Levántate, sobre ti Bogotá, resplandece el Señor
- Quiero hacerles una propuesta para esta semana: sean Misioneros, sean Misioneros ustedes. Tomen una pequeña misión, una brevísima misión.
- Todos los bautizados, hombres y mujeres de todos los lugares del mundo, los que creemos en Cristo Jesús, tenemos una vocación, una llamada.
- ¡Levántate, sobre ti resplandece el Señor! el Señor del amor, el Señor de la reconciliación y de la fraternidad.
- El ADN de nosotros los bautizados es un ADN espiritual misionero y el Señor ha dicho ‘yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo’.
- La Iglesia no está para excluir a los demás sino para llamar a muchos en el mundo a la reconciliación, al diálogo, al perdón, a la dignidad, a la paz, a encontrar en Cristo el plan de salvación.
Hoy es un domingo muy hermoso -como todos los domingos- pero hoy empieza en nuestra Arquidiócesis la semana vocacional.
Todos los bautizados, hombres y mujeres de todos los lugares del mundo, los que creemos en Cristo Jesús, tenemos una vocación, una llamada. Para algo nacimos, pero además tenemos una misión que cumplir en esta vida: nacimos para una tarea en nombre del Señor.
Todo viene del mismo Dios, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, porque Dios es misión de amor, Dios Padre es misión de amor, creándolo todo y amándonos, por amor nos ha creado a su imagen y semejanza; su hijo Jesucristo es misión de amor dando la vida en la cruz y resucitando para darnos salvación, es misión de amor redentor y, el Espíritu Santo, es misión de amor acompañando la Iglesia con los dones, con los carismas necesarios, con la valentía y con la sabiduría para anunciar la presencia de Dios entre nosotros; el Espíritu Santo es una misión de amor santificante y por eso, el Señor Jesús, al enviar sus discípulos les dice: ‘se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra’, está hablando el Resucitado, está hablando el que venció la muerte, está hablando el que pasó por la cruz para darnos salvación y le dice los discípulos ‘se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra’ y los envía ‘vayan, vayan y hagan discípulos de todos los países del Mundo, de todas las razas, hombres y mujeres, hagan discípulos en el nombre del Padre misionero del amor, en el nombre del Hijo misionero de la redención; en el nombre del Espíritu, misionero del amor. […]
Bautizar es sumergir, es meternos en la comunión misionera y amorosa del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo… y miren cómo la primera lectura nos está hablando de una manera positiva; ya el profeta Isaías dice: levántate, sobre ti Jerusalén resplandece el Señor. ¡Qué bonita esa palabra para Colombia, para nuestra ciudad, levántate! Es una voz de Dios en medio de las dificultades de la humanidad, de los cinco continentes; en todos los lugares hay dificultades de toda índole.
¡Levántate, sobre ti resplandece el Señor! el Señor del amor, el Señor de la reconciliación y de la fraternidad; y luego, en la segunda lectura dice San Pablo a los romanos que la misión necesita labios, pero sobre todo necesita corazón, y que el corazón y los labios estén conectados; dice: ‘si crees con el corazón -y eso va dirigido a usted como bautizado hombre, mujer, a su familia- si crees con el corazón en Cristo Jesús, si realmente llevas allá dentro de tu corazón a Cristo, el verdadero Salvador de la humanidad, el redentor de la humanidad, el hijo de Dios nacido en el vientre de la Virgen María, si los llevas en tu corazón lo vas a profesar con los labios y no hay que tener miedo de hablar en nombre de Cristo y decir la verdad y de anunciarla con los labios’, pero es que esos labios vayan conectados con el corazón para que seamos coherentes y lo que hablan los labios es porque lo tenemos allá en el fondo de nuestro corazón, por eso en la carta a los romanos, Pablo nos está diciendo a todos nosotros que la misión es de corazón y que la misión es de anuncio, es de labios, de obras, es de comportamientos… es una misión con todo lo que somos en nuestra vida y el Señor Jesús está haciendo una promesa: Qué hermoso, qué hermosa promesa ‘Yo estoy con ustedes todo los días hasta el fin del mundo’ que puede pasar a usted y a su familia nos puede pasar a cualquiera de nosotros que nos sentimos solos que nos sentimos como abandonados que a veces sentimos como el deseo de reclamarle al Señor ‘Pero dónde estás’ -como dijo Marta la hermana de Lázaro Si hubieras estado aquí mi hermano no hubiera muerto. Si hubieras estado aquí no hubiera pasado esta enfermedad, esta tragedia, este dolor en mi familia y en mi pueblo.
Pero el Señor está con nosotros Él lo ha dicho, lo promete y cumple con su familia y con la humanidad entera, con la Iglesia misionera, porque la Iglesia es misionera toda. Usted y yo. No solamente nosotros los sacerdotes y las religiosas, usted como papá, usted como mamá, los jóvenes, los niños. El ADN de nosotros los bautizados es un ADN espiritual misionero y el Señor ha dicho ‘yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo’.
Hermanos, la frase que eligió el papa Francisco para esta jornada mundial de las misiones -y saludo a todos los servidores de Obras Misioneras Pontificias en Colombia, en el mundo, al padre Alexis- a las religiosas y a todos los que sirven en Obras Misionales Pontificias- la frase que eligió el Papa es muy bella: Aquí estoy, envíame. Aquí estoy, envíame es una frase del Profeta Isaías que conecta con lo que hace el padre César (padre César Carrillo) promoviendo las vocaciones y lo que hacen muchos y muchos promotores vocacionales en Bogotá y en el mundo es decirle a los jóvenes: Dios los está llamando, Dios le da sentido a su vida. La vocación es responderle a Dios nos hace felices. […] Aquí estoy Señor, envíame: como diciendo estoy disponible, estoy disponible para esa misión de amor, con el corazón, con los labios, con lo que soy, con lo que tengo, incluso con mis pecados, con mis fallas, pero estoy dispuesto a ir contigo, Señor y es que Él nos da fortaleza y la promesa del Señor ‘Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo’ yo le estoy pidiendo al Señor que nos ayude a todos los bautizados encontrar esa misión dentro de la familia, dentro de la iglesia y dentro de la sociedad, porque dentro de la familia, porque su familia en su iglesia doméstica misionera papá y mamá son misioneros dentro de la familia; pero también los hijos y todos tienen una tarea misionera dentro del hogar-iglesia doméstica misionera que es la suya y allí está el señor con la promesa ‘Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo’.
Su familia debe decirle al Señor ‘aquí estamos como familia. Envíanos Señor y sabemos que donde nos envíes estarás tú todos los días hasta el fin del mundo’.
A mí me llamó mucho la atención encontrar esposos jóvenes que son misioneros de sus hijos, les enseñan a orar, les enseñan a los niños pequeñitos a amar a la santísima Virgen María, a conocer la
Palabra, a amar a los hermanos, a cuidar la casa común. Papás y mamás misioneros de sus hijos, abuelos misioneros de sus nietos, de sus bisnietos. Misioneros en todas partes, desde el hogar, desde la familia.
Toda la Iglesia está llamada a ser misionera y yo le pido al Señor que nos dé muchas vocaciones a la vida consagrada, hombres y mujeres religiosas y religiosos que vengan, que sean obreros del Señor, que sean constructores del reino y le pido al Señor que a nuestro seminario de Bogotá y a los seminarios de Colombia, nos dé muchas vocaciones y que no se cansen, que no se cansen los promotores vocacionales porque el Señor responde a esa llamada y a esa necesidad: le pedimos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies, obreros verdaderos, obreros felices, obreros dispuestos a trabajar con el Señor y con la comunidad, porque toda la Iglesia es misionera: su parroquia, su párroco, usted… usted que es catequista, usted qué es servidor cantando en su parroquia, usted que acompaña a los enfermos, las religiosas que son de clausura y los religiosos, también allí sin salir de su claustro son misioneros.
Cada uno de nosotros tiene una misión dentro de la Iglesia y ese espíritu renueva y hace santa y feliz a la Iglesia. […]
La Iglesia no está para excluir a los demás sino para llamar a muchos en el mundo a la reconciliación, al diálogo, al perdón, a la dignidad, a la paz, a encontrar en Cristo el plan de salvación. María santísima fue misionera. Ella, siendo la reina, se hizo servidora, se hizo sencilla, se puso en camino, proclamó las maravillas del Señor. Ella es modelo para todos nosotros de esa misión que necesita el mundo y que necesita nuestro país. Una misión se realiza para conocer, amar y servir a Cristo. Esos tres verbos: conocer a Cristo el misionero, amar a Cristo el misionero y servir y anunciarlo con la vida, con los labios y con el corazón, anunciar con palabras y con obras que Cristo está entre nosotros.
Quiero hacerles una propuesta para esta semana: sean Misioneros, sean Misioneros ustedes. Tomen una pequeña misión, una brevísima misión. Como estamos en el mes del Rosario, mes de las misiones, semana vocacional, quiero proponerles: enséñale a alguien a rezar el Rosario. Esta semana he visto un signo muy bonito, en Colombia muchos niños de 5 o 10 años, niños y niñas rezando el Rosario. Eso significa que tienen un papá y una mamá o unos abuelos que son Misioneros y que les enseñaron los misterios del Rosario y cuando los niños aprenden los misterios del Rosario están aprendiendo la síntesis de la vida del misionero mayor, que es Cristo Jesús, y lo hacen tomados de la mano de la Virgen María. Enseñar el Rosario a alguien, rezar el Rosario con calma con alguien esta semana… Hágalo por amor, anuncie el reino con sus labios, con su oración, con su cercanía, con su amistad y seremos entonces misioneros de la vida, de la verdad, del diálogo que necesita Colombia, de ese diálogo social y de la dignidad; seremos misioneros de la casa común y del hogar y además misioneros de la comida, porque muchos están sufriendo hambre y es necesario ser misioneros de la comida compartida, del pan compartido y los demás misioneros de la salud y de la sabiduría de la salud, porque hay mucha enfermedad, porque hay mucho COVID y necesitamos ser misioneros de los buenos hábitos de cuidarnos y de cuidar a otros y eso sea hace con sabiduría.
Misioneros del trabajo y del techo, porque hay muchas personas sin techo y sin trabajo y felicito a aquellos que le permiten a algunos trabajar y les ayudan para que dignamente puedan ganarse el pan de cada día; son misioneros del techo y del trabajo, pero además necesitamos misioneros de la alegría y de la amabilidad, porque en medio de las dificultades y de los conflictos usted y yo tenemos el Espíritu Santo y debemos ser misioneros de la alegría, misioneros de la amabilidad en la familia, en la iglesia y en la sociedad: aquí estoy Señor, envíame.
Yo sé que tú estarás -con la Virgen María- todos los días hasta el fin del mundo, amén.
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