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La cuestión ecológica

26 de junio de 2015

El Papa Francisco, con la Carta encíclica que acaba de publicar, “Laudatosi”, ha puesto de nuevo sobre la mesa lo que San Juan Pablo II había denominado la “cuestión…

“Es asimismo preocupante, junto con el problema del consumismo y estrictamente vinculado con él, la cuestión ecológica. El hombre, impulsado por el deseo de tener y gozar, más que de ser y de crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida. En la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo. El hombre, que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sentido, de «crear» el mundo con el propio trabajo, olvida que éste se desarrolla siempre sobre la base de la primera y originaria donación de las cosas por parte de Dios. Cree que puede disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar. En vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él”.

Este tema de la cuestión ecológica, ha sido trabajado ampliamente por el Magisterio de la Iglesia, como puede verse en el extenso capítulo X del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que tiene como título: “Salvaguardar el medio ambiente”, en los números 451- 487. El Compendio fue publicado por el Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, en el año 2004.

Ahora el Papa Francisco lo amplía, retomando lo que los Pontífices de los últimos tiempos han dicho al respecto. Analiza con profundidad lo que Juan Pablo II  presentó como una de las causas de la destrucción del medio ambiente: el “error antropológico” cometido por el ser humano, y la necesidad de incluir en el léxico común el concepto de “ecología humana” (CA, 38), pues el ser humano, hace parte integral y activa del mundo creado. El Papa Francisco la utiliza 5 veces en la encíclica: nn. 5, 148, 152, 155, 156.

Son muchas las formas de aproximación al documento papal sobre la ecología.  Hay quienes lo hacen desde la perspectiva meramente ambiental, otros desde la economía, otros considerando el impacto futuro de la realidad actual y la política, otros desde lo religioso, y así sucesivamente. Personalmente encuentro una clave de lectura, que propone el Santo Padre Francisco en el número 160. En dicho número dice: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? Esta es la verdadera cuestión.

Sin duda que esta pregunta está en el centro de las preocupaciones del Santo Padre, que lo llevó a escribir esta Encíclica. Como obispo de una importante Iglesia particular, Buenos Aires; como testigo del desarrollo de los pueblos latinoamericanos, y ahora, al frente de la Iglesia, desde el gran observatorio que es el Vaticano, el Papa quiere ayudar a la humanidad a que tome las medidas que sean necesarias para mitigar el daño, en algunos casos irreversibles, que el ser humano ha hecho a la casa común, como denomina al mundo en el que vivimos.

A esta pregunta hay buscar respuestas, no sólo desde lo técnico, lo sociológico, lo económico, lo ambiental, sino, y sobre todo, desde lo antropológico, de manera que “el error” del que habla Juan Pablo II, no lo sigamos cometiendo, destruyendo, en la mayoría de los casos, sin querer, nuestra propia casa. Y digo sin querer, porque lastimosamente el ser humano ha adquirido costumbres y comportamientos que le hacen actuar involuntariamente, lo que hace necesario, que efectivamente, de la “cuestión ecológica”, se pueda pasar a una auténtica “cultura ecológica”, en donde, sin perder el referente a Dios, creador de todo, sepamos administrar el mundo con responsabilidad.

Pero ¿cómo incentivar esta cultura ecológica? Es muy interesante el último capítulo intitulado “Educación y espiritualidad ecológica” en el cual el Papa Francisco afirma, con la mirada llena de esperanza, que “no todo está perdido” (LS, 205). La educación ambiental (LS, 210), la formación  de una ciudadanía ecológica (LS, 211), la escuela,la familia, los medios de comunicación, la catequesis, etc. (LS, 213), son medios especiales para ayudar a adquirir un “nuevo estilo de vida” (LS, 203), una auténtica cultura ecológica, que propicie el respeto y cuidado hacia los bienes de la creación, comenzado por nosotros mismos, creados a imagen y semejanza de Dios.

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