Si el Espíritu Santo está en nosotros, nos ilumina y nos guía…la Virgen María y San José cumplen el rito o la prescripción de la ley : Todo primogénito varón debe ser consagrado a Dios, le pertenece a Dios. De Simeón dice San Lucas que el Espíritu Santo estaba con él y de Ana que era profetisa: ambos representan al pueblo fiel y pobre.
Dios irrumpe, Dios entra de manera total en la historia humana mediante el Mesías esperado. Es el tiempo de gracia, el tiempo propicio; el cumplimiento de las promesas divinas, la salvación. Así comienza el cántico y la profecía de Simeón, hombre honrado y piadoso que esperaba el consuelo de Israel. Ahora puede morir en paz porque ha visto al que esperaba. El Espíritu Santo le había revelado que no moriría sin ver el Mesías.
Por eso presenta al Salvador, a Jesús, como luz de todos los pueblos. Además, revela a la Virgen María que Jesús será signo de contradicción: unos caerán y otros se levantarán, unos lo acogerán, otros lo rechazarán. Y a ella misma, a María, una espada le traspasará el corazón. Una espada que simboliza la muerte de Jesús, su hijo.
Pero, volvamos a María y a José, los padres de Jesús. Son ellos los que lo llevan a circuncidar, le ponen el nombre Jesús, lo llevan a Jerusalén para presentarlo al Señor y con Él vuelven a su pueblo Nazaret. Allí, en el seno de una familia, Jesús crece en sabiduría y en gracia.
Bendigamos entonces, alabemos a Dios y anunciemos a todos que las promesas de Dios se han cumplido; así lo hicieron Simeón y Ana. Iluminados y guiados por el Espíritu Santo, no dejemos de dar gracias a Dios; también nosotros hemos visto al Salvador y Él está con nosotros.
Padre Carlos Marín G.
Fuente Disminuir
Fuente
Otras noticias
