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Jesús nos pide una actitud positiva ante las cruces que puedan derivarse de su seguimiento

3 de septiembre de 2023
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Después de que Pedro confesara a Jesús como Mesías e Hijo de Dios, Jesús da un paso adelante y muestra abiertamente a sus discípulos que su camino como Mesías pasa por el sufrimiento y la muerte antes de llegar a la gloria de la resurrección. Ante este anuncio surge de nuevo la incomprensión por parte de los discípulos: no aceptan que el Mesías tenga que sufrir, y menos morir en una cruz.

Pedro reacciona. Todavía no comprende plenamente el misterio de Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Todavía no es el discípulo perfecto. Sigue viendo en Él a un Mesías glorioso.

Jesús le responde con aparente dureza: *ponte detrás de mí*. Como discípulo, camina por la senda que mis pasos van marcando y sígueme. Si la cruz te resulta escandalosa, entiende que toda la vida de mis discípulos va a ser muy parecida a la mía.

Esto mismo se los dice a todos: * el que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga* v.24. Negarse a sí mismo, cargar la cruz y seguirlo. En eso consiste ser discípulo.

Negarse a sí mismo es renunciar a vivir para sí mismo y no tener miedo a arriesgarlo todo por Él. Tomar la cruz, es el símbolo del sufrimiento que tienen que afrontar sus discípulos como unión con Jesús en su muerte y en su resurrección.

Jesús no ama ni busca arbitrariamente el sufrimiento, ni para él ni para los demás, como si éste encerrara algo grato especialmente a Dios. El sufrimiento derivado del cumplimiento de sumisión en la tierra, lo asume en actitud de fidelidad al Padre y de entrega de su vida en la cruz. Por eso nos pide una actitud positiva ante las cruces que puedan derivarse de su seguimiento.

Cuando les digo que la vida cristiana no es nada fácil, quiero decirles que la fidelidad al Evangelio de Jesucristo suscita múltiples rechazos, incomprensiones, aislamientos, persecuciones, juicios injustos, hostilidad a la doctrina, a las tradiciones y a los valores eminentemente cristianos.

Les estoy recordando que la vida cristiana es la batalla entre el bien y el mal, entre la ley de Dios y el pecado, entre la sabiduría de Dios y la estulticia de los humanos, entre el proyecto de Dios sobre la vida humana y nuestra ansia de placer y de bienes materiales.

Es la concepción militante de la vida cristiana; esta vida no es un régimen de conservación, ni la fe un escudo de protección. No podemos sacrificar la fidelidad al Evangelio en aras de una vida cómoda y fácil.

Padre Carlos Marin G.

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