La Corona de Adviento
Es decir, la venida del Señor al final de los tiempos. Desde el domingo 18 de diciembre, Cuarto Domingo de Adviento, al 24 de diciembre. A estos días se les denomina la "Semana Santa" de la Navidad. Como último tramo previo al Nacimiento de Jesús, la Iglesia intensifica la preparación de los corazones orientándose a la meditación del misterio de la Encarnación, es decir, a la irrupción de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad en la historia: la Navidad.
El Adviento está organizado en torno a los cuatro domingos previos a la Navidad, que luego se integran en la gran celebración del Nacimiento de Jesucristo, Nuestro Salvador, y su posterior Epifanía. Los días de Adviento componen un camino litúrgico y espiritual cuyo núcleo es la espera de la llegada de Jesús, el Verbo Encarnado .
La liturgia
Durante el Adviento, el color que se usa en la liturgia de la Iglesia es el morado. Este color simboliza austeridad y evoca sentido de penitencia. Se usa porque ayuda a que los fieles sean conscientes de la necesidad de la conversión, de “estar preparados”, de que hay que avivar los corazones ante la inminente llegada del Señor.
Las lecturas bíblicas durante el Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), pero también de otros pasajes proféticos del Antiguo Testamento. Todas en referencia a la llegada del Mesías. El profeta Isaías, San Juan Bautista y María de Nazaret son presentados por la Iglesia como los grandes modelos para estar debidamente preparados para recibir al Salvador.
La Corona de Adviento
La Corona de Adviento es un símbolo cristiano que la Iglesia Católica promueve como medio privilegiado para avivar el espíritu de espera y preparación para la Navidad.
Sentido: tener luz, esperanza y alegría
La también llamada "Corona de las luces de Adviento" debe ser siempre signo de gozosa esperanza; ella recuerda que la luz se irá abriendo paso en medio de la tiniebla y que la vida triunfará sobre la muerte. Esa luz no es otro que Dios hecho hombre, Jesucristo, luz del mundo, quien se abaja para caminar entre nosotros y darnos, con la entrega de su vida, la posibilidad de una vida más plena y auténtica.
Sabemos que donde hay luz, el miedo se disipa, podemos iluminar el camino y ver nuestros pasos; la luz nos congrega, porque podemos ver el rostro de quien va a nuestro lado. Al encender, semana a semana, las cuatro velas de la corona nos iremos acercando gradualmente a la plenitud de la luz de Navidad.
La Corona de Adviento está formada por una gran variedad de símbolos:
La forma circular
El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, es decir, sin comienzo ni final. Nuestro amor a Dios y al prójimo deben procurar ser de la misma manera: para siempre.
Las ramas verdes
El verde es el color de la esperanza y la vida, y Dios es Dios de vivos y no de muertos. Él quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y su gloria eterna al final de la existencia. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser “reverdecer” siempre, por la unión estrecha con Dios, nuestro Padre.
Las cuatro velas
Nos hacen pensar en la oscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue alimentando poco a poco la esperanza de salvación. Esa esperanza fue iluminando el universo como las velas de la corona iluminan el lugar. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, la historia se fue esclareciendo cada vez más hasta la llegada de Cristo.
Son cuatro velas las que se colocan en la corona y que se encienden, una a una, durante los cuatro domingos de Adviento en el marco de la oración en familia. Las tres primeras son de color morado y se encienden el primer, el segundo y el cuarto domingo. Entre las velas debe haber una de color rosado que se enciende el tercer domingo, conocido como el domingo de Gaudete o ‘de la alegría’. Este domingo tiene un significado especial asociado a la conciencia del gozo creciente porque el Señor está cada vez más cerca.
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