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Servir, dar la vida… esa es nuestra misión

20 de octubre de 2024
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A los discípulos les cuesta mucho trabajo comprender el reiterado anuncio hecho por Jesús acerca de su pasión y su muerte, y qué significa seguirlo hasta la cruz; ellos insisten en un Mesías triunfante. No piensan en seguirlo, sino en ocupar los primeros puestos. Prueba de ello es la petición de dos, entre los tres más íntimos discípulos: Santiago y Juan, la que produjo una gran indignación en los demás.

Quieren ser grandes, los privilegiados, los primeros en el proyecto de Jesús tal como ellos se lo imaginan; quieren que Jesús los ponga por encima de los otros.

Jesús parece sorprendido. Dos símbolos: Beber el cáliz y ser bautizados le sirven   para corregir sus expectativas de poder y las de los otros diez; entre sus seguidores todo ha de ser diferente: El que entre vosotros quiera ser grande, que sea vuestro servidor. Jesús es el primero en servir, y quien quiera seguirlo, no puede tener un proyecto distinto, y menos contrario al suyo.

Todos conocen cómo actúan los romanos, jefes de los pueblos y grandes de la tierra: - el imperio de Tiberio y el gobierno de Antipas, - tiranizan a las gentes, las oprimen. Pues bien, vosotros nada de eso. En la Iglesia de Jesús, la grandeza no se mide por el poder que se tiene, ni por los títulos honoríficos; ese no es el estilo de vida querido por el Crucificado. En la Iglesia todos, todos, todos, somos servidores. Jesús es el verdadero y perfecto modelo, lo suyo es servir y dar la vida. 

En la comunidad de Jesús, beber el cáliz significa experimentar el sufrimiento, el desprecio, hasta la muerte, y el bautismo morir para renacer, es decir, gastar la vida por el proyecto de Jesús, sin ambiciones personales. Así es la Iglesia de Jesucristo, una Iglesia evangélica, fiel a Jesús. No domina, no oprime a nadie, no impone una doctrina; propone un camino de salvación e invita a seguirlo. Su presencia en el mundo no es un ejercicio de poder, sino un servir y dar la vida.

El Cristianismo es llamado, es ofrecimiento, es semilla, es fermento, es luz, es germen de algo nuevo: saber qué es dar la vida; pero nunca una imposición; es invitación a todo el que quiera ser grande, ser auténticamente grande, ser y crecer como persona, saber qué hacer con la vida, aprender a darla. 

El único sueño legítimo de alguien que sigue a Jesús es seguirle hasta el final. Todo lo demás sobra, o mejor, ya lo tiene Dios previsto. Jesús nos preside en el camino y nosotros nos vemos retratados en los discípulos en nuestras discordias y ambiciones, pues nos resistimos a prescindir de títulos, de honores y privilegios , mientras el Señor Jesús nos repite: El que quiera ser el primero que se haga servidor de todos.

Estas palabras del Señor deben llevarnos a vivir en permanente estado de examen de conciencia sobre nuestra acción pastoral: ¿Hacemos, cumplimos lo que predicamos…?

Padre Carlos Marín G.

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