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#217016

Unámonos a la fiesta de la Santa Cruz

3 de mayo de 2021
Cruz de Mayo
Imagen:
Grupo folklorico Cartagena
El 3 de mayo, en muchos países del mundo se conmemora “la cruz de mayo".

Esta tradición popular tiene sus orígenes desde tiempos antiguos en Jerusalén y se sigue festejando en varios pueblos de habla hispana.

Así mismo, con motivo de la visita apostólica del Papa Francisco a Colombia y del encuentro de oración por la Reconciliación Nacional, en Villavicencio en septiembre de 2017, los obispos de Colombia acordaron crear el “Día de la Reconciliación, el tres (3) de mayo, Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz”, para que, a través de la oración, la reflexión y el encuentro, experimentemos el amor y la misericordia de Dios Padre que nos acompaña y nos reconcilia con Él mismo, con los hermanos, con nosotros y con la casa común y, así, nos convirtamos en protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de paz.

La también llamada “Fiesta de las cruces” se celebra en ciudades de España, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Paraguay, Perú, Trinidad y Tobago, Argentina, Colombia y Venezuela. En muchos de estos lugares adornan las cruces con coloridas flores, se realizan procesiones, bailes o se venera el madero en los cerros o lugares visibles para toda la población.

Por otra parte, en la ciudad de Bogotá, la Secretaría Distrital del Ambiente (SDA) está invitando a utilizar otros materiales para celebrar la Fiesta de la Santa Cruz y proteger el laurel De Cera, con lo que se elaboraban estas cruces  tradicionalmente. Únete con el Hashtag #ProtegeElLaurelDeCera

A continuación un artículo especial sobre este tema, desde la coordinación para el cuidado de la casa común, por el  Diácono Alirio Cáceres Aguirre, de la arquidiócesis de Bogotá:

¿El árbol de la cruz o la crucifixión de un árbol?

La tradición cultural ha llevado a utilizar las hojas de una especie de los bosques alto andinos que se llama “Laurel de cera”. No faltan razones: el laurel se asocia a la victoria (recordemos la famosa “corona de laurel”). “Con esta cruz vencerás” fue la frase por la que se dice que el Emperador Constantino se acercó al cristianismo. Además, el Laurel de cera es un  árbol que se encuentra a disposición en nuestros cerros orientales. Pero, los datos científicos registran impactantes daños que los católicos estamos causando por esta práctica centenaria. Por cortar ramas para satisfacer nuestros intereses, afectamos a todo el árbol en una época en que está en fase reproductiva. Es decir que, por expresar nuestra fe en el Creador, un solo día, truncamos la posibilidad de generar vida en su creación todos los días.

El Laurel de Cera cumple una importante misión en la restauración de los suelos erosionados, tiene una gran capacidad de fijar Nitrógeno, es decir de abonar la tierra y evitar que haya deslizamientos. Además, sus frutos son alimento de aves que ayudan con su excremento a dispersar las semillas y así reverdecer nuestros cerros. ¡Cuántas veces en época de invierno los deslizamientos de tierra han ocasionado pérdidas humanas y materiales!

En esa “eco” -lógica, el Papa Francisco nos recuerda  que « Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea, que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos la­mentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación ».(LS 89) Pero, ¿significa esto que renunciamos a nuestra fe? ¡Jamás de los jamases! Al contrario, es un tiempo para reafirmar aún más nuestra apasionada opción por la vida (Jn 10,10)

Un primer paso es conocer los argumentos científicos que nos invitan a recapacitar y a buscar alternativas con “humildad” y “valentía creativa” como San José.

Un segundo aspecto es reconocer que otros eran los tiempos cuando nuestros abuelos podían utilizar las hojas del Laurel sin mayores impactos en los ecosistemas. Pero ahora somos millones de personas, consumiendo obsesivamente objetos que tardan cientos de años en descomponerse o cientos de décadas en restaurarse. ¡Estamos al borde del colapso! Y la “naturaleza” ahí, limitada, finita. Llega un momento en que se quiebra y ya no tiene capacidad de rehacerse naturalmente.

Por eso, con la inteligencia de la fe podemos asumir soluciones amigables con el ambiente como, por ejemplo, elaborar la Cruz de Mayo en amero de mazorca. “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular” (Mt 21, 42; Sal 117,22). Convertimos un residuo a punto de volverse basura, en un hermoso homenaje a quien nos amó hasta el extremo y pagó con precio de sangre el perdón de nuestros pecados. Además, rescatando culturalmente un alimento que nuestros ancestros han considerado sagrado. Y lo mejor, custodiando la vida de un hermano árbol que también es creatura del Señor, y salvaguardando el verdor y firmeza de los cerros a través de los cuales baja el agua, se regula el clima y se armoniza el ambiente de nuestra preciosa ciudad.

Sin duda, la bendición de la cruz concebida de esta manera es más coherente con la vida, pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Nuestra misión como discípulos misioneros del Evangelio implica ser custodios de la casa común. ¡Qué bonito ejemplo para las nuevas generaciones si detrás de la puerta, al entrar a un negocio o en la huerta presentamos la ofrenda, fruto de nuestro trabajo, en la que recordamos que “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”!

La dimensión social de la Evangelización nos obliga a poner nuestras ideas en orden, romper la autoreferencialidad del antropocentrismo desviado e irresponsable y convertir nuestras costumbres depredadoras en hábitos coherentes con la custodia de los ciclos de la vida. Demos un gran giro, asumamos un nuevo rumbo y dejemos que Jesús nos ponga el ritmo. El Plan “E” también es “E”cológico. La Ecología Integral abona un nuevo estilo de eclesialidad y nos remite a una renovada espiritualidad.

Por fidelidad al árbol de la cruz en donde estuvo clavada la salvación del mundo, no crucifiquemos el Laurel de Cera. Más bien, permitamos que florezca en su primavera. Que Nuestra Madre y Maestra María, “nos ayude a ver el mundo con ojos más sabios” (LS 241) y a fortalecer nuestra adhesión a Cristo, que “hoy está vivo en cada criatura con su gloria de resucitado. Alabado sea.” (Cf.LS 246 – Oración cristiana con la creación)

 

 

 

 

 

Fuente:
OAC-ACI Prensa-CEC
Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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