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Lejos de blasfemar contra el Espíritu Santo

9 de junio de 2024
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Como están las cosas hoy en el mundo y también en nuestra querida patria colombiana, estamos llegando a tales extremos que a muchos de nosotros, sacerdotes y laicos cristianos, hay quienes se atreven a decirnos que hemos perdido el juicio, que no sabemos dónde estamos ni por qué y para qué vivimos. 

Los “los hombres de letras”, los escribas de nuestros días, cada vez que se refieren a los que creemos en Jesús, Hijo de Dios y vivimos como hijos de Dios, nos califican de: neuróticos, tontos, cobardes, mentirosos, enemigos del progresismo y de la paz. 

¿Y saben, por qué lo hacen?  Porque nosotros nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús; porque reconocemos la presencia y la acción del Espíritu de Dios en nuestra vida, en la historia, en la familia; porque predicamos y practicamos  el amor y no el odio; porque nosotros  si estamos por  la  vida; porque denunciamos el pecado, la corrupción, la violencia criminal y la mentira; porque  somos valientes en la predicación del Evangelio.  Y no es que estemos poseídos por Belzebú, como dijeron de Jesús, sino que nosotros nunca blasfemamos contra el Espíritu Santo.

Lejos, muy lejos de haber perdido el juicio, reconocemos que hemos pecado, una o muchas veces en la vida, y en vez de disfrazar el pecado como virtud, confesamos la necesidad de la penitencia y del perdón, y tenemos una fe muy firme en un Dios creador que nos ama, en   su Hijo Jesucristo, Salvador y Redentor, en su Iglesia y en el Espíritu Santo que la ilumina y la guía.

De Jesús, sus familiares dijeron está fuera de sí, pero los escribas fueron mucho más allá y cayeron en blasfemia afirmando está poseído por Belzebú, y por el príncipe de los demonios expulsa los demonios.

Ante esto, Jesús hace esta severa advertencia a sus discípulos: “No queráis blasfemar contra el Espíritu Santo, porque *ese pecado no tendrá jamás perdón”.

Los hombres de letras en la Jerusalén del tiempo de Jesús ignoraban que el Espíritu es el mismo Dios que habita en nosotros y que inspira y transforma nuestra vida; el mismo que nos da paz y libertad; el que mantiene vivo en cada uno de nosotros el espíritu, el mensaje y el estilo de vida del mismo Jesús. 

Desconocer, cerrarse a esta presencia y a esta acción de Dios en nosotros es ignorar el Espíritu de la verdad que proviene del Padre y nos guía hasta la verdad plena. Juan 16; es desfigurar la presencia y la acción del “Defensor”; es pecar contra el Espíritu Santo. Y nosotros no lo hacemos. Más bien oramos así todos los días:  Ven Espíritu Santo, ilumina nuestras mentes,  inflama los corazones de tus fieles. Amén.

Padre Carlos Marín G.

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