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El Amor de Cristo Resucitado debe ser el criterio para que la familia sea evangelizadora

4 de abril de 2015
El Amor de Cristo Resucitado debe ser el criterio para que la familia sea evangelizadora

En Pascua a través de la sección Familia los invitamos a reflexionar y a valorar la iglesia doméstica como el lugar donde se acoge la Buena Nueva del Reino y se vive el…

Las familias como santuarios de la vida deben ser sepulcros vacíos, es decir que no conserven signos de muerte como el rencor, la indiferencia, la violencia, el desorden y todo aquello que impide vivir la misericordia para que puedan experimentar la Resurrección de Jesús en el día a día. 

«Estén siempre alegres en el Señor»

El tiempo pascual que se inicia con la Vigilia Pascual es ocasión privilegiada para vivir y anunciar la alegría del Resucitado. Experimentamos con especial intensidad en este tiempo el júbilo desbordante que embargó el corazón de nuestra Madre María, el de los apóstoles y discípulos de Jesús, al escuchar la buena noticia: ¡ha resucitado!

Esta experiencia de fe debe alentar nuestro combate espiritual, invitándonos a poner siempre los ojos en Aquel que venció al pecado y a la muerte, fortaleciendo nuestra confianza en sus promesas. Asimismo, la fe nos mueve al anuncio gozoso, al testimonio en primera persona de que el Señor nos ha dado una vida nueva ¿Cuántas personas que frecuentamos o nos son cercanas tal vez no conocen al Resucitado?

Contagiémonos, pues, de la experiencia de fe que invade la liturgia de Semana Santa: “¡Cristo nuestra Pascua, se ha inmolado en la cruz por nuestros pecados y ha resucitado glorioso: hagamos fiesta en el Señor!”. Acojamos los frutos de la reconciliación y demos testimonio con toda nuestra vida de que el Señor Jesús es verdaderamente la resurrección y la vida.

Celebrar la Pascua en Familia

El gran acontecimiento de la Resurrección del Señor que la liturgia nos permite revivir, nos llevará naturalmente a seguir lo celebrando en casa y transmitirlo a muchas personas. La alegría no se puede esconder, no debe quedar ahogada cuando termina la Misa de Resurrección, todo lo contrario, salimos llenos de entusiasmo a compartirla con todos aquellos que nos vamos topando en el camino.

Esa alegría interior que experimentamos por saber que el Señor está vivo entre nosotros y que lo estará todos los días hasta el fin del mundo , debe reflejarse también exteriormente.

¿Cómo puedo celebrar la Pascua?

Por ejemplo podemos compartir una buena cena en familia después de la Vigilia Pascual, o un almuerzo especial el domingo de Resurrección; en muchos lugares se comparten huevos de pascua con los amigos; podemos tener una imagen del Señor resucitado y adornar la casa con flores que expresen alegría; también deberíamos esforzarnos por mantener viva la alegría esos días, sonreír más, buscar a los amigos que hayamos descuidado un poco, salir de paseo, en fin, hacer de esos días los días más especiales de todo el año.

Otras pautas:

El sentido de la vida terrena: Tratar de poner las inquietudes y esfuerzos en superar los anhelos de tener cosas materiales y buscar aquellos bienes que son espirituales pues algún día estaremos compartiendo nuestro tesoro con Jesucristo.

La esperanza en la vida eterna: Ante el dolor de una separación física sabemos que nos encontraremos con Dios y eso nos conforta. Estamos seguros que la vida no concluye con la muerte; entonces cobran sentido nuestra fe y la esperanza que tenemos en Cristo.

Educar a nuestros hijos como ciudadanos del Reino: Con la mirada en la vida eterna, nos surge el compromiso de ver por aquellos que están junto a nosotros, especialmente nuestros hijos, a quienes hemos de trasmitir la grandeza de vivir todos los valores del Reino como la justicia, la paz, el amor, y el desapego a los intereses egoístas que se nos marcan.

Nos esforzamos por comportarnos como las personas que tienen ganado un lugar en la eternidad, y descubrir la herencia que Dios nuestro Padre nos ha designado y que desde ahora podemos reclamar.

El sentido comunitario de nuestra fe: La forma en que hemos aprendido a vivir como familia nos obliga a buscar en otros hermanos, a  subsanar sus carencias, compensar un poco lo que Dios nos brinda en su providencia sabiendo de antemano que, si ofrecemos algo, Él nos regresa el ciento por uno.

Por lo anterior, es necesario responder a los desafíos que nos presenta la sociedad con las siguientes preguntas:

¿Cómo es la vivencia del anuncio de Cristo Resucitado en mi familia?

¿Busco alimentar la fe en Dios y propongo prácticas cristianas que ayuden a este crecimiento? ¿Cuáles?

 

Reflexiones desde el Magisterio de la Iglesia:

"Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre" (Porta fidei, 8).

"...Pues de esta unión conyugal procede la familia, en que nacen los nuevos ciudadanos de la sociedad humana, que por la gracia del Espíritu Santo quedan constituidos por el bautismo en hijos de Dios para perpetuar el Pueblo de Dios en el correr de los tiempos. En esta como Iglesia doméstica, los padres han de ser para con sus hijos los primeros predicadores de la fe, tanto con su palabra como con su ejemplo, y han de fomentar la vocación propia de cada uno, y con especial cuidado la vocación sagrada... Los fieles todos, de cualquier condición y estado que sean, fortalecidos por tantos y tan poderosos medios, son llamados por Dios cada uno por su camino a la perfección de la santidad por la que el mismo Padre es perfecto" (Lumen gentium, 11.)

Acciones concretas para fortalecer la fe en la familia

La mejor escuela para vivir la Buena Nueva del Reino es la familia. Las indicaciones que podrían ofrecerse son muchísimas, como son las enseñanzas que encontramos en la Biblia (los diez Mandamientos, el Sermón de la Montaña, etc.) y que la Iglesia nos explica en la tercera parte del Catecismo, donde se enumeran las 14 "obras de misericordia" (7 corporales y 7 espirituales) que ilustran ampliamente cuál es el modo de vivir según el Evangelio.

El principal ámbito en el que la familia se hace educadora en el arte de actuar como cristianos auténticos es, precisamente, la propia familia. Vivir el Evangelio implica crear un clima en el hogar en el que se practica el principal mandamiento: la caridad.

El amor debe ser criterio para todo y para todos. Ese amor se aprende, se hace vida, cuando los hijos ven cómo se tratan sus padres. Si los padres se aman profundamente, si saben darse el uno al otro como Cristo se dio por la Iglesia (cf. Ef 5,21-33), si saben perdonar hasta setenta veces siete (cf. Mt 18,22), si confían en la Providencia más que en las cuentas del banco (cf. Mt 6,24-34), si ayudan al peregrino, al emigrante, al hambriento, al sediento, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,33-40)... los hijos habrán encontrado en la familia un auténtico "Evangelio vivo" y aprenderán, entonces, a dar gracias, a ayudar al necesitado, a compartir sus objetos personales, a escuchar a quien desea hablar... ¿de qué manera podría un hijo conocer cómo se vive el Evangelio si ve en sus padres rencillas, malas palabras, afición por el dinero, críticas continuas a otros familiares o conocidos?.

Otra de las acciones es orar en y por la familia, participar juntos de la Eucaristía, en lo posible hacer la oración de gratitud cuando se comparte la mesa y rezar  desde que puedan el Rosario juntos, ya que a través de sus misterios hacemos memoria de la vida, muerte y Resurrección de Jesús.

Para finalizar, la siguiente oración:

Padre Santo, los hijos que han nacido de nuestro amor existen porque Tú los amas desde toda la eternidad. Enséñanos a cuidarlos siempre con cariño exigente y con exigencia cariñosa. Danos luz y consejo para que podamos transmitirles las palabras de tu Hijo y enseñarles a hablar contigo mediante la oración, alimento espiritual de cada día. Ayúdales a vivir según tu Amor. Protégelos de los peligros del mundo y, sobre todo, permítenos ser, como esposos y como padres, ejemplos limpios y alegres de tu bondad y de tu misericordia para que así, algún día, podamos cantar tu gloria en el lugar que Cristo nos ha preparado en el cielo. Amén.

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