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Catolicismo tímido

15 de agosto de 2024
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Desdela fe

Desde hace algunos años a la religión católica, a los católicos en general, los ha caracterizado una especie de timidez para situarse claramente en medio de la cultura actual. Esta timidez ha llevado a que se opte muchas veces por el silencio o por posturas de una diplomacia tan grande que termina por equivaler a otra manera de silenciar el Evangelio y la misma doctrina moral o social de la Iglesia. 

Esto tiene sus explicaciones. En los años recientes el mundo ha experimentado un cambio cultural en casi todos los aspectos; y en muchas de las facetas de este “nuevo mundo”, el cristianismo ha sentido una fuerte presión que quiere marginarlo y aun borrarlo del escenario. Esta presión incluye legislaciones nacionales e internacionales que abiertamente quieren impedir el ejercicio de la fe cristiana y el asumir los valores propios de la fe. Pero el tema, en general, tiene que ver con un ambiente difuso que quisiera censurar al mismo catolicismo y dar campo a una visión de la vida, del mundo, de las relaciones humanas, que nada tendrían que ver con la cultura cristiana.

Como es natural, esto llevó a que muchos católicos, aun siendo millones por todo el mundo, se hayan refugiado en una especie de timidez, de silencio, de acomodación para evitar problemas y no tener que asumir los retos martiriales de la fe. 

Otros han optado por unas posiciones ultra-conservadoras, que cierran toda posibilidad de diálogo con la cultura imperante. Y no han faltado los que simplemente dieron por superada su condición cristiana y se han situado fácil y cómodamente en el campo de la indiferencia religiosa. De alguna manera, los que sueñan con un mundo sin religión, encontraron en algunos sectores del catolicismo un adversario más bien fácil de vencer. Incluso antes de comenzar la batalla.

Sin embargo, el catolicismo, la Iglesia católica, los católicos, están más vivos que nunca. Quizás están un poco encerrados esperando que pase la tormenta, otra en su larga historia. Pero hay que volver a salir a la bella misión de predicar el Evangelio, a contar las maravillas de Dios, a defender al ser humano y su dignidad inviolable, y a correr los riesgos de la fe. Y esta tarea se debe realizar desde el ámbito más pequeño como el matrimonio y la familia, pasando por el educativo y social, hasta el político y cultural. 

El cristianismo y el catolicismo en concreto nunca pueden convertirse en secta cerrada, en grupo esotérico, en cofradía oculta, pues se hace aún más rechazable. La fe es anuncio, es proclamación, es invitación, es clamor en plaza y desierto, es cátedra, es púlpito. Nunca la fe cristiana puede dejar de ser proclamada a los cuatro vientos, aunque a veces estos vientos sean contrarios.

Para la timidez no existe más remedio que afrontar los escenarios que la suscitan. También los católicos están llamados a tomar la misma medicina. Es la Iglesia en salida que tanto ha pregonado el papa Francisco. Es la Iglesia de los discípulos misioneros que promueve la Arquidiócesis de Bogotá. Es la Iglesia que se siente atraída por las periferias existenciales. Es la que en sus propias instituciones no oculta la fuente que la inspira, y la que no deja de celebrar una y otra vez los dones recibidos de Dios. Es la que toma los micrófonos y las cámaras, las redes sociales y los parques para anunciar la buena nueva de la salvación. “Ay de mí si no predico”, advierte el Apóstol. Y añade: “A tiempo y a destiempo”. Lo demás es timidez y no sirve para la misión que está planteada en términos de predicar y bautizar.

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
Fuente:
Dirección- El Catolicismo.com.co
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