El Señor viene

Jesús Emilio Jaramillo Monsalve nació en Santo Domingo, Antioquia, hace ya un siglo, el 16 de febrero de 1916. Muy cerca de su muerte se inició el proceso de…
El beato Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, que miembro de los misioneros Xaverianos de Yarumal, fue obispo e Arauca desde 1984 hasta el día de su asesinato, a manos del ELN, el 2 de octubre de 1989.
Cinco años en los que vertió sin pudor su inmenso amor a las gentes, a sus hijos, los más pobres. Abrió sus manos generosas y a todos recibió y bendijo: a los colonos, los llaneros, los indígenas, los militares, los insurgentes… a todos amó.
La década de los 80s fue especialmente violenta en Colombia. En el oriente se establecieron a sangre y fuego dos grupos guerrilleros que combatieron fieramente a las autoridades representadas por el Ejército, que se convirtió en su mayor enemigo. La población civil quedó en medio de ese fuego, siempre de un bando a otro sin poder optar, con miedo, represión y muerte.
Ese era el escenario pastoral de monseñor Jesús Emilio.
“El 2 de octubre de 1989, el Siervo de Dios Jesús Emilio Jaramillo Monsalve regresaba a su residencia, tras haber realizado la visita pastoral a la parroquia de Fortul. Viajaba en un automóvil puesto a su disposición por el párroco de Fortul. En el vehículo, junto al Siervo de Dios, viajaban otras cinco personas: el sacerdote Helmer José Muñoz, delegado diocesano de pastoral; el sacerdote León Pastor Zarabanda, párroco de Puerto Rondón; el sacerdote Rubín Rodríguez Salinas, párroco de Fortul; el seminarista Germán Piracoca; y la secretaria de la parroquia de Fortul, Claudia Rodríguez.
En torno a las 15.30 horas, el vehículo fue interceptado por tres hombres armados cuando atravesaba un puente sobre el rio Caranal. Éstos preguntaron quién era Mons. Jaramillo, y le indicaron que debía acompañarlos, asegurando que la única finalidad era que se hiciera portador de un mensaje para las autoridades civiles.
En el vehículo partieron el Siervo de Dios, los tres secuestradores y el sacerdote Helmer Muñoz, quien conducía.
Los cuatro ocupantes del vehículo que habían sido liberados fueron recogidos por un camión que pasaba. Mientras que el seminarista y la secretaria regresaron a Fortul, los sacerdotes León Pastor y Rubín Rodríguez permanecieron en la zona, pues los secuestradores habían asegurado que liberarían al obispo entre las 18.00 y las 19.00 horas.
Los tres secuestradores se identificaron como miembros del “Frente Domingo Laín Sanz” del Ejército de Liberación Nacional (ELN), una organización terrorista de orientación marxista.
Por el camino, el Siervo de Dios señaló a los secuestradores que los sacerdotes y los obispos querían el bien del pueblo, que la violencia no era la solución de los problemas, y que él mismo se ofrecía como mediador. Tras ello, el Siervo de Dios inició el rezo del rosario, tras lo cual él y el sacerdote Helmer Muñoz se confesaron mutuamente.
Sobre las 18.30, los secuestradores hicieron detener el coche, y obligaron al sacerdote Helmer Muñoz a marcharse. Como éste se resistía, el Siervo de Dios le pidió que lo hiciera por obediencia. Los captores dijeron que podría regresar a recogerlo al día siguiente, sobre las 8 de la mañana. Entonces el Rvdo. Helmer Muñoz se alejó, y pasó esa noche en la localidad cercana de Brisas de Caranal.
Al día siguiente, 3 de octubre, dicho sacerdote regresó al mismo lugar, y encontró el cadáver del Siervo de Dios, con los brazos en cruz y el rostro desfigurado por los numerosos disparos.
La autopsia determinó que el fallecimiento se produjo sobre las 19.00 horas del 2 de octubre, causada por “dos heridas en la región escapular derecha por arma de fuego”. Los funerales se celebraron el 5 de octubre.
El “Frente Domingo Laín Sanz” del ELN emitió un comunicado reivindicando el homicidio. Sin embargo, en noviembre de 1989, temiendo una reacción adversa tanto a nivel nacional como internacional, el Congreso del ELN censuró el asesinato del Siervo de Dios.
Por cuanto hasta aquí se ha afirmado, consideramos que en esta causa se puede considerar probado el martirio material.” (jesusemiliojaramillo.org)
El Catolicismo habló con dos de los sacerdotes que trabajaron con el beato Jaramillo en la diócesis de Arauca y que tuvieron que salir desplazados, amenazados por el mismo grupo guerrillero.
Carlos Leal Barrera, párroco en San Antonio canónigo de la Catedral de Bogotá y monseñor Jorge Acevedo Quintero, vicario episcopal territorial de Santa Isabel de Hungría, cuentan su experiencia pastoral y personal con el beato y explican y refutan las falsas razones del “juicio” al que fue sometido, previo a su asesinato.
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