De muchas maneras se esforzó el Señor Jesús por despertar en sus discípulos y en la gente que lo escuchaba la necesidad de la conversión, de buscar el Reino de Dios y su justicia, la necesidad de empezar a construir todos juntos un mundo más justo y verdaderamente humano.
En una ocasión lo hizo valiéndose de una comparación breve y clara: la de una higuera estéril, la que ustedes acaban de escuchar.
En el lenguaje de nuestros días diríamos: un palo de aguacates que no produce aguacates, o un naranjo que solo echa hojas y no produce ni una naranja. ¿Para qué sirven? Tal vez para dar sombra, pero nada más. La pregunta de Jesús es inquietante: ¿Para qué sirve un árbol así? Para ocupar en balde un terreno.
El Señor quiere prevenirnos acerca del riesgo real de terminar viviendo una vida cristiana estéril, una vida sin horizonte, vivir sin proyecto de vida. Un vivir sin saber por qué y para qué. Un sentirse satisfecho con sobrevivir sin más aspiraciones, ni tareas, ni propósitos, sin creatividad ni compromiso alguno.
Vivir una vida estéril significa no querer entrar en el proceso creador y redentor de Dios y permanecer como simple espectador; es no querer entender el misterio de la vida humana; es no reconocer lo que nos hace más semejantes al amor creador de Dios. Eso es parecerse a una higuera estéril. Es decir: una vida cristiana completamente estéril. Un cristianismo inútil que no inspira nada, que no cambia nada, una Iglesia que se siente bien sólo con sobrevivir.
Si no hay conversión interior, si no volvemos a Dios, si no crecemos en la fe y en el amor, si no servimos a los más pobres, si no damos testimonio de vida en medio de la sociedad, si no hay compromiso con el Reino de Dios, si no cumplimos la Ley de Dios, quiere decir que somos higueras estériles.
No basta con decir soy católico, ni con recitar unas oraciones, ni con llevar al cuello una cruz o una medalla. El fruto que el Señor espera es una vivencia plena del Evangelio. Vivir el Evangelio, eso es dar fruto.
La conversión interior no es un juego de palabras; es un problema de vida o muerte espiritual. Ante el Reino de Dios hay que decidirse. Una comunidad cristiana que no da fruto es una higuera estéril.
Dios nos habla a través de los acontecimientos históricos, a través de los que hoy está viviendo nuestra patria colombiana, y que nosotros tenemos que interpretar a la luz del Evangelio.
P. Carlos Marín G
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