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Un hombre muy divertido

9 de diciembre de 2024
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Vida Nueva

En el anecdotario del clero de Bogotá se cuenta que un cura párroco deseaba realizar una peregrinación con sus “viejitas” de la parroquia al santuario de Chiquinquirá. El obispo de allí era en aquel entonces monseñor Héctor Gutiérrez Pabón, a quien desde las épocas del seminario lo llamaban “Candelo”, por su cara bastante enrojecida. El señor cura llamó al señor obispo y le dijo suplicante: “Monseñor, voy a peregrinar con mis viejitas a Chiquinquirá y necesito pedirle un favor muy especial”. El obispo se mostró favorable y dijo: “¿Qué quieres viejo?” A lo cual el cura respondió: “Que me las haga llorar con su predicación”. Él, muy orondo contestó: “Cuenta con eso”. Y así fue. El día primero, y el día segundo y todos los días sus cosas eran así. Candelo, con todo respeto, fue un hombre muy divertido, alegre, descomplicado, de buen humor y el mejor relacionista público que ha tenido la Iglesia en Colombia en toda su historia.

No quisiera que pasara este momento de la partida de monseñor Gutiérrez Pabón sin que recordáramos su tipo de personalidad alegre, de buen humor y nunca aburrida. Ya los prelados y las instituciones han resaltado su vida de pastor, servidor de Dios y de la Iglesia, mediador de paz entre los feroces esmeralderos y otras cosas de no menor importancia. Pero a este buen obispo lo distinguió en su vida cotidiana su manera de ser muy atractiva, un ser humano que le veía la parte buena a todo, que a través de su fogosa predicación despertó y alentó la fe de miles de personas en Bogotá, Cali, Chiquinquirá. También fue un gran capellán del colegio alemán en Bogotá y un formador muy simpático en el Seminario Mayor de Bogotá. Y buen párroco. Además, sabía hablar inglés, y con esto pudo llegar a más personas que el común de pastores que, por ignorar esta lengua universal, hemos perdido ciertos areópagos y capas de la sociedad.

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En los muchísimos escritos que hay en la Iglesia sobre el sacerdocio y sobre el sacerdote en concreto, se extraña un poco una insistencia mayor en que esta vocación y este servicio son todavía más fructíferos si quien ha sido llamado y consagrado es una persona alegre, espontánea, de risa fácil, jocoso y de relaciones humanas fluidas y generosas. Héctor Gutiérrez dejó que en su vida sacerdotal y episcopal fluyera libremente su personalidad fresca, agradable, risueña, tomadora del pelo. Y, además, también sabía reírse de ciertos trascendentalismos que a veces invaden el ser de los sacerdotes y que los vuelven lejanos e incomprensibles para el común de los mortales.

Por la forma de ser del “cura Candelo”, como lo llamaban sus alumnos, también era un domador de temperamentos irascibles, como el que tiene a veces quienes ascienden a las jefaturas en la Iglesia. O sea, aquellos superiores que en su ejercicio pastoral se vuelven de un genio terrible. Para monseñor Gutiérrez Pabón ninguno de ellos le inspiraba temor y sí más bien ocasión de hacerles ver divertidamente la inutilidad de desgastarse con semejantes malos humores que lo único que logran es crear abismos impasables entre los prelados y su clero, y los fieles también. Y malos humores que labran unas soledades pobladas de aullidos. O sea que en este sentido Gutiérrez Pabón hizo una gran obra de caridad con los prelados para que, moderando sus temperamentos, gozaran de mayor aprecio entre quienes los rodeaban. Claro está que hizo lo que se pudo.

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Finalmente, digamos que monseñor Héctor Gutiérrez Pabón fue siempre el hombre auténtico, natural, humano, conversador. No posaba de nada ni tenía predicaciones nasales ni piedades almibaradas. Era el que era y eso lo puso al servicio de Dios y de la Iglesia en su sacerdocio y episcopado. Y fue bien recibido en todos los lugares y comunidades en las cuales sirvió. 

Un buen recuerdo nos dejó “Candelo” y su alegría proverbial no deja de ser un signo providencial en tiempos en que los obispos y sacerdotes la han dejado escapar un poco o la han refundido en un ministerio que a veces está como cubierto de mucha hojarasca que opaca la vida. Un buen descanso eterno, y ojalá divertido, para monseñor Héctor Gutiérrez Pabón … del clero de Bogotá.

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
Fuente:
Dirección- El Catolicismo.com.co
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