Oración para todos los días
Bondadoso Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio.
Nosotros, en nombre de todos los mortales, te damos infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Consideración del día
Los sabios de oriente, intérpretes de la esperanza
Jesús nació en Belén, la patria del rey David. Por aquel tiempo se creía que, cuando nacía una persona importante, con ella nacía una nueva estrella, y esta fue la que vieron los sabios de oriente en el cielo: la estrella del Mesías.
Los sabios de oriente llegaron hasta el palacio del rey Herodes y le dijeron: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?
Pues vimos su estrella en el Oriente y venimos a adorarle.» El rey Herodes, sobresaltado por estas palabras, convocó a los sumos sacerdotes y escribas, y les preguntó dónde había de nacer el Mesías. Y ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta.» (Mateo. 2, 2-5). Al saber del lugar, los sabios se pusieron en camino, guiados por la estrella que habían visto en Oriente. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría.
Los sabios de Oriente eran estudiosos de los cuerpos celestes; ellos, en lejanas tierras, vieron surgir una nueva estrella que los cautivó y los llevó a indagar su significado. En su intención, leyeron las profecías de los judíos que anunciaban el nacimiento del Rey y Mesías; y, siguiendo la estrella e interpretando su significado, peregrinaron hasta Belén. Ellos llegaron a ser intérpretes de lo que el Mesías quiso revelarles al seguir su estrella.
Estos sabios, llamados popularmente "reyes magos" representan a "todas las gentes" a las que Jesús se manifiesta como estrella radiante en la Navidad y como signo de esperanza para la humanidad, digno de ser interpretado y conocido, capaz de trastormar la vida de toda persona, tanto judía como pagana.
La estrella que vieron los sabios les señaló el camino, la dirección y el sentido para llegar hasta el Mesías. Ella los llevó a mirar el futuro con esperanza, a descubrir en lo alto al Rey que habitaba en la tierra; y ellos se dejaron atraer por su brillo hasta llegar a su presencia. La estrella de Cristo brilla en lo alto, por lo que es preciso levantar la mirada al cielo y reconocer que por encima de nosotros hay un Dios y Señor, dueño de todo, digno de alabanza, que se nos revela como esperanza para que caminemos hasta encontrarlo.
Muchas realidades en el mundo buscan impedirnos levantar la cabeza y mantenernos con la mirada anclada a las cosas de la tierra, a lo pasajero y perecedero. Pero el Mesías brilla con mayor fuerza en este tiempo, como estrella de la esperanza, para que, siendo intérpretes de sus signos y testigos de su resplandor, le sigamos hasta hallarlo y llenarnos de alegría. Que la fuerza de esta esperanza ilumine nuestros corazones, nos permita esperar en el Señor, ser fuertes y valientes para colmar el presente y el futuro de los bienes espirituales que trae el Mesías.
De Oriente hacia Belén caminan los intérpretes de la Estrella, pues han descubierto en su brillo, que el Rey de los siglos llega.
Sus ojos contemplan la Estrella que existe antes que el sol;
Ella les guía sus pasos y ellos le ofrecen su don.
Gozos al Niño Jesús
Dulce Jesús mío,
mi Niño adorado,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven, no tardes tanto!
Oh Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro!
¡!Oh Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
¡Oh, Adonai potente que a Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos!
¡Ah! ven prontamente para rescatarnos,
y que un Niño débil muestre fuerte brazo!
¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe
tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño
que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo
Llave de David
que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio!
¡Sácanos, Oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!
¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa
de tus dulces labios!
¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen
del Dios Soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado
y, en forma de Niño, da al mísero amparo!
Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado
ya la oveja arisca,
ya el cordero manso!
¡Ábranse los cielos
y llueva de lo alto bienhechor rocío, como riego santo!
¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce hermosa estrella, brota, flor del campo!
¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su Niño vean,
en tiempo cercano!
Ven, que ya José,
con anhelo sacro,
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
¡Del débil auxilio,
del doliente amparo, consuelo del triste,
luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
mi Dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!
¡Véante mis ojos
de Ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas!
¡Bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases te dice mi llanto!
¡Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Oración a la Santísima Virgen María
Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por madre suya, te suplicamos que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo.
¡Oh, dulcísima Madre! Comunícanos algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Dios te salve, María.
Oración a san José
Oh Santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias damos a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.
Te rogamos, por el amor que tuviste al Divino Niño, nos abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veamos y le gocemos en el cielo. Amén.
Padre Nuestro.
Oración al Niño Jesus
Acuérdate, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús! que dijiste a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.
Llenos de confianza en Ti, oh Jesús, que eres la misma verdad, venimos a presentarte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto.
Nos entregamos a Ti, ¡!oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que, en virtud de tu divina promesa, acogerás y responderás favorablemente nuestra súplica. Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Encuentro de dos madres evangelizadoras: La Virgen María e Isabel
La Virgen María se pone en camino, lleva consigo a Jesús que ella ha concebido por obra
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