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Los grandes temas que no dan más espera

4 de junio de 2019

El estado actual de la nación colombiana reclama de la Iglesia mayor fuerza en varios temas. El de la justicia social no da espera. Aunque la misma Iglesia ha…

La Iglesia en Colombia aparece en ocasiones tan encuadrada dentro de la cultura y las estructuras de toda índole, que quizás a veces pierde de vista las tareas que debe cumplir con un carácter misionero y profético un poco más independiente. Una relación tan estrecha con la sociedad puede haber producido el mal efecto de que la misma Iglesia termine por acomodarse sin problemas a lo que se da y sucede en Colombia. Esto no es bueno porque incluso a veces las personas suelen identificar a la Iglesia con el Estado, con el establecimiento, con el poder. El camino que por más de cinco siglos ha recorrido la Iglesia en Colombia la ha convertido en parte del paisaje, en parte de sus estructuras y funcionamiento, en parte de las voces que se escuchan con frecuencia, en punto de vista que se consulta. Pero todo esto dentro de los esquemas habituales y no siempre justos en que vive la nación.

El estado actual de la nación colombiana reclama de la Iglesia mayor fuerza en varios temas. El de la justicia social no da espera. Aunque la misma Iglesia ha multiplicado acciones en este campo, realmente es mucho más importante que la comunidad creyente, a través de la sabiduría y la voz de sus pastores y laicos bien preparados, vuelvan a darle importancia al tema de la justicia social. Están empezando a surgir nuevos hechos y nuevos datos que desaniman acerca de la situación y perspectivas de la pobreza y de los pobres en el país. La Iglesia tiene que ser la conciencia despierta y la voz alta que denuncie continuamente la marginación y el abandono en que se encuentran miles de colombianos o acaso millones. No puede permitir la Iglesia que la sociedad simplemente se acostumbre a la pobreza, a la desigualdad, a la injusticia social. Está claro que levantar la voz a favor de los pobres en Colombia conlleva muchos riesgos, incluso el de perder la vida. Y, sin embargo, no hacerlo es fallar en la fidelidad a los mandatos de Jesucristo.

Un segundo tema que requiere Colombia es una evangelización que vaya más a fondo y que produzca más y mejores frutos. Lo han dicho los obispos y los documentos de estudio de la Iglesia: así como existen hoy en día muchas personas que no han sido evangelizadas, hay muchísimas que apenas sí han recibido un anuncio superficial del Evangelio y la persona de Jesucristo. Tal vez el mayor reto que tiene la Iglesia hoy en día en Colombia sea el de ayudar a formar ciudadanos que sean excelentes personas, llenas de virtudes, sensibles hondamente a las necesidades de los demás, sólidas en el campo ético y moral. Y estas personas han de ser capaces de formar nuevas y mejores familias, de desempeñarse con toda la altura ética en el campo público y en el privado. Personas que destaquen por construir ciudadanía pensando siempre en el bien común. Hoy en día vale la pena preguntar cuál es el perfil de persona por el cual está trabajando la Iglesia en Colombia.

Finalmente, a la Iglesia en Colombia le puede estar esperando un retomar nuevos bríos en el trabajo en lo popular, con los más pobres y desposeídos. A medida que nuestra sociedad ha progresado en variados campos, muchas obras de la Iglesia puedan terminar situadas donde ya no hay tanta necesidad y se hace preciso replantear dónde es que deben estar las opciones preferenciales de la misión eclesial. Es necesario evitar una Iglesia en zona de confort y luchar por una Iglesia que se desacomoda y se incomoda para salir al encuentro de los más necesitados. Esta Iglesia es la que está conformada por los pastores y por los laicos y que no le teme al encontrarse con graves necesidades de las personas, sino que busca responder desde el Evangelio al clamor de los pobres. Este ir en busca del más necesitado hace parte del verdadero espíritu misionero que no se contenta con lo ya alcanzado, sino que indaga constantemente por la suerte de todos los hermanos.

Pareciera que las circunstancias actuales le están pidiendo a la Iglesia salir de sus estructuras y seguridades para situarse en medio del país real y hacer allí aportes significativos. Y si la Iglesia no decide por sí misma salir de nuevo a la calle, quizás deje de ser significativa para amplias capas de la sociedad.

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