Que la tristeza no se convierta en vicio que corroe el alma, alienta el Papa

En la Audiencia General celebrada el miércoles 7 de febrero, el Papa Francisco abordó el tema del "vicio de la tristeza", ofreciendo una profunda reflexión sobre cómo los fieles deben enfrentar este sentimiento. 

Durante su catequesis, el Santo Padre distinguió entre dos tipos de tristeza: una que puede ser transformadora y llevar a la salvación, y otra que actúa como un "demonio astuto", capaz de convertirse en una enfermedad del alma.

Francisco destacó que la tristeza que lleva a la salvación es aquella que surge de la conciencia de haber pecado, lo cual puede llevar al arrepentimiento y finalmente al gozo, fruto de la gracia de Dios. Esta forma de tristeza, explicó, no debe ser rechazada, pues forma parte del camino de conversión del cristiano. 

La "gracia de gemir por los propios pecados" y de recordar "el estado de gracia del que hemos caído" fue enfatizada como una experiencia purificadora.

Por otro lado, el Papa advirtió sobre una tristeza dañina, describiéndola como un abatimiento que impide experimentar alegría en la existencia, y que se origina cuando se desvanece un deseo o una esperanza. 

Esta tristeza, dijo, está ligada a la experiencia de la pérdida y puede llevar a sentimientos de desánimo, debilidad espiritual, depresión y angustia. La dinámica de esta tristeza, señaló, a menudo se relaciona con el deseo frustrado de alcanzar algo inalcanzable o la pérdida de un afecto significativo.

El Pontífice también abordó el tema de la melancolía y las tristezas prolongadas, cuestionando aquellos estados en los que las personas se regodean en su dolor, lo cual puede llevar a un ciclo destructivo de negatividad y victimismo. Este tipo de tristeza, advirtió, puede alejarnos de una vida saludable y cristiana, convirtiéndose en un estado de ánimo maligno.

Finalmente, el Santo Padre alentó a los fieles a identificar la naturaleza de su tristeza y a recordar que Jesús trae la alegría de la Resurrección. Este mensaje de esperanza resalta la importancia de superar la tristeza con fe, mirando hacia el futuro con optimismo y confianza en la salvación que ofrece la resurrección de Cristo.