Documentos pontificios
Mensaje del Papa para la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores
“Son los ancianos quienes nos transmiten la pertenencia al Pueblo santo de Dios. Tanto la Iglesia como la sociedad los necesita. Ellos entregan al presente un pasado necesario para construir el futuro. Honrémoslos, no nos privemos de su compañía y no los privemos de la nuestra; no permitamos que sean descartados”, insiste el Papa Francisco en su mensaje.
«Su misericordia se extiende de generación en generación»
En el mensaje – firmado en San Juan de Letrán el 31 de mayo pasado, Fiesta de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María – el Santo Padre señala que el tema de esta III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores nos reconduce a aquel encuentro bendito entre la joven María y su pariente anciana Isabel, quien llena del Espíritu Santo, se dirige a la Madre de Dios con palabras que, a distancia de milenios, acompasan nuestra oración cotidiana del Ave María. Y el Espíritu Santo, que ha descendido ya sobre María, la impulsa a responder con el Magníficat, en el que proclama que la misericordia del Señor se extiende de generación en generación.
“El Espíritu Santo bendice y acompaña cada encuentro fecundo entre generaciones distintas, entre abuelos y nietos, entre jóvenes y ancianos”.
“Efectivamente, Dios desea que, como hizo María con Isabel, los jóvenes alegren el corazón de los ancianos, y que adquieran sabiduría de sus vivencias. Pero, sobre todo, el Señor desea que no dejemos solos a los ancianos, que no los releguemos a los márgenes de la vida, como por desgracia sucede frecuentemente”.
Reflexionar sobre el vínculo entre los jóvenes y los ancianos
El Papa Francisco también destaca la cercanía, este año, entre la celebración de la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores y la de la Juventud; ambas tienen como tema la “prisa” de María para ir a visitar a Isabel, y de ese modo nos llevan a reflexionar sobre el vínculo entre los jóvenes y los ancianos.
“El Señor espera que los jóvenes, al encontrarse con los ancianos, acojan la llamada a custodiar la memoria y reconozcan, gracias a ellos, el don de pertenecer a una historia más grande. La amistad con una persona anciana ayuda al joven a no reducir la vida al presente y a recordar que no todo depende de sus capacidades. Para los más ancianos, en cambio, la presencia de un joven les da esperanza de que todo lo que han vivido no se perderá y que sus sueños pueden realizarse”.
En definitiva, escribe el Pontífice, la visita de María a Isabel y la conciencia de que la misericordia del Señor se transmite de una generación a la otra revelan que no podemos avanzar solos y que la intervención de Dios se manifiesta siempre en el conjunto, en la historia de un pueblo.
El tiempo tiene que ser vivido en su plenitud
Por ello, el Santo Padre indica que, para acoger mejor el estilo de actuar de Dios, recordemos que el tiempo tiene que ser vivido en su plenitud, porque las realidades más grandes y los sueños más hermosos no se realizan en un momento, sino a través de un crecimiento y una maduración; en camino, en diálogo, en relación.
“Quien se concentra sólo en lo inmediato, en conseguir beneficios para sí rápida y ávidamente, en tener ‘todo enseguida’, pierde de vista el actuar de Dios. Su proyecto de amor, por el contrario, atraviesa pasado, presente y futuro, abraza y pone en comunicación las generaciones. Es un proyecto que va más allá de nosotros mismos, pero en el que cada uno de nosotros es importante, y sobre todo está llamado a ir más allá. Para los más jóvenes se trata de ir más allá de esa inmediatez en la que se confina la realidad virtual, la cual muchas veces distrae de la acción concreta; en el caso de las personas mayores se trata de no hacer hincapié en las fuerzas que decaen y de no lamentarse por las ocasiones perdidas. Miremos hacia adelante”.
En este sentido, invita a que nos dejemos plasmar por la gracia de Dios que, de generación en generación, nos libra del inmovilismo en el actuar y de los remordimientos del pasado.
En el encuentro entre jóvenes y ancianos Dios nos da su futuro
El Santo Padre, también señala que, en el encuentro entre María e Isabel, entre jóvenes y ancianos, Dios nos da su futuro. El camino de María y la acogida de Isabel abren las puertas a la manifestación de la salvación. A través de su abrazo, la misericordia de Dios irrumpe con una gozosa mansedumbre en la historia humana.
“Quisiera pues invitar a cada uno de ustedes a pensar en aquel encuentro, más aún, a cerrar los ojos y a imaginar, como en una foto, aquel abrazo entre la joven Madre de Dios y la madre anciana de san Juan Bautista; a representarlo en la mente y a visualizarlo en el corazón, para fijarlo en el alma como un luminoso icono interior”.
No dejemos solos a los ancianos, su presencia es valiosa
El Papa Francisco invita a pasar de la imaginación a la realización de un gesto concreto para abrazar a los abuelos y a los ancianos. No los dejemos solos, su presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces.
“Sí, son los ancianos quienes nos transmiten la pertenencia al Pueblo santo de Dios. Tanto la Iglesia como la sociedad los necesita. Ellos entregan al presente un pasado necesario para construir el futuro. Honrémoslos, no nos privemos de su compañía y no los privemos de la nuestra; no permitamos que sean descartados”.
Un pequeño y delicado signo de esperanza para ellos y la Iglesia
Finalmente, el Pontífice concluye su Mensaje invitando a todos —diócesis, parroquias, asociaciones y comunidades— a celebrar esta Jornada, poniendo en el centro la alegría desbordante de un renovado encuentro entre jóvenes y ancianos.
“A ustedes, jóvenes, que se están preparando para ir a Lisboa o que vivirán la Jornada Mundial de la Juventud en sus lugares de origen, quisiera decirles: antes de ponerse en camino vayan a encontrar a sus abuelos, hagan una visita a un anciano que esté solo. Su oración los protegerá y llevarán en el corazón la bendición de ese encuentro. A ustedes ancianos les pido que acompañen con la oración a los jóvenes que van a celebrar la JMJ. Estos muchachos son la respuesta de Dios a sus peticiones, el fruto de lo que sembraron, el signo de que Dios no abandona a su pueblo, sino que siempre lo rejuvenece con la fantasía del Espíritu Santo”.
*Fuente: Vatican News
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