'Implementación puede ser lenta pero no podemos retroceder'
En entrevista con la agencia SIR, de la Conferencia Episcopal Italiana, monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, expresó sus opiniones sobre el quinto aniversario de la firma del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y la antigua guerrilla de las Farc-Ep.
Durante el diálogo sostenido con la agencia, monseñor afirmó que si bien la implementación de los acuerdos puede ser lenta, "no podemos dar marcha atrás".
Reproducimos la entrevista, en su totalidad:
Pregunta: han pasado cinco años desde la firma del Acuerdo de Paz. ¿Qué balance se puede hacer de estos años? ¿Hubo efectivamente pasos adelante?
Monseñor Luis José Rueda: primero, el grupo mayoritario de hombres armados se desmovilizó y eso ya representa en las regiones una menor presencia de conflicto armado, por un lado; por otro lado, ellos entran al escenario político y ese escenario político es el escenario propio del aporte para el país.
Pero además, en estos cinco años hemos visto también tristemente la muerte de muchos excombatientes y de muchos líderes sociales, así como el resurgimiento de otros conflictos; sin embargo, hemos tenido grandes aprendizajes con dolor y estamos llamados a tomar impulso, a seguir con esperanza, a seguir aportando. La implementación puede ser lenta pero nosotros no podemos retroceder.
Pregunta: podría decirse que en varias regiones del país, como el suroccidente, el Pacífico, el norte antioqueño y el Catatumbo, aún no conocen la paz y siguen siendo zonas de guerra, sin presencia del Estado, bajo control de los narcos, paramilitares y guerrilla. ¿Por qué, en su opinión, la paz no llegó a las periferias? ¿Qué hacer al respecto?
Monseñor: estas periferias del país que no han conocido la paz, están bajo el imperio del narcotráfico, y el narcotráfico financia la guerra; esto hace que las zonas donde estaban las antiguas Farc hayan sido copadas por nuevos grupos que tienen este interés de adueñarse de las tierras y de adueñarse del tránsito del narcotráfico hacia el exterior. Por lo tanto, allí siempre habrá armas, allí habrá grupos y personas que están dedicadas a estos trabajos ilícitos y que van a victimizar a las comunidades, que las empobrecen, que las desplazan, que las maltratan y que están asesinando; esta es una realidad muy triste, pero es el resurgimiento o el avance de grupos preexistentes al Acuerdo de Paz.
Pregunta: ¿Hay algo que se pueda hacer al respecto?
Monseñor: sí, el Estado tiene la obligación de trabajar por una paz positiva, por una paz en la que todos podamos aportar, y dar nuestro granito de arena; pero además una paz que se construye con un buen programa social, que incluya salud, que incluya educación, que incluya vías, que incluya atención a estas zonas. Hay unos territorios del país que realmente están muy abandonados por el Estado, creemos que ahí hay que hacer presencia, una presencia social e integral que será la respuesta al conflicto.
Pregunta: en su opinión, en este tema de la paz, ¿por qué cree que no cesan la polarización y la confrontación política?
Monseñor: Colombia no es una isla y así como en toda América Latina hay estos problemas de polarización... estás tendencias que buscan el poder desde una óptica u otra, también en Colombia.
"No se trata en la Comisión de la Verdad de condenar a otros, sino de poner sobre la mesa las verdades que desconocemos y que fueron la causa profunda del conflicto".
Pero Colombia tiene una óptica acentuada de conflictos que no ha sido superada, esto no es nuevo, esto es el resurgimiento de aquellos viejos partidos que también hacían de la contienda electoral un tiempo de polarización y Colombia ha vivido muchas guerras civiles.
Esperemos que esto no nos conduzca a estos conflictos, esperemos que aún en medio de la diversidad de pensamientos, en vez de caminar hacia polarizaciones, hacia odios y divisiones busquemos desde la diversidad la comunión, la unidad, el bien común y la solidaridad, que sería el camino para mejorar nuestro país.
Pregunta: se amplió por un año más el trabajo de la Comisión de la Verdad, presidida por el padre Francisco de Roux. ¿Qué esperar de este trabajo?
Monseñor: primero, agradecer al padre De Roux, a los miembros de la Comisión de la Verdad y a todos los que han aportado; y segundo, estamos esperando que podamos encontrar con estos caminos de verdad, de reconocimiento de los errores que los hemos cometido todos y que tenemos que hacerlo todos, porque no se trata en la Comisión de la Verdad de condenar a otros, sino de poner sobre la mesa las verdades que desconocemos y que fueron la causa profunda del conflicto, para que podamos entender lo que nos pasó y para que podamos a futuro corregir y avanzar en un país en paz, en un país que asume las responsabilidades, en un país que es capaz en medio de las diferencias buscar la unidad.
Pregunta: ¿Qué puede seguir ofreciendo la Iglesia Católica en este camino de paz? Ya que varias veces ha derramado su sangre, pero al mismo tiempo se ha pedido perdón por las falencias de la Iglesia sobre la paz... ¿Nos explica esta toma de posición?
Monseñor: la Iglesia es una convencida del diálogo, de la reconciliación y la paz. En todos los estamentos de la Iglesia, desde los presbíteros, los obispos, los diáconos y los laicos, hemos estado totalmente comprometidos sufriendo los avatares de la guerra y del conflicto. Hemos puesto mártires hombres y mujeres, obispos, catequistas, laicos, sacerdotes; ellos han muerto por esta atroz guerra que lleva muchos años y que esperamos que algún día termine.
Hemos pedido perdón por aquellas omisiones que hayamos cometido, pero también, estamos diciendo que nosotros seguiremos convencidos de que el camino de la reconciliación en Colombia es el camino del diálogo, del perdón, del escucharnos y del compromiso integral de todos los estamentos de la sociedad, y en eso queremos y podemos contribuir como Iglesia.
Pregunta: ¿Está optimista por el futuro? ¿Qué se puede esperar para el país en los próximos años?
Monseñor: tengo un valor, es una virtud y que la cultivamos entre todos los bautizados, y es la virtud de la esperanza, es una virtud teologal, es Dios mismo el que nos anima, el que camina con el pueblo en medio del sufrimiento y dice el Salmo: ‘Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo’. Estoy convencido de que el Señor camina con Colombia y que camina con todos aquellos que estamos dispuestos a darlo todo por nuestro país, por lo tanto yo vivo de la esperanza de tiempos mejores, de historia nueva, de historia de paz y reconciliación en nuestro país, de historia nueva, de historia de paz y reconciliación en nuestro país.
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