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Las espadas en República de Canadá

13 de julio de 2023
Imagen:
de referencia _ alertabogota.com/ Foto Inaldo Pérez-RCN Radio
Relato 1.

Era cerca de las cuatro de la tarde, los dos clérigos estaban en el cerro del barrio República de Canadá, localidad de Ciudad Bolívar. Soplaba el viento tan fuertemente que levantaba el polvo de las calles, aún sin pavimentar, por donde transitan carros desvencijados, muchas motos y algunos perros y peatones. 

La fuerza del viento frío levantaba la tierra seca que golpeaba la cara e impedía hablar, porque se metía en la boca con todo el polvo que levantaba. Los clérigos se acercaron al montículo donde estaba la capilla humilde para verla por dentro, uno de ellos quería darle a conocer al otro la capilla y el lote donde ya había un invasor, de los muchos desplazados que llegan a esta localidad.

En el atrio de la pequeña capilla, había un grupo de policías jóvenes, no superaban los 35 años. De pronto, abajo en la calle destapada se armó una discusión entre dos hombres, al parecer por un problema en la vía, cada uno sacó un cuchillo tan grande que más parecía machete. Se decían palabras fuertes, ofensivas, groseras, se retan; rápidamente como escudo cada uno puso en la mano izquierda una prenda para protegerse, uno una chaqueta, el otro un saco de lana, todo sucede en segundos. De pronto sale una mujer del vecindario, de una casa de las que en Colombia se llaman en “obra negra”, es decir a medio hacer; esa mujer es la compañera de uno de ellos. Ella también grita, le dice que deje así, que vamos para la casa y lo toma de la mano, le dice al otro hombre que se regrese a su casa, que no se haga matar, que se vaya, que se calle, que ya no más … los hombres se separan aún insultándose, la escena no alcanzó a durar tres minutos, se van alejando, se van acallando los gritos, sigue el viento soplando fuerte, cae la tarde y por el momento vuelve la paz a esta calle.

Uno de los levitas señala: “eso pasa mucho por acá”, lo dice con la naturalidad del que ha visto muchas veces esas escenas. La policía que también estaba en la misma colina tampoco intervino, no se inmutó. A fuerza de ver escenas de violencia se normaliza. De todo pasa y nada pasa. Esta vez no hubo muertos ni heridos, como se dice por estas tierras: “salió barata”.

Dicen por ahí: “El diablo anda suelto”, “el diablo es puerco”. Y dice la Palabra: “El diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar” (1 Pedro 5,8).

Dicen por ahí: “Nadie se muere en la víspera” y “era que le tocaba”. Y dice la Palabra: eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador, mi Diosla roca que me protege, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite” (Salmo 18, 2).

Dicen por ahí: “El que me busca me encuentra” y “no saben con quién se han metido”. Y dice la Palabra:No entres por la vereda de los impíos, ni vayas por el camino de los malos ... No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; aparta tu pie del mal” (Prov 4,14)

«Dormía y soñaba

que la vida era alegría.

Desperté y vi

que la vida era servicio.

Serví y vi

que el servicio era alegría» Tagore

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*El vidente.

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