Día Primero: 16 de diciembre
Oración para todos los días
Bondadoso Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio.
Nosotros, en nombre de todos los mortales, te damos infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Consideración del día
El ángel Gabriel, mensajero de la esperanza
La novena de Navidad que iniciamos hoy renueva en nosotros el anuncio del nacimiento del Mesías y pone en escena a personajes, lugares y acontecimientos que Dios en su providencia dispuso para manifestar en forma humana a su Hijo Jesucristo, semilla fecunda de esperanza para quien lo recibe.
Este recorrido comienza en la tierra de la Virgen María, Nazaret, palabra que significa “germen, vástago o retoño” y que traía a la memoria de sus habitantes aquellas palabras de Isaías que dicen: «brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago, y sobre él se posará el espíritu del Señor.» (cf. Isaías 11, 1-10). Estas palabras del profeta indicaban que el Mesías nacería, como un retoño, de la descendencia del rey David, y que su vida entre los hombres estaría conducida por el Espíritu de Dios.
Nazaret era un pequeño poblado, de poca importancia en aquella época, pero Dios lo hizo grande al elegir de entre sus habitantes a una joven doncella llamada María, desposada con José, el carpintero, de la descendencia de David. El ángel Gabriel entró en casa de la Virgen María, la saludó y le dijo: «concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.» (Lucas 1, 31-33).
Con estas palabras, el ángel se convirtió aquel día en mensajero de buenas noticias, o mejor, de la noticia más grande de todos los tiempos, anunciada por los profetas y llevada a cumplimiento en la Virgen María de Nazaret, la llena de gracia, colmada de virtudes para ser digna morada del Salvador. El ángel es el mensajero de la esperanza porque comunicó la presencia visible y humana del Hijo de Dios. Su anuncio nos recuerda que Dios no olvida sus promesas, porque están fundadas en su palabra de verdad y en su amor infinito. Por eso, en la Navidad nacerá la esperanza más grande de los creyentes: Jesucristo.
Nosotros debemos ser, como el ángel Gabriel, mensajeros de la esperanza, porque el mundo precisa que brote de los corazones la semilla que Dios plantó en el vientre de la Virgen María y florezca como llama que se eleva e ilumina nuestras vidas, como esperanza que supera todo pesimismo y nos lleva a soñar un futuro mejor de la mano de Dios, puerta abierta de esperanza para todo el que cree.
Que la alegría del anuncio del ángel Gabriel nos capacite para comunicar de palabra y de obra que Dios está por venir, que Él quiere habitar en medio de nosotros y vivir con nosotros. Que su mensaje nos lleve a vencer la tristeza y la desesperanza y nos haga testigos veraces de su amor.
Alégrate, Iglesia, llegó el mensajero,
trae buenas noticias desde el santo cielo; en la Virgen María ya reposa el Verbo,
su “sí” le ha sembrado en su vientre tierno.
En Él las promesas se ven ya cumplidas, su nombre es Santo y su Padre es Dios,
y nos llama a todos anunciar al mundo que es nuestra esperanza, nuestra salvación.
Gozos al Niño Jesus
Dulce Jesús mío,
mi Niño adorado,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven, no tardes tanto!
Oh Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro!
¡!Oh Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
¡Oh, Adonai potente que a Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos!
¡Ah! ven prontamente para rescatarnos,
y que un Niño débil muestre fuerte brazo!
¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe
tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño
que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo
Llave de David
que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio!
¡Sácanos, Oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!
¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa
de tus dulces labios!
¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen
del Dios Soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado
y, en forma de Niño, da al mísero amparo!
Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado
ya la oveja arisca,
ya el cordero manso!
¡Ábranse los cielos
y llueva de lo alto bienhechor rocío, como riego santo!
¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce hermosa estrella, brota, flor del campo!
¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su Niño vean,
en tiempo cercano!
Ven, que ya José,
con anhelo sacro,
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
¡Del débil auxilio,
del doliente amparo, consuelo del triste,
luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
mi Dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!
¡Véante mis ojos
de Ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas!
¡Bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases te dice mi llanto!
¡Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Oración a la Santísima Virgen María
Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por madre suya, te suplicamos que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo.
¡Oh, dulcísima Madre! Comunícanos algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Dios te salve, María.
Oración a san Jose
Oh Santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias damos a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.
Te rogamos, por el amor que tuviste al Divino Niño, nos abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veamos y le gocemos en el cielo. Amén.
Padre Nuestro.
Oración al Niño Jesus
Acuérdate, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús! que dijiste a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.
Llenos de confianza en Ti, oh Jesús, que eres la misma verdad, venimos a presentarte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto.
Nos entregamos a Ti, ¡!oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que, en virtud de tu divina promesa, acogerás y responderás favorablemente nuestra súplica. Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
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