El Presidente en el Vaticano
El papa Francisco recibió la semana pasada en audiencia al presidente de Colombia, Gustavo Petro. Aunque no suelen divulgarse en detalle los temas tratados entre ambos, el presidente colombiano expresó que le gustaría que en algún momento los diálogos con la guerrilla del Eln tuvieran como escenario al Estado Vaticano. También, el gobernante ofreció los buenos oficios de Colombia para intermediar entre el gobierno de Nicaragua y la Iglesia católica que ha sido golpeada repetidas veces por la tiranía de Ortega y señora.
Cualquier propuesta seria para trabajar por la paz del mundo, de una nación o región, suele encontrar acogida en la Iglesia. Al fin y al cabo, el Evangelio incluye en las bienaventuranzas a quienes lo hacen y dice que se llamarán los hijos de Dios. De hecho, la Iglesia en Colombia viene acompañando el trabajo de diálogo entre el gobierno nacional y la guerrilla del Eln, desde que se iniciaron los actuales encuentros. Así las cosas, tanto el gobierno como los guerrilleros, no pueden negar que, si están haciendo un trabajo sincero y transparente, en la Iglesia tienen apoyo y seguramente en otras instituciones, incluso, en la misma sociedad civil.
Sin embargo, conviene que la entera sociedad colombiana comience a conocer en detalle qué es lo que se está concertando, qué concesiones se les harán a los violentos para abrirles las puertas de la democracia colombiana, cuánto le costará a los contribuyentes el posible acuerdo de paz, etc.
También, cómo resarcirá la guerrilla del Eln todo el mal que ha hecho en sus décadas de violencia, destrucción, muerte, extorsión, secuestro, quema de poblaciones, etc.
Los colombianos han quedado sorprendidos por la escasa compensación que la guerrilla de las Farc ha hecho luego de pactarse la paz con una parte de ellas, hace algunos años. Y también por la casi nula responsabilidad asumida ante la justicia por sus años de genocidios y destrucción. No debe suceder los mismo con el Eln.
Desde esta columna periodística hemos insistido en que parte de la labor del representante de la Iglesia en los diálogos con el Eln, Héctor Fabio Henao, debería ser la de comunicar a la Iglesia –a sus pastores y laicos- lo que se está conversando y negociando y así poder saber si cuenta con el aval de la comunidad católica. En estos tiempos sinodales una apuesta dura está en que no haya temas ni campos vedados para ningún miembro de la Iglesia. Y así fue en el Sínodo pasado en Roma, es decir, todos los temas sobre la mesa.
En algún momento de los diálogos de paz con el Eln, una gran asamblea eclesial debería poder conocer y debatir lo que se negocia y así poder sentar una posición.
La Santa Sede puede ser un buen escenario para impulsar todavía más este proceso de paz. Pero, así como se invoca una posible mediación con Nicaragua de parte de Colombia, que no se pierdan de vista los riesgos que corre la comunidad católica y el país en general, cuando no se mira en profundidad y con mucho cuidado lo que los violentos proponen.
Bienvenida la paz, siempre y cuando sea para el bien de todos y no de unos pocos que se aprovechan de la bondad y sinceridad de las mayorías.
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