La Amazonía sube al escenario
El papa Francisco ha sido, junto con todo el tema ecológico, un verdadero buen lector de los signos de los tiempos. La preocupación por una ecología integral ha entrado…
Ha concluido recientemente en Roma la Asamblea Especial para la Región Panamazónica o el Sínodo Amazónico y de sus labores ha surgido un extenso documento de 120 párrafos. Este ha de servir al papa Francisco para que redacte uno nuevo con su autoridad apostólica que sirva de guía para implementar lo que crea conveniente de lo que el Sínodo le propone a él y a la Iglesia universal.
En todo caso, el sínodo ya logró algo muy importante tanto en su convocatoria como en su realización y es el haber puesto el tema de la Amazonía a la vista, no solo de la Iglesia, sino prácticamente de todo el planeta. En esto el papa Francisco ha sido, junto con todo el tema ecológico, un verdadero buen lector de los signos de los tiempos. La preocupación por una ecología integral ha entrado de lleno a la reflexión eclesial y a través de ella a muchas otras instancias de reflexión política, económica, étnica.
Una primera lectura del documento del Sínodo para la región panamazónica deja la buena impresión de que la Iglesia se metió de lleno en el tema de la preocupación por la situación de esta región y de sus habitantes, que son alrededor de 33.600.000, de los cuales unos dos y medio millones son indígenas. La preocupación tiene que ver prácticamente con todo lo que está sucediendo dentro de la Amazonía: la deforestación sin límites, la extracción de las riquezas sin consideraciones de ninguna índole por la naturaleza y sus habitantes, el desplazamiento forzado de los pueblos amazónicos, los nuevos colonialismos, la pobreza extrema de muchas comunidades que las amenaza incluso con su extinción, etc. Y la preocupación, en un acto valiente de autocrítica, por la forma como la Iglesia y otras iglesias han operado sobre este territorio y sobre sus habitantes, que, en no pocas ocasiones, tuvo que ver más con destruir que con construir sobre las semillas del Verbo puestas por el Creador en esta parte del mundo.
El Sínodo ha recogido miles de voces, tanto en su fase preparatoria como en su realización en Roma. Y quizás este sea un elemento que deba ser valorado en su inmensa riqueza. No ha sido un sínodo clerical, sino realmente bautismal, es decir, donde las más diversas voces de los bautizados y las bautizadas, expresaron sus opiniones, posturas, críticas y sugerencias, siempre en un ambiente de respeto y comunión eclesial. A medida que se van juntando todas estas voces hay temas que van tomando especial relevancia, no solo para la Iglesia en esa zona del mundo, sino en toda la geografía eclesial: la participación de la mujer, la creación de nuevos ministerios eclesiales, el otorgamiento del orden sacerdotal a hombres ya casados y pertenecientes a las comunidades locales, el fortalecimiento del diaconado permanente, la validación de ritos litúrgicos de acuerdo con las culturas autóctonas, etc. Todos son temas para estudiar con detenimiento, pero que comienzan a tener una gran fuerza en la reflexión de la Iglesia y que con toda seguridad van a abrir nuevos modos para que la Iglesia avance en su misión a favor de estos pueblos, asumiendo lo que en ellos hay acorde con la Palabra revelada y la enseñanza de Jesucristo.
También se descubre en el documento final del sínodo amazónico un gran acento sobre la sinodalidad, es decir, sobre este modo de trabajo en la Iglesia que incluye miles de voces y que se abre a todos los temas que tienen que ver con la vida humana, con la ecología integral y con todo aquello que salva o degrada al ser humano y a su casa común, el planeta Tierra. Este sínodo lleva la mano maestra del papa Francisco y habría que preguntarse si a través de una asamblea como esta, Su Santidad no está llevando a cabo una reforma radical de toda la Iglesia, apoyado en los miles de voces laicales que lo acompañan y animan, y evitando encontrarse con el muro de los ambientes de gobierno de la Iglesia que, por diversas razones, no pueden ver desde el centro lo que realmente sucede y se necesita en la periferia eclesial. Porque no se puede diseñar una nueva Iglesia para la Amazonía que no termine por iluminar, si las cosas salen bien, a tantos sectores eclesiales que hoy parecen flaquear por falta de vida y de entusiasmo apostólico. En conclusión: el sínodo amazónico puede inyectarle una bocanada de aire fresco a toda la Iglesia y con ello quedaría confirmada la afirmación de que la Amazonía es el pulmón del mundo, incluso de la Iglesia.
Imagen: Vatican News
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