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Estar preparados para el 25 de octubre de 2015

2 de octubre de 2015

El próximo 25 de octubre de 2015 tendremos en Colombia una nueva jornada electoral. Esta vez será para la elección de gobernadores, miembros de las Asambleas…

Una nueva oportunidad para el ejercicio de la libertad y la democracia, realidades fundamentales del ser humano para la construcción de una nueva sociedad y de mejores condiciones y posibilidades de vida para los individuos y las comunidades.

 Cada día que transcurre, previo a las elecciones, el ambiente de las diversas campañas se hace más vivo y dinámico. Los diferentes candidatos presentan sus propuestas de gobierno buscando captar el favor de los lectores. Los ciudadanos por su parte se ven invitados a conocer los candidatos, sus programas y propuestas para emitir el voto por los aspirantes de sus preferencias.

 Ciertamente, la cultura política electoral en nuestro País debe recorrer un buen camino para alcanzar una madurez necesaria que vaya en función del bien común. En primer lugar es necesario que cada uno tome su decisión de votar de la manera más responsable posible. Votar es un acto de participación social que se debe hacer en función de lo que se considere más conveniente y necesario para la vida de todos. No es, ni puede ser el único acto de participación activa y positiva; hay muchos más, como la presencia y participación en las rendiciones de cuentas de los gobernantes o el apoyo y colaboración en los programas y acciones de gobierno.

 Votar, pues, es un acto de responsabilidad, libertad y solidaridad que debe tomarse con gran seriedad. Hay que pensar por encima de todo en el bien común, no simplemente en el provecho propio o la propia conveniencia. El voto es algo muy sagrado; con él debe suceder lo que dice la canción: “ni se compra, ni se vende”. Nadie puede ser obligado para votar por uno u otro candidato. El votante debe conocer lo más ampliamente posible los candidatos, sus servicios, su preparación, sus cualidades, su experiencia y los programas y promesas que ofrece a los ciudadanos, para emitir un voto consciente y maduro.

 El votante ha de considerar muy atentamente la firmeza de la adhesión y las convicciones del candidato respecto de sus principios éticos, morales, sociales y religiosos. En la actualidad hay que mirar muy bien la honestidad, la defensa de la vida, el respeto y promoción verdaderos de los derechos humanos de la libertad, la conciencia, la familia, el matrimonio y la atención a los más pobres y necesitados. Nuestra vida social, moral y cultural no puede ser destruida con las malas decisiones de los votantes.

 La fe del discípulo de Cristo y del miembro de la Iglesia Católica tiene que ver mucho con la vida como ciudadano. El mandamiento de la caridad de Jesús incluye la preocupación por el “próximo”. El buen cristiano ha de ser un buen ciudadano. Los hijos de Dios en la familia que es la Iglesia no nos podemos desentender de nuestra participación y colaboración activa en función del bien común. De esto tenemos que examinarnos cuando nos preparamos para la confesión.

 De otra parte, todo aquel que se siente atraído para presentarse como candidato debe considerar con mucha atención la importancia y el servicio de su propósito.  El bien común de los ciudadanos ha de ser el punto fundamental y absoluto de su decisión para presentarse y ser elegido, y el principio más alto de su propuesta de gobierno y de gestión. La conciencia de la lucha y el rechazo de la corrupción han de ser tomados en consideración muy seriamente por los candidatos. El servicio político no puede ser visto y aprovechado como una inversión económica para ser recuperada. Hay que pensar en el daño para la moralidad pública que causa la deshonestidad. Hay que considerar el bien que se deja de realizar por el afán de acumular riqueza o pagar favores. El servicio público implica una gran dignidad cuando se desarrolla dentro de los principios y los valores auténticos. Todo candidato debe estar muy atento para no caer en la tentación de la búsqueda del poder por el poder, de la compra de votos, del endeudamiento y compromiso con intereses nada claros. Sus propuestas de gobierno han de ser realistas, convenientes, posibles, respetuosas y promotoras de los derechos humanos. La búsqueda angustiada y desenfrenada de votos no puede ser un procedimiento válido cuando se llega a pisotear la dignidad del ser humano.

La fe en Cristo y la pertenencia a la Iglesia también pueden ser motivo y luz de inspiración para los aspirantes que se presentan para ser elegidos. El mandamiento de la caridad de Jesús en el Evangelio ha de guiar y animar el servicio a la sociedad. Un servidor no debe de aprovecharse del poder y la autoridad para privilegiar una creencia religiosa sobre todo en contra del derecho a la libertad religiosa. No se trata de practicar desde la autoridad política un proselitismo religioso. Se trata de inspirarse en los valores humanos y religiosos que son válidos para todo hombre para construir el bien y el desarrollo armonioso de la sociedad. 

Como pastor de esta Diócesis de Zipaquirá invito a todos: votantes y candidatos para que las próximas elecciones sean una ocasión para dar un paso hacia adelante en la construcción de una sociedad en paz, justicia, fraternidad y progreso. Esta es desde ya una intención de mi oración.

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