Revuelo por el Papa
La semana pasada, los medios internacionales sorprendieron al mundo con titulares como: “El Papa apoya las uniones civiles entre homosexuales” o “el papa Francisco respalda las uniones del mismo sexo” u otros, todavía más escandalosos como “El Papa, partidario del matrimonio homosexual”. El origen de la noticia fue unas palabras del Papa relativas a la llamada unión civil entre personas del mismo sexo.
A medida que la noticia se difundía, las interpretaciones sobre el alcance de sus palabras se caracterizaron por su carácter contrastante. Para algunos, el Papa simplemente estaba abogando porque ningún homosexual fuera expulsado de su casa, para otros, las palabras del Papa significaban el reconocimiento de un cierto valor de las relaciones entre homosexuales.
Lo primero que hay que señalar es que el escenario de las palabras del Papa es complejo: está ubicado dentro de un documental sobre la vida del Papa, producido por un ruso, documental que trae a colación apartes de una entrevista concedida por el Papa a una periodista mexicana, ocurrida en el 2019. Puede suceder, entonces, que en medio del proceso editorial del documental, las palabras del Papa, fuera de su contexto, la entrevista completa, no reflejen con claridad y de manera integral su pensamiento actual sobre el tema.
En cualquier caso, habría tres criterios para buscar el sentido de las palabras del Papa:
En primer lugar, el alcance de lo que dijo, a juzgar por la literalidad de lo que apareció en el documental: “Lo que tenemos es que crear una ley de unión civil. De esa manera están cubiertos legalmente. Defendí eso”. El Papa hace referencia a su postura en la época en que, como arzobispo de Buenos Aires, rechazó la inclusión en el ordenamiento legal argentino del matrimonio homosexual. El arzobispo Bergoglio en interlocución con la dirigencia política de su país, se refirió a la posibilidad de que en el ordenamiento legal, los legisladores incluyeran la figura de la unión civil (no matrimonio) entre personas del mismo sexo. La bondad de esta figura radica en la posibilidad de darle un cubrimiento legal a ciertos derechos que las sociedades van reconociendo a las uniones de hecho entre personas, como, por ejemplo, los derechos patrimoniales o la posibilidad de intervenir en las decisiones médicas relativas a alguno de los convivientes.
Ahora bien, reconocer la posibilidad de la incorporación de la figura de la unión civil (no matrimonio) en la legislación civil que emana autónomamente del Estado, no significa per se reconocerle un valor moral positivo, desde el punto de vista de la enseñanza moral de la Iglesia, a las relaciones estables de parejas homosexuales. Por otra parte, no le corresponde a la Iglesia diseñarle el marco legal a las sociedades pluralistas, sino enriquecer el debate social con su reflexión y, al mismo tiempo, admitir la autonomía del Estado y de sus órganos.
En segundo lugar, la fidelidad del Pontífice a la enseñanza moral de la Iglesia sobre el tema: la unión de pareja, tal y como Dios la soñó, es la unión complementaria entre el hombre y la mujer: “Hombre y mujer los creó”. En segundo lugar, solo la unión del hombre y la mujer, es matrimonio y debe, por lo tanto, ser objeto de todas las prerrogativas y consideraciones que la unión matrimonial amerita por su papel en el crecimiento y desarrollo de la sociedad. La adopción de niños por parte de parejas homosexuales no debe ser admitida en las legislaciones civiles, en función de rodear a los niños de las mejores condiciones para su desarrollo. Su magisterio, sobre estos temas, desde la época en que era Arzobispo de Buenos Aires no da lugar a equívocos.
En tercer lugar, es necesario situar estas palabras del Papa y sus gestos, dentro de su preocupación y solicitud misericordiosa por los que sufren, por los marginados y excluidos de la sociedad. El principio fundamental de la dogmática y de la moral cristiana es la misericordia, como lo ha subrayado en diversas ocasiones el Pontífice. Todavía, pese a los desarrollos culturales, los homosexuales pueden sentirse excluidos y son objeto de vejámenes de diversa índole.
No hay que dejarse alarmar, entonces, por titulares que reflejan más los intereses de grupos deseosos de generar una nueva ética, ni por la actitud de quienes ven en las palabras y gestos del Papa una amenaza para la integridad de la fe.
Fuente Disminuir
Fuente