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Hoy se celebra a San Pedro Claver, hecho “esclavo de los esclavos” por amor a Cristo

9 de septiembre de 2024
santo
Imagen:
Alfa y Omega
Cada 9 de septiembre la Iglesia Católica celebra a un santo con un potente mensaje sobre el auténtico trato humanitario

La dignidad -algo que solo puede entenderse cabalmente desde el Evangelio-: San Pedro Claver S.J. (1580-1654), defensor de los desposeídos.

Ego Petrus Claver, aethiopum semper servus” (Yo, Pedro Claver, esclavo de los negros para siempre), escribió el santo en el acta de sus votos perpetuos. Así lo hizo porque su tiempo y circunstancias fueron las de la esclavitud y la trata de seres humanos provenientes de África. Pedro se consagró a ellos porque aprendió a ver a Cristo en cada uno de ellos.

De Cataluña a Cartagena de Indias

Claver fue un jesuita de origen catalán -su nombre de pila fue Pere Claver Corberó- quien, como misionero en Cartagena (Colombia), se convirtió en el protector de la población negra esclavizada y de todos los sometidos a la servidumbre injusta o a los maltratos. Vivió en el puerto de Cartagena de Indias (en ese momento el Nuevo Reino de Granada), tristemente célebre por haberse convertido en el centro negrero más grande del Nuevo Mundo.

Pedro nació en Verdú (España) el 26 de junio de 1580. A los 19 años fue aceptado en la Compañía de Jesús y años más tarde, con los estudios y la formación avanzada, fue enviado como misionero a Nueva Granada (hoy República de Colombia) y ordenado sacerdote en Cartagena en 1616.

Defensor de los derechos humanos

En América, Claver se opuso a la injusticia de la esclavitud institucionalizada, por la que se comerciaba sin escrúpulos con seres humanos, destinados al trabajo forzado. Conceptualmente rechazó las teorías que no reconocían la humanidad de los negros traídos del Africa y condenó toda forma de maltrato hacia los denominados “etíopes” (nombre genérico con el que se denominaba a los africanos). Asimismo tomó parte activa en la defensa de los indígenas, a quienes evangelizó con igual dedicación.

El ciclo forzoso por el que pasaban los hombres y mujeres provenientes de África implicaba una estadía en el puerto de Cartagena, a la espera de ser vendidos y trasladados. Mientras los nuevos esclavos se encontraban retenidos a la espera de su amargo destino, Claver los atendía, en especial a los que llegaban enfermos, hambrientos o heridos. Llegó incluso a organizarse en los días previos a la llegada de los barcos negreros, almacenando provisiones que él mismo recaudaba para los que habrían de arribar.

Una vez anclada alguna nave, San Pedro descendía a las cámaras inferiores de la embarcación para repartir agua y algo de comer; atendía a los que presentaban signos de enfermedad y auxiliaba a los moribundos -era muy común que al menos la mitad del “cargamento” muriera en el trayecto-.

En aquellos lúgubres recintos, al principio ayudado de traductores, Claver habló de Cristo y bautizó a quienes lo aceptaban. Así, ganó muchas almas para Dios y les hizo conocer el amor que el mundo habría de negarles.

Esclavo de los esclavos

Pedro Claver se definió como “esclavo de los esclavos”, algo que le acarreó innumerables problemas. Se ganó enemistades entre las autoridades españolas y, evidentemente, entre los comerciantes de esclavos. Al mismo tiempo, no fueron pocos los fieles que cuestionaron su conducta, ni pocas las incomprensiones entre sus superiores y hermanos jesuitas.

A pesar de todo, el santo continuó con su obra apostólica, convirtiéndose en el gran profeta del amor evangélico, en el servidor que enseñó y encarnó el amor de Dios por los sencillos, los olvidados, los marginados. Por eso su testimonio de vida es invalorable.

Cargó su propia cruz y ayudó a otros a cargar la suya. Con sus actos interpeló a toda una sociedad y su sistema perverso al devolverle el rostro humano a quienes se les había arrebatado -incluyendo a los reos de las cárceles-. A estos sirvió como se debe servir al mismo Dios: sin que el odio, el rechazo o la enfermedad pudieran detenerlo. En tiempos de prácticas inhumanas, San Pedro Claver impuso empatía y santidad.

Pedro Claver partió a la Casa del Padre el 9 de septiembre de 1654, después de haber pasado sus últimos años casi en el olvido, muy enfermo. El día de su muerte, la población de Cartagena salió a las calles conmovida para encontrarse con su santo por última vez y rendirle los honores debidos.

El santo de la libertad

En 1986, el Papa San Juan Pablo II, de pie frente a la tumba de San Pedro Claver ubicada en la Iglesia que lleva su nombre en Cartagena de Indias, dijo: “Hoy, como en el siglo XVII en que vivió Pedro Claver, la ambición del dinero se enseñorea del corazón de muchas personas y las convierte, mediante el comercio de la droga, en traficantes de la libertad de sus hermanos a quienes esclavizan con una esclavitud más temible, a veces, que la de los esclavos negros… Como hombres libres a quienes Cristo ha llamado a vivir en libertad debemos luchar decididamente contra esa nueva forma de esclavitud que a tantos subyuga en tantas partes del mundo, especialmente entre la juventud, a la que es necesario prevenir a toda costa, y ayudar a las víctimas de la droga a liberarse de ella”.

Y es que San Pedro Claver es un santo que, precisamente por servir, evoca el sentido de la libertad verdadera, y se convierte en voz que denuncia todo tipo de esclavitud, incluidas las nuevas formas que se presentan en el mundo contemporáneo.

Fuente:
ACI Prensa
Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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