En el contexto de la Jornada Mundial de las Misiones, celebrada el domingo, 24 de octubre, monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, recordó que “todos los bautizados, hombres y mujeres, que caminamos siguiendo a Cristo, como Pueblo de Dios, somos llamados, tenemos una vocación misionera”.
En esta línea, señaló tres elementos de la vocación misionera que orientan la respuesta generosa y comprometida a este llamado.
1. La alegría de la misión:
Retomando las lecturas del día, el arzobispo, refiriéndose al profeta Jeremías, capítulo 31, y al salmo 125, afirmó que, como se narra en el pasaje bíblico, al igual que a los desterrados, a los despojados, a quienes vienen llorando, el Señor, hoy nos dice: “Yo los consolaré y los guiaré. Es el Dios misionero, el Dios que no se cansa de mostrarnos el camino del Reino. El camino de la vida, el camino del amor verdadero”.
Ante este amor misericordioso, agregó, “nosotros deberíamos gritar de alegría al saber que Dios, a través de hombres y mujeres, ha anunciado el Reino, la Buena Noticia, nos ha dado la gracia de los sacramentos, nos ha puesto en camino de salvación”.
Centrándose, luego, en el salmo, monseñor Rueda, precisó: “cuando el Señor hizo volver a los cautivos, a los desterrados, nos parecía soñar. Hay momentos en la vida en los que nos parece estar soñando: cuando regresa un hijo a casa, cuando encontramos empleo, cuando tenemos la posibilidad de la vivienda, cuando terminamos un estudio, cuando somos capaces de superar un problema… En estos momentos, la boca se nos llena de risa por Dios, la lengua de cantares por la alegría de Dios… Y eso lo cantan los misioneros, hombres y mujeres, es la alegría misionera”.
“Debemos sentirnos un pueblo de Dios en camino y el motivo de nuestra alegría, caminante y peregrina, es Dios mismo”.
Esta alegría, continúo, no desconoce los desafíos de la misión, no desconoce a tantos mártires que han entregado su vida por anunciar la Buena Noticia; sin embargo, no podemos desfallecer, “sigan sembrando, anunciando el Reino en su familia y en todo lugar, a pesar de las dificultades, porque el Señor produce fruto abundante de esa tarea suya y esa es nuestra mayor alegría”, insistió.
2. Estamos llamados a poner nuestro corazón y nuestra vida frágil en Jesús, el misionero del Padre, que pasa junto a nosotros:
“El Señor Jesús, que pasa por la vida de Jericó y de este hombre ciego, pasa también por su casa, por su familia. Todos los días pasa junto a nosotros. Tenga las pruebas que tenga, sepa que el Señor está pasando junto a usted y que esa es una oportunidad maravillosa, porque Jesús no se queda quieto, porque Jesús Resucitado sigue caminando a través de sus misioneros, hombre y mujeres. Él pasa a través de nuestra vida, se acerca a nuestra fragilidad como a la fragilidad del ciego; nos escucha cuando clamamos en medio de nuestro dolor, se detiene, dialoga con nosotros, responde a nuestra necesidad, se interesa por nuestra vida, transforma nuestra vida (…) Es el paso misionero y salvador de Jesús de Nazaret”.
De este elemento de la misión, también hace parte, señaló, el recordar que la misión no solo se realiza en lugares apartados, sino en nuestra cotidianidad, en la familia, el barrio, el colegio, la universidad, el trabajo. “Necesitamos que haya muchos más misioneros que quieran entregar su vida, incluso, que aguanten la persecución, la difamación, que aguanten el rechazo, la oposición, porque le estamos sirviendo al misionero mayor, a Él le entregamos nuestra vida, al que murió en la cruz, al que resucitó, al que camina con nosotros porque vive y nos da vida abundante”.
3. Quien se encuentra con Jesús recobra la luz:
“Bartimeo es una persona o una comunidad, que se encuentra con Jesús y pasa de las tinieblas a la luz”.
“(…) Muchos de nosotros podemos estar en un mundo en tinieblas. Nuestra familia, la sociedad, la humanidad entera, pueden tener muchas oscuridades, pero en medio de esa oscuridad pasa una luz, es el hijo de la Virgen María, es la luz que dice: el que me sigue no camina en tinieblas, eso lo descubrió este hombre que estaba al borde del camino y empezó a gritar y a orar. Por eso, quiero pedirles a ustedes, en su familia, oren con insistencia, no se cansen de orar. En ocasiones creemos que Dios no escucha nuestra oración, pero sí la escucha. Jesús se detiene, Jesús escucha su grito. Es una voz, dice el papa Francisco, que hay en el corazón de cada ser humano. Todo hombre o mujer, niño, joven, adulto, el que está privado de la libertad, el que está sin empleo, el que está en dificultad, tiene una voz en lo profundo que es un clamor de fe, a veces frágil, a veces con duda, no interesa… Clame con valentía, grite con valentía, con perseverancia…ore, no se canse de orar, es el mensaje de Bartimeo”.
Tras explicar estos elementos de la misión, monseñor Luis José ánimo a aceptar el llamado misionero, a través del que el Señor nos manifiesta su amor y nos dice “levántate familia, levántate humanidad, que el Señor te llama para que pases a la luz verdadera”.
Escuche homilía completa a continuación:
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