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Cuando la misericordia incomoda

31 de julio de 2017

Condenar es fácil, temerario y cómodo. Situarse en la vida concreta de las personas, por el contrario, requiere paciencia, comprensión y mucha esperanza

De casi idéntica manera como le sucedió a Jesús con los más recalcitrantes doctores de la ley antigua, al papa Francisco le ha tocado enfrentar a quienes se resisten a lo que la Sagrada Escritura enuncia de la siguiente manera: “la misericordia triunfa sobre el juicio”. En toda la historia del viejo judaísmo y del cristianismo esta tensión se ha sentido: la pura letra de la ley o más bien su espíritu. Dicho de otra manera: lo escrito o las personas en su situación concreta. La Iglesia, en su sabiduría, siempre ha procurado construir la síntesis que lleve al encuentro de las leyes eternas de Dios (hechas para salvar al hombre) con el hombre mismo en su situación existencial, siempre llena de luces y de sombras. Este es un esfuerzo más que válido pues el mismo Jesús afirmó que no vino a condenar sino a salvar.

Condenar es fácil, temerario y cómodo. Situarse en la vida concreta de las personas, por el contrario, requiere paciencia, comprensión y mucha esperanza. En este último sentido es que nos parece ha querido situarse el papa Francisco y de ahí su preocupación por todas las personas que viven con dificultades de cualquiera índole. Los desterrados o migrantes, los pobres, aquellos que han visto rotas sus uniones matrimoniales, las personas con situaciones de diverso orden que son vistas como seres marginales y muchos otros, son los que el Pontífice romano ha querido poner a la vista de todos, no para acusar ni condenar, sino para ver de qué manera se les hace llegar el Evangelio de la alegría. De ninguna manera el Papa ha querido cambiar doctrinas perennes, sino más bien propiciar caminos de encuentro, no tanto con la Iglesia, sino con el mismo Jesucristo, para que todos puedan participar de su infinita misericordia, de la luz del Espíritu Santo y de la esperanza que viene del mismo Dios.

La Iglesia en Colombia, con sus obispos al frente, se ha situado de tiempo atrás en este espíritu de misericordia y de ahí, por ejemplo, su empeño en el desgastador trabajo por construir la paz en una nación demasiado apasionada. Y también ha abierto oportunidades para salir al encuentro de todos aquellos que pueden ser servidos a través de la misericordia, no solo material, sino espiritual, sicológica, social. Y en esto hacen los obispos perfecta comunión con el papa Francisco. Al mismo tiempo que construyen esta realidad tan querida por el Evangelio, permanecen vigilantes para que la Iglesia conserve esa comunión, que no haya divisiones y que se dé un respeto absoluto por el sucesor de Pedro. En nada riñen la misericordia y la unidad y el respeto que deben darse en la comunidad de los seguidores de Cristo.

La reciente comunicación del Presidente, Vicepresidente y Secretario de la Conferencia Episcopal del Colombia, sobre los mensajes con que el señor José Galat se refiere al pontífice, es clara y contundente. Los arzobispos Urbina y Tobón no son de medias tintas y han puesto los puntos sobre las íes. No les cabe la menor duda de la potencia que tiene el actual Papa con su incesante predicación y realización de las obras de misericordia que, incluso han tocado los corazones de millones de personas por fuera de la Iglesia. Y tampoco tienen dudas acerca de la muy equivocada y agresiva postura, también escandalosa, del señor Galat, y que debe ser censurada por la salud espiritual, primero de él mismo, pero también de quienes son sus televidentes.

 

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