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La paz y el trabajo

4 de mayo de 2015

El título te parecerá simplón y el ánimo no te subirá mucho como para leer esta columna. Pero figúrate que hoy lo que más anhela la gente es precisamente poseer esta…

¿Qué relación puede haber entre los dos más allá de que juntos son anhelados con urgencia?

El trabajo es esencialmente una actividad transformadora. Transformar quiere decir hacer pasar de una forma a otra como cuando la tela toma forma de vestido. Pero este ejemplo también ofrece otros ingredientes que se debe tomar en cuenta: la nueva forma debe ser más rica, más plena que la anterior.

Si una persona se levanta muy temprano y con hacha en mano o mejor con una moderna cegadora tumba todos los árboles de un parque o de una montaña con el fin de reducirlos a cenizas y nada más, por más que haya sudado esta persona, su actividad no se puede llamar trabajo. Si de esa actividad no deriva una transformación más rica, más útil, más benéfica para el ser humano, pues eso no se puede llamar trabajo. El trabajo siempre indica un adelanto en términos de vida.

Podrías preguntarte: ¿Y la guerra se puede llamar un trabajo?

Cuando todas las energías que se proyectaban hacia la construcción de una sociedad, se orientan hacia la destrucción de la misma, pues eso no se puede llamar trabajo. Se entra en una fase de desesperación donde se busca no lo más sino lo menos. No hay creación, que es tan propio del trabajo, hay agresión y hay destrucción. La guerra es la huelga de una sociedad que entra así en estado de regreso no de progreso.

Una cosa es ocuparse en algo y otra muy diferente es trabajar. Puedo ocuparme en no hacer nada, puedo ocuparme en destruir lo que encuentro, puedo ocuparme en reducir a cenizas la vida que me rodea, puedo ocuparme en hacer venenos que matan a los seres humanos, como podría ser el caso de la coca, pero nada de eso es trabajo, falta la creación de una forma humanamente superior a la anterior, no se está ofreciendo una nueva riqueza para el universo.

No se puede hablar del trabajo de la guerra pero si se puede hablar del trabajo de la paz. Todo lo que hace que el ser humano crezca, que la calidad de vida se eleve, que la justicia sea más justicia y esté unida a la vida y no a la muerte, todo eso es trabajo por la paz. Pero si utilizo la muerte para lograr lo anterior, estoy sencillamente generando la guerra y no la paz.

Porque la paz que se quiere lograr por eliminación es sencilla-mente una caricatura y su verdadero nombre se llama guerra.

La paz es una fuerza operante que no elimina, que no excluye, que no reduce a cenizas, sino que acoge, que mantiene conexiones, que eleva la vida. La paz es ese punto de vista que asume todo punto de vista. Al menos se esfuerza en ello. La paz lleva consigo una superación, un crecimiento de la personalidad individual y social, es por tanto transformación, es trabajo. La paz es la ética de la acción comprometida a desviar las tendencias destructivas y a dar fuerza a las constructivas.

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