La Sagrada Escritura, tesoro de la Iglesia
El efecto más maravilloso de toda la relación actual de la Iglesia con la Palabra de Dios ha sido el descubrir el amor que los fieles sienten por la Biblia, que es la…
Uno de los grandes logros en la Iglesia, especialmente a partir del Concilio Vaticano II, ha sido la recuperación de la centralidad de la Palabra de Dios en todo su ser y misión. Y decimos recuperación pues por diversas razones históricas, la Sagrada Escritura fue expuesta antes con mucha cautela a los fieles laicos y esto la convirtió en cierta manera en algo distante de ellos y su lugar fue ocupado por otras realidades de evidente menor importancia. El papa Francisco, en continuidad con acciones similares de sus predecesores, ha entregado a la Iglesia, el pasado 30 de septiembre, día de San Jerónimo, un nuevo documento, en forma motu proprio, titulado Aperuit illis (Les abrió) y en el cual establece que el domingo III del tiempo ordinario, “esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios” (#3).
La finalidad del Pontífice con esta carta apostólica es insistir en la necesidad de que la Palabra de Dios, la Sagrada Escritura, ocupe la centralidad que le corresponde en toda la vida de la Iglesia y de cada bautizado en particular. El documento, a la vez que trata de incentivar la relación con el texto sagrado, recoge de alguna manera una práctica ya constante e importante en la vida actual de la Iglesia y de los creyentes, cual es la de llevar siempre la Palabra de Dios a todo momento y acontecimiento eclesial y personal. Por fortuna, hoy en día no existe prácticamente ningún acontecimiento litúrgico y eclesial, que no esté iluminado por la Palabra de Dios. Los mismos laicos han multiplicado los grupos bíblicos, las universidades católicas han situado la Sagrada Escritura como uno de sus ejes de estudio y las editoriales católicas no cesan de imprimir versiones bíblicas cada vez más cercanas al lenguaje y comprensión de todas las gentes.
El efecto más maravilloso de toda la relación actual de la Iglesia con la Palabra de Dios ha sido el descubrir el amor que los fieles sienten por la Biblia, que es la expresión más habitual entre ellos. Las redes sociales han sido un canal muy efectivo, por ejemplo, para que miles de personas se enteren a diario de las lecturas de cada día en la eucaristía, para que escuchen las explicaciones que de ellas hacen sacerdotes, predicadores, religiosas, teólogos, etc. Se han multiplicado las iniciativas que ponen en manos de los laicos misales sencillos que también presentan los textos sagrados de la liturgia a miles de lectores, acompañados de explicaciones doctas e iluminadoras. Prácticamente no existe hoy parroquia que no tenga alguna propuesta bíblica para la comunidad y así la Palabra de Dios se siente cada vez con más fuerza en la Iglesia católica.
Esta carta del Santo Padre es un muy buen regalo para la vida actual de la Iglesia. La confirma en su tarea centrada en la Palabra revelada, la centra en ella misma y suscita una reflexión en todos los ámbitos eclesiales y en todos los bautizados para mirar hasta dónde o no, coinciden esa Palabra santa y la vida concreta de la comunidad y las personas. Es también este documento pontificio una reafirmación de que en el orden de la espiritualidad cristiana existe una jerarquía de elementos y sin duda la Palabra de Dios ha de ocupar un lugar de preminencia. En la Iglesia, Palabra y sacramento son realidades inseparables y de primer orden. La Iglesia sabe que Cristo es la Palabra encarnada. Hacer un nuevo énfasis en cuestiones tan importantes sirve para que siempre, pero más en esta época saturada de comunicaciones y palabras de origen desconocido, los fieles cristianos continuemos en la bella tarea de escuchar más a Dios, abrir el entendimiento, y poner por obra toda palabra que salga de la boca de Dios.
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