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Cada uno de nosotros necesita ser tocado y curado por Jesús

11 de febrero de 2024
sd

La lepra era en Israel una enfermedad tabú, el leproso era excluido del pueblo para que no contaminara a la comunidad. Un ser estigmatizado. Perdía los derechos ciudadanos y religiosos. No era enfermo sino impuro. Ni siquiera podía entrar en el templo. Era considerado un muerto contra el que se manifestaba el juicio de Dios. El mismo tenía que ir proclamando su humillante condición. Entrar en contacto con un leproso implicaba quedar impuro y aislado del resto de la comunidad.

Curar de la lepra era como resucitar un muerto; solo Dios podía hacerlo, y los sacerdotes podían declararlo ritualmente puro, admitiéndolo de nuevo en el seno de la comunidad. En este contexto tenemos que situar la acción de Jesús.

Recordemos ante todo que el profeta Isaías lo había anunciado: La curación de la lepra será una señal mesiánica, esto es, un signo claro de la llegada del Reino. Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre ha irrumpido en la historia humana. Dios hombre está entre los hombres y limpia a los leprosos.

Es un signo preñado de humanidad: tocando con su mano al leproso Jesús le muestra la cercanía de Dios y le enseña que el amor está por encima de las leyes religiosas. Lo primero es la persona, no la norma establecida. Jesús se compadece .- se indigna, dice el texto griego. –, se acerca, hace suyos sus sufrimientos. Jesús se rebela contra la exclusión, contra el rechazo social y religioso. Jesús actúa como el mejor amigo de los excluidos por la sociedad.

Lo que Jesús hace tiene un carácter provocativo. Lo hace un día sábado. El leproso le dice: Si quieres puedes limpiarme, y Jesús le responde Sí quiero. No repara en tocar al enfermo, violando así la ley. Lo limpia porque Él ha venido a la tierra a romper de raíz lo peor de las marginaciones sociales y religiosas y a ser amigo de los excluidos.

La curación no la hace en el Templo, sino en la calle, porque la gracia de Dios, porque el amor de Dios está en todas partes, porque en el Reino ninguna persona sobra. La gente descubre en Jesús a aquel que da vida. Por eso acuden a Él de todas partes.

En este domingo, no nos sintamos satisfechos simplemente con recordar el hecho de una curación hecha por Jesús. Celebrémosla, vivámosla con fe, va a empezar el tiempo de Cuaresma. Unas semanas para que descubramos la persona de Jesús, el que sana todas nuestras miserias. Cada uno de nosotros necesita ser tocado y curado por Jesús. Pidámosle que lo haga.

En estas semanas de Cuaresma, si hacemos oración, si hacemos penitencia por nuestros pecados, vamos a sentir la cercanía de Jesús, su amor por los enfermos, por los pobres, por todos los desplazados, por los que están secuestrados.

Y que ninguno dude: Jesús sí quiere curarnos. Aceptemos la invitación cuaresmal a convertirnos, a ser curados, y así seremos en el mundo testigos valientes del amor de Dios por todos nosotros.

¡JESUS QUIERE SANARNOS!

 

Padre Carlos Marin G.

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