Elección para reflexionar
Lo que en principio debe estar claro para la Iglesia en Bogotá es que una porción muy grande de los habitantes de la ciudad, la mayoría de ellos católicos también, ven…
El resultado de la elección para la Alcaldía de Bogotá, que dio como ganadora a la señora Claudia López, pone sobre el escenario de la ciudad capital un nuevo orden de cosas. Aunque en sus primeras declaraciones ha asumido un tono sereno y conciliador, de todos es sabido que su talante es vehemente y batallador. Y seguramente así se desempeñará como burgomaestre de la ciudad de Jiménez de Quesada. Y representan ella y sus seguidores una visión de la vida, de las personas y de la misma ciudad, que deben ser objeto de sesuda reflexión por parte de la arquidiócesis de Bogotá. Lo que en principio debe estar claro para la Iglesia en Bogotá es que una porción muy grande de los habitantes de la ciudad, la mayoría de ellos católicos también, ven hoy las cosas de un modo nuevo, diferente, retador, que pone a prueba la visión tradicional de la realidad, que es propia en muchas ocasiones de la mirada desde la Iglesia.
Quienes han ganado la Alcaldía de Bogotá se amparan bajo la sombrilla de lo verde. Sienten un respeto y devoción por el medio ambiente como una de sus premisas de acción más relevantes. Manejan los temas de género al dedillo, en la teoría y sobre todo en la práctica. En lo social creen a rajatabla en los ideales de igualdad y equidad a como dé lugar. Sienten como una de sus tareas más urgentes el ofrecer educación pública gratuita y en todos los niveles –básica, media y superior- al mayor número posible de ciudadanos si no es que a todos los que la buscan. Han enarbolado con rabia la bandera de la lucha contra la corrupción y en esto han chocado duramente contra el establecimiento y sus vicios arraigados hace mucho tiempo. Creen, en fin, en la libertad ilimitada, en los derechos fundamentales por encima de todo y en una sociedad pensada más como un cuerpo total que como suma de intereses particulares.
Para la Iglesia católica, presente en la ciudad de Bogotá desde el día mismo de la fundación, estos nuevos escenarios son retos interesantes. En primer lugar, para tratar de conocer a fondo y comprender cómo es ese nuevo ciudadano que tiene la visión de la vida antes descrita. En segundo lugar, para pensar cuál es la mejor manera de llegarle con la luz del Evangelio que sigue siendo la gran herramienta de la humanización de toda sociedad y personas. Pero hay que hacer énfasis en qué se requiere seguir profundizando en cuáles son los modos y medios más adecuados que debe utilizar hoy la evangelización para lograr llegar al corazón de este nuevo hombre, esta nueva mujer, que tendrán dentro de poco las riendas de la gran metrópolis en sus manos. Y este conocimiento debe llevar a descubrir puntos de encuentro en aspectos tales como la solidaridad con los pobres, la educación, el cuidado de la naturaleza, en los cuales la Iglesia también tiene amplia experiencia.
Bogotá es la capital de un país que depende mucho de ella, de sus decisiones, de su economía, de su academia y quizás también de su Iglesia primada. Con su talante equilibrado y sereno, la Iglesia debe dar un paso al frente para hacerse sentir en estos nuevos escenarios que, parecería, tienden a ser más de encuentro y colaboración que de confrontación, aunque está por verse. En una ciudad que posiblemente va a entrar en grandes cambios urbanísticos y en algunas formas de su funcionamiento, la Iglesia es mirada con expectativa para ver de qué manera se sitúa en esta realidad que será cambiante. Por el momento parece pertinente entrar en etapa de reflexión y de vislumbrar las posibilidades que se abren y también las confrontaciones que vienen.
Imagen: Registraduría.org.gov
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