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¿Cómo debe vivir y actuar un verdadero discípulo de Jesús?

2 de marzo de 2025
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El Señor responde dándonos una estupenda lección de sabiduría popular, de sentido común, al tiempo que la respalda con ejemplos fáciles de entender:

Un ciego no es un buen guía, ambos caen en el hoyo. Un discípulo que cree ser más que su maestro, hace el ridículo. Una viga en el ojo estorba más que una paja. Un árbol bueno produce frutos buenos y uno dañado produce frutos malos. Lo que el hombre tiene y lleva en su corazón, eso es lo que sale de su boca. De una zarza no se cogen higos, ni entre espinos es posible cosechar uvas. Si uno construye su casa sobre arena movediza, la casa se puede caer; hay que edificar, no sobre arena, sino sobre roca.

Son dichos propios de la sabiduría popular que encierran profundas verdades que el Señor aplica al camino del Reino de Dios, a la vida familiar y a la vida de la comunidad. Lo que Jesús quiere es que nosotros, sus discípulos, aprendamos de Él a vivir y actuar con criterios sólidos, inspirados en el Evangelio. Criterios que en el mundo de hoy no son los más habituales aún entre los que nos autocalificamos como buenos cristianos.

Si queremos ser verdaderos discípulos de Jesús y obreros del Reino de Dios tenemos que liberarnos de la hipocresía, de la mentira, del orgullo religioso, del egoísmo, del afán de aprovecharnos de los demás, pues todo eso desfigura el Evangelio y le resta credibilidad a la acción pastoral de la Iglesia. Quien lleva en su corazón odio y mentira, afán de poder o de lucro, jamás podrá sanar a otro hermano y llevarlo a Dios. Lo bueno surge siempre de un corazón y de una mente sana y honesta. Todos nosotros tenemos que actuar siempre con los criterios de Jesús y nunca pretender ser más que el Maestro.

El aviso de Jesús es duro y directo: no basta con leer el Evangelio. Sentirse satisfecho con oír la Buena Noticia, de nada sirve. Es necesario ponerla por obra. Es ser un árbol bueno; eso es dar fruto. Un árbol que no produce frutos no es un árbol bueno.

El cristianismo es fe viva, fe coherente, fe de obras, fe encarnada en el tiempo. Los cristianos tenemos que ser árboles vivos y sanos, no árboles secos. Tenemos que ser coherentes con la fe que decimos profesar. Que

nadie nos tenga por seres inútiles. Llevamos con nosotros el fuego del Espíritu y el arma más poderosa: El Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.

Padre Carlos Marín G.

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