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Nunca la violencia

10 de octubre de 2023
Imagen:
lanacion.com.ar - AP

Un nuevo hecho de violencia atroz conmueve al mundo: el ataque del grupo Hamás contra Israel. Miles de cohetes cayendo sobre este país y matando civiles inocentes por centenares. Secuestros, destrucción y todo aquello que es capaz de producir el odio enfermizo. La consigna no parece ser nada diferente a causar muerte, dolor, angustia, agonía.

Israel, como era de suponer, se ha activado totalmente para defenderse y ahora ataca ferozmente a su adversario. Una nueva guerra sobre el planeta; y las guerras, por donde quiera se les mire, son siempre un desastre, causa de infinitos sufrimientos, tanto para los ganadores como para los vencidos. Ahora surge de nuevo el reto para el mundo entero de tratar de sentar a estos dos adversarios para conversar y construir la paz. No parece que vaya a ser ni fácil ni pronto.

Algunas personas y grupos, algunas facciones políticas y ciertas naciones, los extremistas de cualquier orden, siempre encuentran una razón para acudir a la violencia. La crueldad es lo que los mueve. Se trata de hacer sufrir para lograr sus objetivos, sean estos racionales o no. No hay miramientos con nadie. No les importa si quien va a sufrir es un niño, un anciano, una familia, una comunidad una persona con impedimentos, nadie.

En Colombia la historia de la violencia valiéndose del secuestro, la desaparición, los campos de prisioneros en las selvas y otros horrores corroboran lo dicho. Ahora, en la guerra contra Israel, no importa a los violentos si sus armas letales caen sobre casas de familia, lugares de recreación, calles concurridas, lugares de oración. Se trata de causar el máximo dolor posible.

Es supremamente complejo tratar de desactivar a los violentos pues, como ya se anotó, sus mentes fundamentalistas y fanáticas, no quieren ver ni entender nada diferente a lo que el odio les sugiere. Para los violentos todos sus fines y objetivos justifican su modo de actuar. Y, sin embargo, todo el que pueda debe tratar de hacerles entender que nada justifica sus ataques a la vida de las personas.

Las naciones, las instituciones internacionales, las organizaciones religiosas, las ONG, las Naciones Unidas, los presidentes de las naciones democráticas, los medios de comunicación y todo el que detente algún poder racional, tienen la obligación de insistir obstinadamente para que los que asesinan en nombre de cualquier causa, dejen de hacerlo, respondan por sus crímenes y entren en la razón humana para resolver los problemas por el uso de esta facultad y no de la animalidad pura y simple.

Pero mientras esto sucede, que, como ya se anotó será cosa siempre difícil y toma mucho tiempo, las personas y las comunidades tienen derecho a defenderse con las leyes nacionales e internacionales, con las armas legítimas de los Estados, con alianzas de protección y con todas las medidas disuasivas para poner en cintura a los fanáticos de la violencia. No hace ningún bien a la humanidad dando, de modo explícito o soterrado, razones para justificar el asesinato indiscriminado de hombres y mujeres, sean estos niños, jóvenes, ancianos o simples ciudadanos. Es inadmisible toda forma de violencia, mucho menos contra personas que no hacen partes de fuerzas armadas y que sencillamente son tomadas como objetivos para causar daño, presionar decisiones, dar muestras de fuerza.

Aunque sea como predicar en el desierto, desde la Iglesia se dirá una y otra vez que nunca la violencia será solución de nada y que no hace sino generar más violencia.

Habrá que repetirlo hasta el fin de los siglos porque la injusticia de Caín sobre Abel parece querer repetirse indefinidamente en la historia de los seres humanos de siempre. Entretanto, oramos al Señor de la vida por el don inestimable de la paz.

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
Fuente:
Dirección-El Catolicismo
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