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 Navidad Jubilar en las Periferias 

16 de diciembre de 2025
 Navidad Jubilar en las Periferias: La Iglesia católica en Bogotá llevó esperanza a los territorios más vulnerables de la ciudad
Imagen:
OAC.
La Iglesia católica en Bogotá llevó esperanza a los territorios más vulnerables de la ciudad.

En el marco del Año Santo de la Esperanza y en tiempo de Navidad, la Arquidiócesis de Bogotá realizó una salida misionera simultánea en cuatro sectores vulnerables de la capital: Las Cruces, San Bernardo, Santa Fe y la zona de tolerancia del barrio Siete de Agosto, siendo esta jornada expresión de una Iglesia en salida, cercana y comprometida con el cuidado de la dignidad humana.

 

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La jornada, denominada Navidad Jubilar en las Periferias', fue liderada por la Coordinación Arquidiocesana para el Cuidado de la Dignidad Humana, de la Diaconía para el Desarrollo Humano Integral (DHI), y permitió el encuentro fraterno con más de 2.500 personas en situación de vulnerabilidad: habitantes de calle, adultos mayores en abandono, familias empobrecidas, recicladores, migrantes, mujeres y hombres en situación de prostitución, niños y adolescentes expuestos a múltiples formas de exclusión.

 

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En el Año Santo, celebración jubilar con los más vulnerables

Esta última celebración jubilar a nivel arquidiocesano, antes del cierre del Año Santo de la Esperanza en la Iglesia universal el próximo 28 de diciembre, fue reflejo de una esperanza que se encarna en la cercanía, la escucha y el servicio.

“El jubileo de la esperanza no podía cerrarse sin encontrarnos con nuestros hermanos de la calle, con quienes habitan las periferias territoriales y existenciales de la ciudad”, afirmó el padre Jorge Arias, coordinador arquidiocesano para el cuidado de la dignidad humana. “Queremos que ellos también experimenten que la Iglesia los ama, que son importantes y que no están olvidados”.

Explicó que este encuentro fraterno y celebrativo fue también el cierre de un año de trabajo continuo en clave de caridad y desarrollo humano integral. 

“Es una manera gozosa de celebrar la Navidad y, al mismo tiempo, de culminar este Año Santo desde la experiencia concreta del encuentro; compartiendo con ellos un abrazo, una sonrisa, un alimento caliente y, sobre todo, reiterándoles que Dios los ama infinitamente y que nosotros somos un canal de comunicación, un puente entre ese Dios que a veces vemos lejano y este Dios que se acerca”.

 

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«Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza».

 

Una Iglesia presente de manera organizada y continua

La Navidad Jubilar en las Periferias contó con la participación del cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá; de los obispos auxiliares: monseñor Alejandro Díaz, monseñor Edwin Vanegas y monseñor Germán Barbosa; sacerdotes que acompañan pastoralmente estos territorios; comunidades religiosas, y más de 500 voluntarios y benefactores, quienes hicieron posible una presencia eclesial amplia, coordinada y sistemática.

“Ha habido una respuesta muy positiva de los laicos, que han comprendido que la fe es concreta y se traduce en acción”, destacó el padre Arias. “Nuestra Eucaristía nos debe llevar a partir el pan con los más pobres. Hoy vemos un verdadero ejército de samaritanos de esperanza en la arquidiócesis”.

 

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Cuatro territorios, múltiples realidades

La jornada se desarrolló en las primera horas del sábado 13 de diciembre, de manera simultánea, en cuatro sectores que concentran distintas expresiones de vulnerabilidad social.

En Las Cruces y San Bernardo, el encuentro se dio con familias, niños, adultos mayores y personas afectadas por la pobreza urbana. En Santa Fe, con población golpeada por el abandono, las adicciones y la exclusión social. En la zona del Siete de Agosto, la misión se centró en habitantes de calle, recicladores, mujeres que ejercen la prostitución y personas que enfrentan situaciones de soledad y marginación.

“Hoy llegamos a 2.500 personas en estos cuatro puntos”, explicó sacerdote. “Sabemos que son muchas más las que viven estas realidades en Bogotá, pero este gesto quiere ser un signo de presencia y de compromiso permanente”.

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El acompañamiento pastoral en el Siete de Agosto

Desde la parroquia San Vicente de Paul, el padre Manuel Mora, párroco del sector del Siete de Agosto, resaltó el significado de esta jornada para un territorio marcado por profundas problemáticas sociales.

“Esta iniciativa refleja la preocupación constante del cardenal y de la Arquidiócesis por los más pobres”, señaló. “Aquí, desde la parroquia y desde esta Casa Santa Isabel de Hungría atendemos a habitantes de calle y a mujeres en situación de prostitución, que hacen parte de un proceso pastoral permanente”.

El sacerdote subrayó que los desafíos son grandes, pero la respuesta de la Iglesia busca ser integral. 

“Se trata de responder desde el Evangelio, con una mirada misericordiosa, cercana y efectiva, que ayude a transformar estas realidades”.

 

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Una opción pastoral sostenida en el tiempo, marcada por una espiritualidad samaritana

Para monseñor Ricardo Pulido, vicario episcopal de la Diaconía para el Desarrollo Humano Integral, esta jornada navideña es expresión de un trabajo que la Arquidiócesis de Bogotá viene desarrollando desde hace varios años.

“Tenemos un acompañamiento sistemático y continuo con las periferias existenciales, que no son solo territoriales, sino también humanas”, explicó. “Hoy vivimos un momento fuerte en torno a la Navidad, pero este trabajo se realiza durante todo el año”.

El sacerdote precisó que en estos espacios en los que la Iglesia acoge a personas en situación de calle, en prostitución, a ancianos, jóvenes en adicción, niños, familias vulnerables y migrantes, se brinda acompañamiento espiritual, psicosocial, humanitario y comunitario, con el objetivo que las personas se sientan acogidas y reconocidas en su dignidad.

“Queremos, desde la espiritualidad del Buen Samaritano, haciendo una presencia continua, que estas personas sientan que la iglesia no las abandona, que camina junto a ellas y siempre serán acogidas; que se detendrá a escucharlas, a ayudarlas, a acompañarlas en el crecimiento de la vida”.

La esperanza que también reciben los pastores y quienes sirven

Durante su encuentro con los laicos voluntarios, religiosos sacerdotes que transitarían por las calles de esta zona acercando la misericordia, haciendo vida el Evangelio,  el cardenal Luis José Rueda Aparicio recordó que el encuentro con los más vulnerables transforma también a quienes sirven en la Iglesia.

“Cuando nos encontramos con el Cristo sufriente de las calles, recibimos de ellos una buena noticia, un verdadero evangelio”, expresó. “La Iglesia siempre ha estado en la calle, porque Jesús caminó entre la gente, y ahí es donde seguimos aprendiendo”.

El arzobispo invitó a vivir una pobreza evangélica que permita reconocer la riqueza que los más necesitados ofrecen a la Iglesia y a la sociedad.

 

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Signos sencillos, mensajes profundos

Durante la jornada se compartió un desayuno navideño como signo de celebración y fraternidad. Sin embargo, el gesto central fue el encuentro personal: la escucha atenta, la oración compartida y la cercanía fraterna.

“Gracias por venir”, expresaron varios de los beneficiados. “Gracias por acordarse de nosotros”, dijeron otros. Testimonios sencillos que reflejan el alcance de este encuentro jubilar con el que se reafirma una opción pastoral clara de la Iglesia en Bogotá: cuidar la dignidad humana y sembrar esperanza, especialmente donde más se necesita.

“Jesús es la esperanza de los rotos de nuestra ciudad”.

Señor Jesús, roca firme y esperanza de los humildes, 

Tú conoces el clamor de los pobres y escuchas su oración. 

Ellos confían en Ti, incluso cuando todo parece perdido, 

y nos enseñan que solo quien se apoya en tu amor encuentra fuerza para seguir caminando.

Tú, Señor, eres nuestra esperanza. Cuando las riquezas engañan 

y los poderes del mundo se imponen, Tú permaneces fiel. 

Haz que tu Iglesia no olvide nunca que los pobres son tus preferidos, no como objeto de compasión, 

sino como maestros de fe y de esperanza.

Despierta en nosotros la valentía de servir, la alegría de compartir, y el compromiso de 

transformar las estructuras que generan pobreza e injusticia. 

Enséñanos que ayudar al pobre no es sólo un acto de caridad, 

sino un deber de justicia y una respuesta a tu Evangelio.

María, Madre de los pobres y consuelo de los que sufren, 

acógenos bajo tu manto y enséñanos a confiar, como tú, en la promesa del Señor.

Que con tu intercesión podamos repetir cada día: «Tú, Señor, eres mi esperanza; no quedaré nunca defraudado».

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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