Murió el pasado viernes 26 de mayo, en Bogotá, monseñor Hernán Jiménez Arango, miembro muy distinguido del clero de la Arquidiócesis de Bogotá y director de El Catolicismo por muchos años. Hacía ya casi 20 años gozaba de la condición de emérito, al finalizar su servicio pastoral en la parroquia de Santa Beatriz, la cual pastoreó por 30 años.
Monseñor Jiménez había nacido en Berlín, Alemania, en el año 1926, pues su padre era el embajador, en aquel entonces, de Colombia en la nación germánica. Según contaba él mismo, su padre era de Paipa, Boyacá, y su madre era antioqueña.
Recibió la ordenación de manos de monseñor Emilio de Brigard, el 15 de agosto del año 1949, fiesta de la Asunción de la Virgen María, a la cual profesó un especial amor y devoción. Su vida sacerdotal se prolongó por casi 74 años, siempre al servicio de la Iglesia en Bogotá. En esta prestó muy diversos servicios: párroco, capellán, director de El Catolicismo, miembro del colegio de consultores.
Además de los estudios filosóficos y teológicos en el Seminario de Bogotá, también se recibió en derecho canónico en la Universidad Lateranense de Roma. Fue también un gran amante de la historia y su amplia biblioteca, que hoy reposa en el Seminario de Girardot, da testimonio de ello. La discreción, la austeridad y la vida sencilla fueron notas que distinguieron su vida sacerdotal en todo momento.
Cabe un comentario aparte sobre su labor de pensador, escritor y director de El Catolicismo, este órgano de comunicación de la Arquidiócesis de Bogotá que desde el siglo XIX refleja la vida de esta iglesia particular. Dentro de este medio de prensa, monseñor Hernán Jiménez, junto con el entonces padre Mario Revollo Bravo, luego cardenal de la Santa Madre Iglesia, hicieron un esfuerzo notable por poner sobre la mesa temas complejos como las reformas del Segundo Concilio Vaticano, la cuestión social tan agitada en los años 60 y 70, el mismo modo de funcionamiento de la Iglesia y el ejercicio de la autoridad en ella. Estos y otros temas causaron enorme revuelo dentro de una Iglesia como la que peregrina en Colombia, por aquel entonces caracterizada por un espíritu enormemente tradicional y con dificultad grande para adaptarse a los cambios que se experimentaban en la Iglesia universal y en todo el mundo.
La honradez intelectual del binomio Revollo – Jiménez les costó, no solo el ser retirados de El Catolicismo, sino quizás una mirada de sospecha de algunos superiores. Pero, al mismo tiempo, los situó como faros de pensamiento entre el clero de Bogotá y quizás a nivel nacional.
Monseñor Jiménez fue un observador detallado y también crítico de la vida de la Iglesia, esto último, siempre incomprendido. Hay que valorarlo como un gran servicio, y como están las cosas hoy en día, habría que señalar que la baja capacidad autocrítica que tantas veces se ha dado en la Iglesia, ha sido la causa de muchos problemas que hasta el día de hoy generan dolor en la comunidad creyente y que, con un poco de humildad de parte de los cuestionados, quizás se habrían podido evitar o superar a tiempo.
Sin embargo, para monseñor Jiménez, la dureza con que fue tratado en aquel entonces, no le significó para nada disminuir su amor por la Iglesia ni por el sacerdocio. De hecho, después aceptó regresar a El Catolicismo nada menos que como director y por muchos años.
En este sentido, Jiménez Arango llevaba en su alma la formación del clero de Bogotá, que, salvo algunas excepciones, siempre se ha caracterizado por una vida sacerdotal en perfecta comunión con cada arzobispo, una obediencia irrestricta y un cierto sentido de buen humor que le permite reírse un poco de las vicisitudes de la vida, tanto la personal como la eclesial.
Y así llegó, quien fuera director de El Catolicismo, al final de sus días en paz y tranquilidad, seguro de la eterna misericordia de Dios. El arzobispo Primado, señor Rueda Aparicio, junto con el cardenal Salazar Gómez, los obispos Sarmiento Angulo y Suescún Mutis, unos veinte sacerdotes y numerosos feligreses, lo despidieron en una sobria celebración, el sábado 27 de mayo de 2023 en la Parroquia de Cristo Rey. Descanse en paz.
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