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Caras nuevas en la curia de Bogotá

4 de julio de 2024
Imagen:
Arquidiócesis de Bogotá

Como es natural en toda comunidad, en la Iglesia también se van dando cambios generacionales en sus instancias directivas. Esto siempre es sano y deseable. En los años recientes, en la Arquidiócesis de Bogotá, la dirección ha ido cambiando de manos directivas, tanto en la sede arzobispal como en sus obispos auxiliares y los vicarios episcopales. Dos obispos auxiliares, Díaz García y Vanegas Cuervo, son sacerdotes que rondan los 50 años de edad. Y entre los vicarios episcopales, Urbina Villamil, Hernández Perdomo, Cupitra Díaz, encarnan nuevas presencias generacionales en la dirección arquidiocesana. Siguiendo a Kant, se puede lanzar la siguiente pregunta: ¿Qué podemos esperar?

Los retos de la Iglesia en Bogotá, como en el resto del mundo, son grandes y complejos. Muchos de los modos y métodos usados hasta hora para llevar a cabo la evangelización y la pastoral han empezado a desgastarse enormemente y a veces se siente una distancia grande entre su quehacer y el transcurrir de la mayoría de la población, tanto urbana como rural. Es esa vida paralela que constataba el sínodo de Revollo Bravo, entre Iglesia y ciudad, que todavía no logra volverse del todo fructífero encuentro entre las dos. 

Sin embargo, se han dado pasos importantes como la formación de cientos de catequistas y evangelizadores que deberían conformar una gran red eclesial en muchísimos lugares y comunidades de la Arquidiócesis, y de este modo acercar Iglesia y ciudad.

De las nuevas generaciones de pastores deberíamos esperar una visión lúcida de la ciudad actual, de la forma de ser de los ciudadanos y de sus anhelos más profundos, de la manera más eficaz de poder llegar a las nuevas generaciones de niños y jóvenes. Deberían ilustrar a la Iglesia sobre los nuevos lenguajes, las nuevas aspiraciones, sus grandes temores. Es decir, se requieren pastores que sean estudiosos, incluso más allá de las solas ciencias religiosas o teológicas. 

De la misma manera, de estos nuevos mandos, la iglesia arquidiocesana ha de recibir un enorme sentido práctico para que todos los recursos disponibles–humanos, materiales, inmobiliarios, económicos, editoriales, etc.– generen los mejores resultados en la tarea evangelizadora.

Por otra parte, no está de más decir que se podrían esperar liderazgos pastorales fuertes en cada uno de los nuevos obispos y vicarios. Si bien está claro el carácter comunitario de todo servicio en la Iglesia, también se requiere que personas concretas, con su modo de ser, pensar y actuar, le impriman un sello distintivo a lo que se pone bajo su responsabilidad. 

El espíritu sinodal no debe significar un diluirse del liderazgo que siempre se requiere en toda comunidad, incluida la iglesia particular y sus diferentes zonas pastorales, cada una de las cuales responde mejor a acciones específicas de evangelización y pastoral.

El clero de la Arquidiócesis de Bogotá ve siempre con naturalidad los cambios que se dan en sus mandos directivos y suele acogerlos con prontitud y fraternidad. Pero quizás en los tiempos actuales podría estar especialmente interesado en que los nuevos responsables cercanos al arzobispo sean capaces de traer nuevos aires y pasión pastoral para esta iglesia particular, que tiene mucho trabajo por realizar. Confiando en Dios, sangre nueva, ideas nuevas, iglesia renovada. O mejor, a vino nuevo, odres nuevos.

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
Fuente:
Dirección- El Catolicismo.com.co
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