Obispos colombianos llaman a la renovación y a la unidad, por la vida y la búsqueda del bien común
Los obispos exhortan a los colombianos a renovar la mente para construir una nación unida, reconciliada y en paz, “superando la lógica del individualismo y la búsqueda egoísta de bienes particulares”. Afirman que Colombia no se puede acostumbrar a la violencia, al debilitamiento de la institución familiar y de la obra educativa; tampoco “a la polarización política e ideológica que hunde en incertidumbre al país”. Además, ratifican su disposición para ayudar a fortalecer vínculos entre distintos actores; así como su compromiso con la búsqueda de caminos que conduzcan al desarrollo integral.
El mensaje de los obispos se produce en el contexto de su CXVII Asamblea Plenaria, encuentro que desarrollan en Bogotá desde el pasado 1 de julio. Tras realizar diversos discernimientos sobre la realidad social del país, los obispos ponen de manifiesto su preocupación por la intensificación de la corrupción, el narcotráfico y la violencia que en diversas regiones, entre ellas, el suroccidente, amenaza la vida, la equidad y la justicia. También, por la exposición de niños y jóvenes a los peligros de “crecer sin orientación moral, tristes y sin esperanza”.
“Si bien es cierto que estamos en una sociedad pluralista, también se ha de considerar que la defensa a ultranza de posiciones que no aceptan la confrontación, ajenas a un proyecto común de país, en nada ayuda a la consecución de la paz”, expresan los obispos a propósito de la polarización.
A partir de estas preocupaciones, como pastores, e inspirados en la Carta de San Pablo a los Romanos, hacen una llamado a los colombianos por la esperanza de la renovación, “de forma que puedan distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (12, 1-2).
Ante la violencia y la corrupción, ““lo bueno, lo agradable y lo perfecto” consiste en reconocer la infinita dignidad de cada persona y el cuidado que le es debido; en proteger las instituciones legalmente constituidas que son la base de nuestra democracia; en hacer respetar nuestra casa común, tan rica de bienes materiales, ambientales, culturales y saberes ancestrales”.
Ante el debilitamiento de la institución familiar y de la obra educativa, ““lo bueno, lo agradable y lo perfecto” es apoyar a las familias en su crecimiento espiritual, emocional y social, así como asegurar un modelo educativo capaz de promover los valores de la responsabilidad, el amor, la verdad, la solidaridad, la justicia y la equidad”.
Ante la división, ““lo bueno, lo agradable y lo perfecto” es reconocer con humildad la diversidad de pensamientos y visiones, y la rica posibilidad que ofrece el diálogo sincero y profundo. A pesar de las diferencias es posible estrechar lazos de amistad social, generar una auténtica cultura del encuentro, mirar más allá de intereses particulares o grupales y entrever el mayor bien para todos, confiando, además, en que los liderazgos en favor del bien común son posibles”.
Finalmente, los obispos reafirman su disposición a la escucha y al diálogo; así como su compromiso por aportar a la búsqueda del bien común.
“Seguiremos, con la fuerza de la fe, ofreciendo misericordia y proponiendo la buena noticia de Jesucristo, seguros de que en Él ninguna esperanza queda defraudada. Convencidos de que toda persona es un potencial de esperanza, invitamos a cada compatriota para que contribuya, con sus dones, en la construcción de un mejor país”.
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