Siempre a favor de la vida
La eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable”. Esta es la enseñanza clara de la Iglesia acerca de la eutanasia, fundada en la Sagrada Escritura, que ordena taxativamente no matar, y en la sabiduría que la Iglesia ha acumulado en más de dos mil años de acompañamiento a la humanidad por los difíciles caminos de la vida.
Esta defensa de la vida, desde su concepción natural hasta su muerte natural, es propia de los verdaderos cristianos y creyentes en el Dios de la vida, el Dios bíblico, el Dios manifestado en Jesucristo.
En Colombia se ha expedido recientemente una nueva reglamentación para la práctica de la eutanasia, la cual ha sido propuesta como un derecho. No debe quedar ninguna duda para los cristianos de que esta práctica, aunque sea legal, es absolutamente inaceptable desde el punto de vista moral.
Nadie, lo enseña la Iglesia, tiene poder para determinar la muerte de ninguna persona en ninguna circunstancia. De ahí que haya crecido, no solo en la Iglesia sino en la legislación de la mayoría de países, el rechazo a la pena de muerte. Aunque en apariencia habría muchos motivos, sobre todo a causa de sufrimientos muy severos, para pensar que la eutanasia tiene alguna razón de ser, realmente no es así y la fragilidad de toda persona debe suscitar otros sentimientos y actitudes de las demás personas, de las familias, las instituciones de salud y del Estado.
No se puede acusar a la Iglesia de insensibilidad ante el sufrimiento grave. Por el contrario, es la cercanía, que desde siempre ha tenido la Iglesia con los que más sufren, la que la conduce a pensar que en la fragilidad, en la extrema fragilidad, es cuando más cercanía, misericordia y amor se debe manifestar a las personas.
Hoy, como nunca antes, la ciencia ha dotado a la comunidad de medios muy potentes para aminorar el sufrimiento físico y psicológico. Es imposible pensar en que no exista ningún nivel de sufrimiento en la vida, pues los seres humanos son limitados y están sujetos a condicionamientos a veces muy difíciles de soportar. Pero esto no debe dar paso a unas actitudes de desesperanza y, en últimas, de violencia contra el que sufre gravemente, bien sea de parte de la familia, del cuerpo médico o del Estado.
Está claro que una persona con sufrimientos muy severos puede no gozar de plena lucidez para tomar una decisión supuestamente libre para dar por terminada su vida.
Y más allá del caso particular de la eutanasia, Colombia debería volcar todas sus fuerzas a crear una profunda cultura de la vida. Es increíble que teniendo tantos enemigos de la vida y tantas muertes que no deberían suceder en el país, se ahonde esta cultura anti-vida que no hace más que situar a Colombia y a su población como una comunidad muy compleja en el panorama mundial.
Miles de homicidios al año, abortos innumerables, atentados terroristas, muertos por inseguridad en campos y ciudades, tasas de accidentalidad altísimas, hambre en aumento, narcotráfico asesino, etc, ¿no son acaso suficientes razones para pensar que ya basta de tanta muerte y crueldad con los colombianos y que obliga a todos, pero sobre todo a los dirigentes de la nación, a crear unos horizontes más esperanzadores y solidarios con los que sufren? Creemos firmemente que debe ser así.
Fuente Disminuir
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