Conmemoración de los 38 años del holocausto del Palacio de Justicia
En la Catedral Primada de Colombia se celebró una eucaristía presidida por monseñor Paolo Rudelli, Nuncio Apostólico en Colombia, en la conmemoración de la toma del Palacio de Justicia hace 38 años por parte del M19.
La ceremonia en recuerdo de las víctimas del holocausto del Palacio de Justicia fue presidida por monseñor Paolo Rudell, Nuncio Apostólico en Colombia, y concelebrada por el señor cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y primado de Colombia. Entre los asistentes a la eucaristía se encontraban familiares y amigos de las víctimas, representantes del gobierno nacional, fuerzas militares y de la Policía Nacional.
Retomando el evangelio, según San Mateo, en el pasaje bíblico de las Bienaventuranzas, monseñor Paolo Rudelli recordó que “la memoria que compartimos y que queremos mantener viva no es una simple reconstrucción histórica, porque estamos hablando de seres queridos, de los sufrimientos de sus familias. Hablamos de nosotros, de nuestra propia historia, de nuestra sociedad colombiana, que ha sido marcada por estos hechos que dejaron huellas de profundo dolor”, sin embargo, en medio de esta realidad es importante no perder de vista la promesa de nuestro Señor: “Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados”.
En esta línea monseñor Rudellí, explicó que, si bien, “hacer memoria es algo constitutivo del ser humano”, que le permite asumir integralmente el propio pasado como condición indispensable para estar en el presente, “con la verdad de lo que somos”, es fundamental que esa memoria esté unida a nuestro llanto.
“Para que esta memoria pueda ser fructífera, para que sea portadora de esperanza de un futuro mejor, tiene que estar unida a nuestro llanto. Sin el llanto tendríamos una memoria fría, acusadora, hasta vengadora, que se limita a apuntar con el dedo”, advirtió precisando que: “Si fueran mis palabras podrían ustedes enojarse, escandalizarse o mover la cabeza, y seguir adelante, pero es nuestro Señor Jesucristo quien nos lo dice: <<Dichosos los que lloran porque el Señor mismo los consolará>>, << dichosos los que lloran porque su llanto es una piedra angular sobre la cual se puede construir una ciudad y una civilización nueva>>.
“El llanto de tantas víctimas, nuestro llanto hoy es también un deseo de justicia”.
“El ataque de 1985 fue un ataque a la suprema sede de la justicia y sus representantes, y muchos profesionales de la justicia está presente aquí. Todos conocemos la definición clásica de justicia: dar a cada uno lo suyo, a cada uno lo que se le debe…dar a cada uno lo que le corresponde es la tarea cotidiana de los que trabajan en el ámbito de la justicia, en especial manera de ustedes que están llamados a establecer lo que, de acuerdo a la ley, es justo para cada uno… Sin embargo, ¿qué significa, frente a tragedias de tal magnitud como la que hoy recordamos, hacer justicia, darle a cada uno lo que se le debe? ¿Qué es lo que podamos dar a los que perdieron un ser querido? Sin duda, el deber de la verdad, sin duda una reparación necesaria y, sin embargo, esto no es suficiente”.
“A los que cometieron crímenes se les puede punir, pero cómo podrá esto reparar daños que son irreversibles”.
“Para los que han cometido errores de juicio, con o sin culpa, no hay vuelta atrás. Estamos entonces prisioneros del mal. Frente a estos dilemas no hay respuestas sencillas”.
No obstante, prosiguió, se debe perseverar en ese ideal de justicia, que “se presenta al mismo tiempo como un deber imprescindible y como una empresa que podemos alcanzar solo parcialmente, con nuestras fuerzas humanas”.
“No podremos reparar jamás lo que ha sido destruido, no podemos hacer retroceder el reloj de la historia, sin embargo, hay un camino de esperanza, hay una luz que camina en las tinieblas; y esta luz es precisamente la memoria que queremos mantener viva, para que desde ella pueda nacer en todos nosotros el hambre y sed de una justicia más grande”.
Finalmente, el representante del Papa Francisco en país, exhorto a trabajar en un renovado compromiso por la justicia, la reconciliación y la unidad.
“Que, a través de nuestro llanto, pueda brotar una semilla de reconciliación, un renovado compromiso, con el fin de alcanzar en nuestra sociedad, que a cada uno se les de lo que es suyo… Esto requiere el esfuerzo de todas las instituciones propias de un estado democrático, y de todas las fuerzas vivas de la sociedad civil, de todos los hombres y mujeres de buena voluntad”.
“Podremos dar de verdad a cada uno lo suyo cuando todas las instituciones del estado se pongan siempre más al servicio de los ciudadanos, respetando los derechos fundamentales de todos; cuando el sistema económico cese de generar exclusión; cuando todos puedan tener un trabajo digno; cuando todas las personas y grupos marginados se les reconozca su dignidad; cuando todos nosotros comencemos a ser más solidarios con los más pobres”.
“Hoy, al reconocer y honrar a los que han sufrido injustamente queremos comprometernos, todos juntos, en la construcción de una sociedad más justa y fraterna”.
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