Nuncio Apostólico en Colombia se refiere a los contactos de “aproximación y exploración” con miembros del Eln
Monseñor Luis Mariano Montemayor, nuncio apostólico en Colombia, en entrevista con el diario El Espectador, se refirió a los 17 meses de contactos de “aproximación y exploración” con miembros del Eln.
Durante la entrevista, que reproducimos en su totalidad, el arzobispo habló sobre los alcances de esa misión y las implicaciones del posible reinicio de una negociación con ese grupo.
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Monseñor, ¿Me puede usted decir en qué estamos hoy con el Eln?
Le puedo responder en lo que estamos nosotros. Estamos en diálogo abierto con el Eln, con la delegación en La Habana y con los órganos del Eln presentes en Colombia. ¿Y por qué? Por razones de derecho humanitario. Nuestros párrocos conocen por nombre y apellido a las personas que sufren las consecuencias del conflicto, que son particularmente agudas en algunas zonas: en el Chocó, en el Catatumbo, en el Cauca, Nariño... Como pastores no podemos evitar la responsabilidad de poner de presente al Eln las consecuencias claras de sus acciones con respecto a la población y al Derecho Humanitario. Porque si es un grupo, como lo es, que se considera insurgente, que lidera una rebelión armada contra el Estado, no es simplemente un grupo criminal, está obligado por el derecho de guerra. Y por eso ellos interpelaron al papa con dos cartas muy importantes que llegaron por circuitos extraoficiales, y vimos la necesidad de tener un canal oficial con ellos. El santo padre quiere mantener esa comunicación, y eso nos facilita poder plantear al Eln nuestras preocupaciones de las bases, problemas humanitarios muy claros: secuestros, minas antipersona y por lo mismo confinamiento de comunidades por campos minados, reclutamiento de menores, asesinato de civiles. Esos son temas que tenemos que tratar con ellos. Y aclaró, no son precondiciones para cualquier diálogo, son el diálogo con el Eln. Esto es, para nosotros, lo más valioso de esta gestión de buenos oficios en que nos vimos metidos por petición del presidente de la República.
¿Y en esa petición, el presidente les puso algunas condiciones?
No para nuestra gestión. Sí para la eventual respuesta del Eln. El presidente fijó claramente sus condiciones para que pueda haber un diálogo entre el Gobierno y el Eln. Pero aquí no se trataba de que fuéramos mensajeros del Gobierno, no somos agentes del Estado colombiano, somos soberanos. El presidente lo que nos dijo fue: “al único a quien el Eln no se va a permitir el lujo de mentirle es al santo padre”.
Se ha insistido mucho en la confidencialidad durante estos 17 meses. ¿En qué momento cambió eso?
Eso tiene que preguntárselo a Miguel Ceballos, nosotros seguimos siendo confidenciales. Pero quiero aclarar que la confidencialidad no es clandestinidad; es reserva para proteger el diálogo, para que haya libertad, para proteger a las personas, para limitar las presiones, porque hay gente que no quiere el diálogo y que va a hacer todo lo posible para torpedearlo.
Pero usted fue informado de que se harían públicos los acercamientos? ¿Le consultaron? ¿Estuvo de acuerdo?
El día anterior yo estaba en un viaje a Tunja, tratando de superar los bloqueos, y el comisionado me buscó para informarme que iba a hacer una intervención periodística y sus razones para hacerlo. Le dije que comprendía, pero le pedí que tuviera mucho cuidado con los detalles. Parece que no fui muy eficaz.
El Gobierno ha sido muy reacio todo este tiempo a reabrir la puerta al Eln, ¿siente que es sincera esta nueva apertura?
A mí no me corresponde decir si es sincera o no. Es cierto que es sorpresiva, porque primero nos piden máxima confidencialidad y después prácticamente lo cuentan todo. Ciertamente tienen una intención, pero yo no puedo responder por eso. Lo único que puedo decir es que pusieron fin a una iniciativa y no sabemos si van a abrir otra. El objetivo de nuestros buenos oficios se cumplió, porque las preguntas que el Gobierno fijó están respondidas por el Eln. El Gobierno tendrá que valorar eso y decir qué va a hacer ahora.
¿Tomó 17 meses obtener esas respuestas del Eln?
La pandemia nos perjudicó muchísimo. Se nos pedía que el santo padre mandara un emisario a preguntarle al Eln si verdaderamente estaba dispuesto a entrar en negociaciones por la paz. Pero con cuarentenas, ausencia de vuelos, confinamientos y demás obtener esa respuesta, llevársela al santo padre y transmitírsela al Gobierno nos tomó hasta noviembre. Llegamos demasiado tarde. Mientras tanto hubo dos intervenciones del gobierno norteamericano que nos pusieron en crisis. En agosto pensamos que todo había terminado. Pero no. En noviembre pudimos llevar la respuesta y con ella ya se veía que el Gobierno estaba casi que decidido a poner fin a este instrumento. Mas no, seguimos. En marzo, incluso, hubo una última visita a La Habana.
¿Cree que el nombramiento la última semana de ‘Juan Carlos Cuéllar’ como gestor de paz y su excarcelación es el inicio de una nueva iniciativa?
Yo visité a Cuéllar en Jamundí a finales de agosto. Y fui con todo el apoyo del comisionado, que me consiguió el permiso del Inpec; Naciones Unidas me puso un helicóptero, la MAP-OEA transporte terrestre... Nosotros, Santa Sede, necesitábamos saber cuál era la percepción de la base del Eln sobre una posible, eventual, negociación de paz con el gobierno del presidente Duque. Hablé con él y le dije al Gobierno después que sería un gesto muy importante de confianza para el Eln la liberación de Juan Carlos Cuéllar. Nunca entendí por qué lo pusieron preso, francamente, porque es un hombre muy valioso, sobre todo por su prestigio frente a los que cuentan, que son las bases del Eln, que integran lo que ellos llaman la Asamblea Nacional. Porque el Eln es mucho menos jerárquico y autoritario de lo que eran las Farc. También llevé al Gobierno la respuesta de Juan Carlos Cuéllar y su disposición a ayudarnos a avanzar hacia un cese definitivo de las hostilidades, que ya es bastante, y a participar en la solución de los problemas humanitarios que el Gobierno pone como precondición y que para nosotros de todas maneras son esenciales y tenemos que tratar.
¿Es decir, que ‘Juan Carlos Cuéllar’ sí es un buen vehículo para acercar a las partes?
También llevé al Gobierno el mensaje de Cuéllar en el sentido de que él no aceptaría un nombramiento por parte del alto comisionado como promotor o gestor de paz. Eso, para él, pondría un manto de sospecha sobre su lealtad al Eln, que la tiene. Él es del Eln, no es un exmiembro del Eln —me parece que es un error en la lectura del comunicado— está en comunicación con la delegación y la delegación se preocupa por él; de hecho, una de las razones por las que fui es que sabíamos que había contraído el COVID y queríamos saber cómo estaba. La liberación de Juan Carlos y que participe formalmente en un proceso de diálogo con el Eln me parece un acto inteligente, para mí con retardo. Lo que no sé es por qué aceptó ahora lo que no aceptó en aquel momento. Algo debe haber en la percepción del Eln que ahora sí y antes no. Todavía no he hablado con él.
Bueno, es que se nota un cambio de posición en el Gobierno frente al Eln, ¿o no?
En 17 meses, que es mucho tiempo, hay cambios; cambios de humor, de perspectiva, de influencias... Nos cambió el escenario. Pedí un nombramiento oficial para el padre Echeverry, por ejemplo, para que pudiera contactar a una organización que el Gobierno considera terrorista. No voy a poner al padre Darío preso por ayudarme. Hay precedentes en las “jugaditas” colombianas, casi nos ponen preso a un obispo por eso. Pero eso nos causó problemas con el Eln; inicialmente lo vieron mal, temieron que estuviéramos como subordinados al alto comisionado. Aclaramos, lo entendieron, también el nuncio exigió “bueno, creen en mí o no creen”. Y creyeron, y seguimos adelante.
¿Y este cambio del Gobierno frente al Eln justo ahora cree que se debe al paro nacional?
Ninguna duda de que las demostraciones de noviembre de 2019 cambiaron las prioridades del Gobierno. Si no, toda esta experiencia no se hubiera dado. Son las reglas del juego, todo va cambiando. La pandemia nos cambió, la intervención de Trump nos cambió, etc. Y uno se va ajustando al escenario que tiene. Creo que va en bien del Gobierno pensar que toma nota de que hay unas peticiones y entre ellas también está, así no sea directa. Al Gobierno le ha dolido mucho que le digan que está contra la paz y creo que quiere mostrar que no es justo ese apelativo. Y yo diría a la opinión que podemos disentir sobre los instrumentos que nos lleven a la paz, pero no necesariamente eso nos hace enemigos de la paz.
Pero además el Gobierno cree que el Eln tiene un papel preponderante en la violencia que ha acompañado la protesta. ¿Es ese diagnóstico correcto?
Es un diagnóstico parcial. Si usted piensa que el Eln no tiene que ver es un iluso. Si piensa que el Eln lo ha creado, también es un iluso. El Eln tiene una base social importante, está presente en organizaciones sociales múltiples, que participan en la protesta. Y además se considera el brazo armado y protector de esas organizaciones contra, en su lenguaje, una oligarquía violenta que va a venir a matarnos. Entonces, atención. El Eln no tiene pretensiones de ocupar el Estado, saben que eso no les alcanza. Pero sí se consideran brazo armado de las organizaciones sociales que postulan un cambio de la sociedad colombiana. Y me sorprendería mucho que no tuvieran nada que ver, o que no saquen partido de las dificultades de su adversario. Pero eso lo hacen todos.
¿Y ha sido la movilización social y su papel en ella un tema de diálogo con el Eln?
Nosotros no entramos en ese tema. Pero supongo que será parte del diálogo entre ellos el día que tengan diálogo directo: “Hijos, creemos un ambiente social que permita una negociación”. Nosotros en lo que entramos muy claramente fue en saber si había voluntad del Eln a entrar en un cese de hostilidades con el Estado colombiano, y la respuesta fue que sí. Donde no se encuentran las posiciones es que el Gobierno para eso pide condiciones y el Eln no está dispuesto a aceptar condiciones. Y son coherentes los dos, no se han movido un milímetro de esas posiciones.
¿Y entonces?
Mire, el Eln ha estado dispuesto a tratar con nosotros muchas de esas precondiciones. Los secuestrados, por ejemplo. Los liberó a casi todos. Algunos están muertos y nos dieron respuesta. Otros ni se sabe, de una lista que nos dio el Gobierno que es bastante poco creíble de cosas muy del pasado, es muy difícil saber quién fue, dónde, etc. Pero lo que es del 2018 para acá, hay dos muertos y hemos certificado eso. Hay tres liberados. Hay un detenido porque tiene un juicio revolucionario y el comandante zonal no lo quiere liberar. El señor Mosquera tiene un problema con ellos y tiene un juicio revolucionario en contra. Pero la delegación nos aseguró que están trabajando el tema y que entienden que es muy importante que el Eln no tenga ningún secuestrado. Son gestos, como lo fue también el alto al fuego unilateral que hicieron durante todo el mes de abril y que tuvo consecuencias clarísimas sobre las operaciones en el territorio e incluso sobre las fuerzas de seguridad.
Pero, dice usted, ninguno se mueve un milímetro en sus inamovibles…
En diplomacia nada es inamovible, porque cambian las circunstancias y lo que uno nunca hubiera querido hacer por ahí lo tiene que hacer, porque le conviene al final. Tenemos la pandemia, otra administración en los Estados Unidos, con una visión distinta. Recuerdo una vez hablando con el presidente a finales de noviembre, y decía que de todo tenemos que esperar a ver qué pasa del otro lado del Caribe, y eso nos iba a condicionar. Pues sucedió lo que sucedió. Y sobre los inamovibles hay que distinguir. Una cosa es la presión que una parte puede poner públicamente sobre la otra y otra lo que puede hacer, que en definitiva es lo que la comunidad internacional le reconoce que puede hacer. Y pacta sunt servanda es el principio base del derecho internacional, sobre eso está construida la comunidad internacional; si no, es la guerra.
Bueno, uno de los mayores líos es el de los protocolos con los garantes. ¿Eso también ha cambiado por las nuevas circunstancias?
Nosotros estamos interesados en que se supere el problema de los protocolos. Y estos se pueden cumplir o se negocian, se actualizan, se sustituyen, hay muchas opciones. Y en parte nuestra gestión ha tenido que ver con eso. Alguno me ha acusado de injerencia; bueno, yo soy diplomático y hago mi trabajo, y la Santa Sede es un actor diplomático internacional. Entonces, entendemos el corto circuito porque el atentado a la Escuela General Santander no fue una cosita, fue un gran error político del Eln, que por cierto le ha costado mucho a Cuba. El Eln está en deuda con Cuba.
Y hablando de Cuba, después de tanta fricción, ¿tuvo un papel protagónico en este acercamiento, fuera del hecho de que la delegación está allá?
La pregunta ya tiene la respuesta. Sin Cuba no era posible. Sin Noruega, tampoco. La Santa Sede no hubiera hecho absolutamente nada sin la anuencia de los garantes. Cuba nos recibió además como reyes. En su doble condición de secretario de la Comisión de Conciliación Nacional designado por la Conferencia Episcopal y como delegado del nuncio apostólico, el padre Darío Echeverry fue recibido siempre por el canciller cubano. Ellos no han renunciado a su papel de garantes, a pesar del alto costo que están pagando por cumplirlo. Y no tienen por qué renunciar. Insisto, “pacta sunt servanda”.
Y a todas estas, ¿el expresidente Uribe qué pitos toca en este escenario?
Él tiene razón cuando dice que no estaba enterado de los contactos, pero es un factor que intervino permanentemente, estuvo en la mente de todos. Empezando por nosotros, pues consideramos que el expresidente Uribe es parte de la solución, creemos que es importantísima su intervención. Él se reunió con Juan Carlos Cuéllar hacia el final de 2019, y ahí pasó algo raro porque Cuéllar terminó preso, pero el expresidente Uribe estaba interesado en que se tratase con el Eln. Y la iniciativa del Gobierno para que convergieran todas estas instituciones internacionales atiende algunas inquietudes del expresidente. Aquí hay que decir que, en los últimos 20 años, por lo menos, todos los gobiernos colombianos han tratado con el Eln, y el que más cerca estuvo de llegar a un acuerdo para el fin de las hostilidades fue el del expresidente Uribe; más que Santos. Esa es una realidad con la que trabajamos, porque incluso hay resultados que se podrían retomar. Una de nuestras preocupaciones fue saber qué pensaba el Eln de una participación de Uribe. Y nuestra sorpresa fue que el Eln no lo ve para nada mal. Los mejores acuerdos se hacen con los peores enemigos, esos son los que duran. El expresidente es un animal político que tiene intuición, y la intuición no lo engañó. Yo lo encontré a fines de diciembre en Rionegro porque tenía una pregunta del santo padre que solo él podía responder.
¿Cuál era esa pregunta?
Si estaba en contra de contactos para el fin de las hostilidades con el Eln. Y no, no está en contra. Eso se lo comunicamos al Eln.
Bueno, monseñor, pero además del Eln preocupan al santo padre otros temas de Colombia. Habló de su preocupación por la violencia en las protestas cuando unas pocas semanas antes había dado un espaldarazo al manejo de la migración venezolana. ¿Cómo entender esos dos mensajes tan disímiles sobre Colombia?
Es que Colombia es multifacética. Tiene cosas buenas y cosas malas. Yo le he dicho al presidente Duque desde el principio que queremos ayudar, no podemos tener más problemas en la región. Si queremos resolver el problema de Venezuela de manera pacífica necesitamos una Colombia en pie, que resuelva sus problemas y participe. No estamos contra el presidente Duque, queremos ayudarle. El santo padre es un hábil diplomático. Sabe venir a apoyar iniciativas que van en la línea de sus grandes preocupaciones universales como las migraciones, y en particular la migración venezolana que además tiene que ver con el problema de Venezuela y con el problema colombiano. Pero el santo padre habló de su preocupación, y si no resolvemos este problema va a seguir preocupado y algo más dirá. Estamos tratando de ayudar a tender caminos de escucha y de negociación, porque esto que está pasando no le hace bien al país. Está la iglesia local participando activamente, y yo no sustituyo a la iglesia local, la apoyo, estoy informado e informo permanentemente. Sabemos que los colombianos se polarizan con una rapidez impresionante y no vamos a intervenir en ella.
Pero hay un sector de opinión al que le parece que sí han tomado partido.
Algunos sectores de ambos lados tienen esa percepción. Siempre habrá quienes quieran utilizar la autoridad moral de una institución, cualquiera, para su propia necesidad política inmediata. En estos momentos lo que hay que saber proteger es la autoridad moral sobre todos. Hay que tratar de decir las cosas objetivamente y de facilitar una solución. La economía colombiana no va a resistir una situación como la actual muchos días, hay que resolverla. Pero lo que está en juego es que la sociedad colombiana acepte que la protesta es normal en una democracia. Y crear las condiciones para que la protesta se pueda hacer y que el que proteste esté defendido y se evite la manipulación de la protesta, de unos y otros, para agudizar el enfrentamiento social. Y atención, esos demonios están en ambas partes.
Les dijo Francisco en su visita a Colombia a los jóvenes: “Vuelen alto. No se dejen robar la esperanza”. ¿Siente que las protestas están alineadas con ese llamado del papa?
Una de las características de las protestas es la participación masiva de los jóvenes. Y el tema es la insatisfacción y el descontento de la juventud, que es transversal. No son solamente los pobres, están más descontentos incluso los que alcanzaron a tener una posibilidad. Y la frustración de la esperanza es explosiva. Por eso las revoluciones las hace la clase media, en todos los lugares. Los bolcheviques no era campesinos. Ese es un factor que hay que resolver por parte del Comité del Paro, que no tiene dominio y control sobre todas las manifestaciones de protesta.
¿Qué reporte tiene del acompañamiento que han hecho a los diálogos entre el Gobierno nacional y el Comité del Paro?
No puedo dar detalles, eso sí que es confidencial, pero esto va a ser lento. Sin embargo, es un elemento esencial para que comiencen a serenarse los ánimos. Creo que todos tenemos que tratar de recuperar la calma. Hay un mínimo de sentido común que todos los sectores tienen que recuperar. La Pastoral Social está haciendo bien su trabajo y esperamos que las partes vayan encontrando una auténtica negociación. Hay cosas para negociar. El expresidente Santos dijo que había soluciones previstas en el Acuerdo de Paz, pues ¡desempolven! Así no sea para todo, pero sí para alguna y así se comienza a encauzar la protesta.
Hablaba usted del descontento que es en general con todas las instituciones, incluidos nosotros los medios de comunicación, básicamente por una desconexión con la vida diaria de la gente. Todos estamos mirándonos hacia adentro. ¿Cuál diría usted que es la mayor desconexión de la Iglesia católica con la gente?
Para nosotros el tema del referendo Sí o No fue traumático, porque la Iglesia católica vivió las mismas divisiones de la sociedad. Y no podía ser de otra manera, porque el 80 % de la población colombiana es católica. De ahí para acá la Iglesia ha tenido que ir afinando y nos pasa lo mismo que a todas las instituciones, porque percibir la opinión de los jóvenes no es fácil a pesar de que tenemos nuestras organizaciones juveniles. Con las masas urbanas, aquí hay jóvenes que ni siquiera nos conocen. Abandonaron sus familias, sus pueblos, donde la Iglesia era parte de la vida de todos los días y fueron a vivir a barrios marginales, sin servicios, sin educación y donde la Iglesia no está. ¿Cómo llegar? Después está el ámbito universitario, donde estamos un poco desactualizados, creemos que con tener un capellán ya estamos. Ahí, como dicen ustedes, hay que darse una pellizcada. Hay que encontrar caminos nuevos de comunicación para interpretar a los jóvenes. Pero además hay que encontrar respuestas, porque esta juventud ve un horizonte cerrado. Desocupación, pobreza, esas son las causas principales de la protesta.
Fuente: diario El Espectador / 25 de noviembre 2021
Tomado de: Comunicaciones CEC
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