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La esperanza cristiana no es simple optimismo

14 de octubre de 2014
La esperanza cristiana no es simple optimismo

“La Iglesia tiene la misión de mantener encendida la lámpara de esa esperanza, como signo seguro de la salvación”

Durante la audiencia general de este miércoles ante la multitud reunida en la plaza de San Pedro, el papa Francisco continuó con su catequesis sobre la Iglesia y puso el acento sobre el destino final del pueblo de Dios.

El Santo Padre comenzó recordando las palabras que dirigió San Pablo a la comunidad de Tesalónica cuando se planteaban con inquietud esa cuestión: “Estaremos siempre con el Señor”, asegurando que era una de las frases más hermosas de las Escrituras y a continuación invitó a la multitud que llenaba la Plaza de San Pedro a repetirla tres veces.

Después habló de cómo en el Apocalipsis San Juan, “retomando la intuición de los Profetas, describe la dimensión última, la definitiva, en términos de la “nueva Jerusalén” que desciende del cielo, de Dios, ataviada como una esposa para su marido”. ¡Esto es lo que nos espera! Y hete aquí, quien es la Iglesia: es el pueblo de Dios que sigue al Señor Jesús y se prepara día tras día, al encuentro con él, como una novia con su novio.

“¡No es sólo una manera de decir: será de verdad un matrimonio! Sí, porque Cristo, convirtiéndose en hombre como nosotros y haciendo de todos nosotros una cosa sola con él, con su muerte y su resurrección, nos desposó realmente y, como pueblo, hizo de nosotros su esposa. Y esto no es más que el cumplimiento del plan de comunión y de amor tejido por Dios a lo largo de la historia, la historia del Pueblo de Dios y la historia de cada uno de nosotros”.

Pero también hay otro elemento de consuelo cuando San Juan escribe que en la Iglesia, esposa de Cristo, se hace visible la “nueva Jerusalén”. “Esto significa que la Iglesia, además de esposa -explicó el Papa- está llamada a convertirse en una ciudad, un símbolo por excelencia de la convivencia y la relación humana.

¡Qué bien, entonces, poder contemplar ya, según otra imagen muy sugerente del Apocalipsis, todos los pueblos y todas las naciones agrupados en esta ciudad, como en una tienda de campaña, será “la tienda de Dios” . Y en este marco glorioso no habrá más aislamiento, ni intimidaciones ni discriminaciones de cualquier tipo -social, étnica o religiosa- porque todos seremos uno en Cristo”-

“Frente a este escenario insólito y maravilloso, nuestros corazones no pueden por menos que sentirse confirmados con fuerza en la esperanza” porque “la esperanza cristiana no es sólo un deseo, no es optimismo. Para un cristiano, la esperanza es espera ferviente y apasionada del cumplimiento último y definitivo de un misterio, el misterio del amor de Dios en el que hemos renacido y en el que ya vivimos.

Y es espera de alguien que va a llegar: es Cristo el Señor que se acerca cada vez más a nosotros, día tras día, y que, viene a introducirnos, finalmente, en la plenitud de su comunión y de su paz”.

Y la Iglesia, subrayó Francisco, tiene entonces “la tarea de mantener la lámpara de la esperanza encendida y claramente visible para que siga resplandeciendo como un signo seguro de salvación e ilumine a toda la humanidad por el camino que lleva al encuentro con el rostro misericordioso de Dios.

“¿Qué esperamos, pues? Que Jesús regrese! -concluyó-. La Iglesia, esposa, espera a su esposo. Debemos preguntarnos, sin embargo, con gran sinceridad: “¿Somos realmente testigos luminosos y creíbles de esta espera, de esperanza?

¿Nuestras comunidades siguen viviendo en el signo de la presencia del Señor Jesús y en la espera acogedora de su venida, o están cansadas, entumecidas, bajo el peso de la fatiga y resignación? ¿También nosotros corremos el riesgo de quedarnos sin el aceite de la fe, sin el aceite de la alegría? Tengamos cuidado”, concluyó el Pontífice

Santa Teresa de Jesús y San Juan Pablo II

Durante los saludos a los peregrinos, el pontífice recordó que hoy es la fiesta litúrgica de Santa Teresa de Jesús, carmelita descalza, virgen y doctora de la Iglesia, e indicó que mañana es el aniversario de la elección a la sede de Pedro de San Juan Pablo II.

"Estos dos santos están unidos por el confiarse a Dios, por la dedicación a la Iglesia y de la vida mística. Aprendamos de ellos la radicalidad evangélica y el crecimiento en la plena comunión de Dios", sostuvo.

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